Sobran testigos, pero faltan certezas. Los investigadores intentan reconstruir la secuencia que en la noche de jueves llevó a Fernando André Sabag Montiel a encañonar con una pistola el rostro de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. La jueza María Eugenia Capuchetti escuchó el viernes el relato de 20 testigos, entre militantes kirchneristas, policías y guardaespaldas, ordenó el registro de la casa del atacante y pidió pruebas periciales sobre su teléfono y redes sociales. Uno de los testigos contó que, en el momento del magnicidio frustrado, Sabag Montiel extendió su brazo entre la gente y apretó dos veces el gatillo. A media mañana del viernes, la jueza dejó su despacho y se dirigió en persona a la casa de Kirchner y le tomó testimonio. Luego interrogó al detenido. No hay dudas de la responsabilidad del atacante. Falta por saber, sin embargo, si actuó solo o si contó con cómplices en la planificación del atentado.
El ataque fallido contra Kirchner provocó un enorme estupor en un país que no tiene precedentes de intentos de magnicidio. Todo el arco político se unió en el repudio, aunque en la calle las opiniones fueron disímiles. Mientras una parte de la ciudadanía apoyó sin matices a la vicepresidenta —decenas de miles de personas se manifestaron este viernes en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada—, sectores de la extrema derecha agitaron en redes la versión de que el atentado fue un montaje. La investigación debe avanzar en este escenario de polarización.
Sabag Montiel, nacido en Brasil hace 35 años, afronta cargos por tentativa de homicidio calificado. La policía registró el viernes la habitación que ocupaba en San Martín, en la periferia de Buenos Aires. Encontraron 100 balas ocultas en un ambiente revuelto y sucio, con pilas de ropa sin lavar, vajilla acumulada en el fregadero y juguetes sexuales de todo tipo. El dueño de la casa describió al inquilino como “una persona correcta y educada” que usaba su coche particular para el transporte de pasajeros. En ese mismo coche, Sabag Montiel fue detenido hace poco más de un año por circular sin matrículas y con un cuchillo de 35 centímetros que, dijo, utilizaba por seguridad.
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El perfil del atacante en redes es más inquietante. Sabag Montiel seguía a grupos de ideología nazi y solía subir fotos, siempre en soledad. Allí presumía de sus tatuajes, como un sol negro que era para los arios símbolo de la fuerza. Un amigo de la adolescencia entrevistado por medios locales lo describió como un “marginal”, víctima de acoso escolar y “muy solitario”. Se estaba “preparando para matar” a la vicepresidenta “porque no tenía nada que perder”, dijo el hombre.
La historia familiar de Sabag Montiel es especialmente conflictiva. Según reconstruyó el diario brasileño O Globo, el agresor se instaló en Buenos Aires cuando tenía seis años con su madre, una argentina fallecida en 2017, y dejó en Brasil a su padre, Fernando Montiel, un chileno con problemas recurrentes con la justicia. En 2014, Fernando Montiel estuvo preso en São Paulo durante ocho meses por robo y estafa. Cuando salió de la cárcel, volvió a Chile y hoy vive en la ciudad costera de Valparaíso. El abuelo del atacante, Fernando Ernesto, tiene una historia aún más trágica: en 1998 mató a su esposa, 30 años más joven, de un disparo en la cabeza y luego se suicidó.
Solo o con la ayuda de cómplices
Saber si Sabag Montiel actuó solo o con el apoyo de algún cómplice es la prioridad de los investigadores. La jueza Capuchetti pidió ayuda a la fiscalía del cibercrimen para que construya un perfil digital del detenido. Se sabe además que no tenía deudas económicas y que el arma que empleó contra Kirchner estaba a nombre de un tercero. Un peritaje policial determinó que la pistola Bersa del atacante era “apta para el disparo”, con cinco balas en el cargador. No tenía, sin embargo, ninguna en la recámara, porque Sabag Montiel no había accionado la corredera. No está claro si lo hizo por desconocimiento o porque su intención no era matar.
Un testigo del ataque contó a la prensa que el Sagba atacante gatilló “dos veces” contra la expresidenta. “Cristina viene hacia mí, me acaricia y por la altura de arriba de mi hombro, veo que se asoma un brazo con un arma. Veo la figura del arma, pero no logro ver qué arma era. Retrocede y ahí yo me doy vuelta y lo agarro”, contó. El atentado se produjo mientras Kirchner saludaba a las decenas de personas que se juntan frente a su domicilio desde el 22 de agosto, cuando un fiscal pidió 12 años de cárcel contra la expresidenta por presunta corrupción. “No escuché nada, pero sí se escuchó que gatilló; para mí, gatilló dos veces. No sé si Cristina se dio cuenta. Lo agarramos y le decimos ‘vos tenés un arma’ y él decía ‘no, no’; entonces lo tanteamos un poco y se le cayó el arma”, dijo el testigo. Luego fue todo muy rápido: los guardaespaldas de Kirchner detuvieron al atacante y resguardaron el arma.
El atentado ya tuvo efectos concretos sobre el despliegue de seguridad de la vicepresidenta. Este viernes, cuando salió de su casa, el pequeño turismo que solía utilizar para desplazarse había sido sustituido por una camioneta de gran porte, custodiada por una todoterreno. Sus seguidores debieron conformarse con saludarla en la distancia.
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