EL PAÍS

50 años de socialismo en Portugal: de la clandestinidad al poder más sólido de la socialdemocracia europea

En dos años pasaron de ser un grupo de militantes que cabían en un autobús a convertirse en el tronco central sobre el que se estaba construyendo la democracia portuguesa. Ni un empedernido optimista como Mário Soares, padre del socialismo moderno luso, habría intuido que tan pronto llegarían tan lejos. Sin embargo, el Partido Socialista portugués celebra el medio siglo de vida en un momento de acidez, con manifestaciones constantes por el deterioro de la vida de las clases medias. Disfruta de una cómoda mayoría absoluta y, sin embargo, es vapuleado casi a diario por sus errores, incluidos los tirones de orejas del presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, que ha pasado de mostrar una gran sintonía con el primer ministro, António Costa, a reprobar muchas de sus decisiones como las medidas de la vivienda.

En apenas un año, el Gobierno ha acumulado varios escándalos por nombramientos fallidos y ahora atraviesa un intenso vendaval por su gestión al frente de la TAP tras su nacionalización, escudriñada estas semanas en una comisión de investigación en la Asamblea de la República. “Después de siete años de Gobierno presenta algún desgaste. Pero continúa siendo el partido eje de la democracia portuguesa, sobre todo porque ahora, con el crecimiento de Chega, un partido populista de derecha radical, el mayor partido del centro-derecha, el PSD, tiene también un desafío considerable”, expone el sociólogo e historiador de la Universidad de Lisboa António Costa Pinto en un correo electrónico.

Todo ha cambiado de forma excepcional desde que el Partido Socialista portugués se fundó en 1973 en una residencia de una pequeña ciudad renana (Bad Münstereifel) facilitada por la fundación alemana Friedrich Ebert con el mayor de los secretismos para evitar represalias de la dictadura, que había ilegalizado los partidos en 1933 y así seguía 40 años después. Los alemanes corrieron con los gastos para trasladar al pequeño grupito que se reunió para decidir si transformaban la Acción Socialista Portuguesa, un movimiento fundado por Soares en Ginebra en 1964, en un partido político. Los que viajaban desde Lisboa se oponían a dar aquel paso, incluida Maria Barroso, que votó en contra de lo que defendía su marido, Mário Soares, que vivía autoexiliado en París desde que recibió amenazas de muerte por denunciar la guerra en las colonias portuguesas. Soares era casi el único que presagiaba una inminente caída de la dictadura de Marcelo Caetano, que sucedió a Salazar en 1968. Ganó su apuesta y fue elegido primer secretario general del PS.

“Hasta que no apareció un partido socialista, la dictadura decía ‘entre nosotros y los comunistas, no hay nada’, mientras que los comunistas decían ‘entre nosotros y los fascistas, no hay nada’. Eso era terrible porque reforzaba a la dictadura. Todo Occidente cerró los ojos tras la II Guerra Mundial ante las dos dictaduras ibéricas con el miedo al comunismo durante la Guerra Fría. Soares vio que la única forma de romper aquel círculo vicioso era crear una nueva organización, que primero fue la Acción Socialista y luego el Partido Socialista”, explica en la sede de la organización en el Largo do Rato, en Lisboa, José Manuel dos Santos, exasesor de Soares y coordinador de los actos del 50 aniversario.

Lo que no presagió Soares fue el momento exacto del derrumbe del régimen. El día de la Revolución de los Claveles estaba en Bonn para reunirse con Willy Brandt, el socialdemócrata alemán que arropó los nuevos liderazgos socialistas ibéricos de Soares y Felipe González, que capitalizaron en las urnas el cambio de régimen y relegaron a los comunistas que habían encabezado las resistencias frente a las dictaduras. Soares regresó a París y el 28 de abril de 1974, en un tren que pasó a conocerse como el “Comboio da Liberdade”, llegó a Lisboa. “Defendemos que se convoquen elecciones inmediatas y proponemos a Mário para que salga elegido el diputado. Pensábamos que conseguiríamos un diputado”, recuerda António Campos, uno de los fundadores, en el documental 50 años del PS: la raíz alemana, de la televisión pública RTP. Las elecciones constituyentes fueron dos años después; y el PS se convirtió en el más votado, con 116 representantes, casi tantos como los 115 fundadores del partido en 1973.

El líder socialista Mário Soares habla desde un balcón de la estación de Santa Apolonia, de Lisboa, tras su llegada del exilio tres días después de la Revolución de los Claveles.ARCHIVO HISTÓRICO DEL PARTIDO SOCIALISTA PORTUGUÉS

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El mundo, el país y el partido se han transformado radicalmente en estos 50 años. Los socialistas portugueses —a pesar de sus divisiones, como la guerra vivida entre Jorge Sampaio y António Guterres— han resistido la crisis de la socialdemocracia mejor que otros colegas europeos y sus gobiernos suman 25 años, la mitad del tiempo de democracia. “El Partido Socialista portugués siempre tuvo un Partido Comunista con más fuerza electoral a su izquierda que la mayoría de las democracias europeas y, desde comienzos del siglo XXI, también tuvo a la izquierda radical del Bloco de Esquerda, equivalente portugués de Podemos. A pesar de haber protagonizado el mayor caso de corrupción de la democracia portuguesa, con la acusación al ex primer ministro José Sócrates, sobrevivió bien electoralmente”, observa António Costa Pinto.

Tras aquel fiasco de Sócrates, el partido pasó por la oposición y regresó al poder cuando nadie lo esperaba. En 2015, su líder, António Costa, firmó un acuerdo con los rivales de la izquierda para echar con una moción de censura al primer ministro conservador, Pedro Passos Coelho, que había ganado las elecciones por la mínima. Y en 2022, también cuando nadie lo esperaba, Costa logró una histórica mayoría absoluta que ha convertido a su formación en la que dispone de mayor poder ejecutivo dentro de la familia socialdemócrata europea. De los siete gobiernos con presencia de la izquierda, solo dos gozan de mayoría absoluta: Malta y Portugal. En los cinco restantes (Alemania, Dinamarca, Eslovenia, Rumania y España) gobiernan coaliciones. Europa es un mapa liderado por el centro-derecha donde populismos y extremismos comienzan a abrirse paso.

Muro frente al extremismo

En Portugal, el PS se presenta como el principal muro frente al extremismo de André Ventura, el líder de Chega. Y ese fue, en opinión de analistas, uno de los elementos que contribuyó a su masivo respaldo electoral en enero de 2022. A esa misión se refirió el primer ministro y secretario general del PS, António Costa, en el acto que conmemoró el miércoles en Lisboa los 50 años de la fundación. El evento contó con la presencia del canciller alemán, Olaf Scholz, y el expresidente del Gobierno español Felipe González, que compartió con Soares el momento de la adhesión de los dos países de la península Ibérica a la Comunidad Económica Europea. “Hoy la guerra puede ser otra, tenemos una nueva trinchera, pero siempre tendremos una guerra enfrente. Hoy no hay dictadura, pero hay un populismo que debemos combatir”, indicó Costa, que repasó el legado de las políticas socialistas (el sistema nacional de salud, la educación pública o las ayudas asistenciales).

La fiesta, sin embargo, ha avivado también el descontento interno. Antiguos dirigentes socialistas han criticado estos días el liderazgo de Costa, al que acusan de apartarse de los valores de solidaridad y libertad de los fundadores. Quizás el mejor titular para el complejo momento que atraviesa el PS sea el de un artículo de Ana Sá Lopes en Público: “La crisis de los 50″.

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