Óscar Jaenada (Esplugas de Llobregat, Barcelona, 1975) llega a Madrid desde México, donde ha terminado una promoción titánica para su nuevo trabajo. Allí se hizo conocido por protagonizar el enorme éxito Cantinflas (2014), una de las figuras más queridas del país, y ahora, sin embargo, se pone en la piel de Hernán Cortés, una de las más controvertidas.
Hernán, coproducción de Azteca TV y Amazon cuya primera temporada de ocho capítulos se puede ver ya en Amazon Prime Video, es el último título que se añade a una filmografía que parece haberse especializado en personajes reales. Con Camarón (2005) ganó un Goya a mejor actor protagonista (ya había ganado uno a mejor actor revelación en 2003 por Noviembre) y al dar vida a Luisito Rey (padre de Luis Miguel) en la serie Luis Miguel (2018) participó de ese fenómeno global que es Netflix.
“Tengo la suerte de no haberme quedado con los brazos cruzados y haberme buscado la vida en otros mercados. Y gracias a ellos no solo me he expandido y llego a muchísima más gente, sino que me tomo esto con menos odio. Aquí la libertad del cine ya es muy… muy relativa”
Además, ha trabajado con Robert de Niro, Sylvester Stallone o Johnny Depp. Esta curiosidad de su carrera (grandes producciones en el extranjero y películas más modestas en España) nos la explicará durante la conversación, plagada de referencias políticas y pullas a una industria en la que, según su opinión, ya no mandan los directores.
Hernán Cortés ha sido o un estratega brillante o un sanguinario según qué historia nos hayan contado. No sé si usted ha tenido que tomar partido. Lo mío ha sido, más que posicionarme, intentar entenderlo. Lo que pasa con esta figura es que en España es extremadamente bueno, político, ilustrado y capaz, y para los americanos es totalmente distinta. Esa ambigüedad entre dos pueblos que se entienden tan bien después de tanto tiempo y que mantienen una visión tan diferente de la misma persona o del mismo hecho, me da un juego espectacular como actor. Me dije: vamos a hacer al Hernán Cortés partiendo de la historia, lejos de charcos. El espectador que vea esta serie sin prejuicios va a aprender y disfrutar muchísimo.
¿Pero es posible acercarse a cualquier cosa ahora mismo sin perspectiva y sin charcos? En México, Argentina, Chile, Uruguay o Perú se espera muchísimo de esta serie. Y no tengo esa sensación en España. El español no quiere saber más, se queda ya contento con lo que le contaron. Somos muy así. Y luego pagamos la excesiva confianza, hasta el punto de que políticos que están en el Congreso de los Diputados son gente inculta, gente que no serviría ni para ser presidentes de la escalera. No somos capaces de darnos cuenta de lo que estamos haciendo.
Algunos compañeros que ya lo habían entrevistado me advirtieron: “No le deje hablar de política, que se embala”. Es que yo tengo que contar por ahí que tengo compañeros enjuiciados por sus tuits o por su manera de pensar. Cuento también que tenemos una valla aquí abajo para que no entren los inmigrantes y no se lo creen. Nosotros vivimos en algo que no es real. Esto que ha pasado con el Open Arms, por ejemplo, o con el resultado de Vox, son cosas que nos lavan la cara y nos muestran quién es España, o al menos quién es una parte de España. Esto se ve viajando.
Parece usted un tipo de gustos sencillos y que no se presta al juego de la fama: ¿no le da miedo que una serie como esta pueda tener un gran éxito y cambie su vida? Sí, ese es uno de los miedos. Pero cuando el éxito va unido al respeto es muy distinto. Otra cosa es la fama. Cuando hacía televisión aquí en España con Emilio Aragón [se refiere a Javier ya no vive solo, emitida en Telecinco entre 2001 y 2003] recuerdo ir por la calle y que algunos me señalaban de frente. Y recuerdo andar por la Quinta Avenida con Benicio del Toro en Nueva York, una vez que íbamos a una tienda de discos, la mar de tranquilos. Por una casualidad me di la vuelta y la ciudad estaba paralizada mirándolo. Pero él podía ir tranquilo y nadie le señalaba ni le paraba. Ahí entendí el respeto. Eso es otra cosa, no es la fama. Dentro de lo que cabe, yo me siento muy bien y muy respetado. No sufro ese acoso ni tengo ese miedo, pero sí, obviamente uno no quiere convertirse en algo tan popular.
“Los más grandes con los que he trabajado, como Penélope Cruz, Benicio del Toro, Robert de Niro, Johnny Depp… son gente muy alejada de gilipolleces. Eso lo he visto más en los que van a ‘Mujeres y hombres y viceversa’, entrando o saliendo de un hotel, que yo pregunto: “¿Pero este quién es?”. ¡Por dios! ¡Pero si no sale de un hotel así ni De Niro”
¿Nunca ha vivido un episodio de esos de fenómeno fan? Me sucedió hace muchos años, cuando empecé aquí en Madrid a hacer televisión. Una vez, cuando estaba en Hospital Central, Siete vidas o una de esas, recuerdo coger el metro para irme a casa y entró un grupo bastante numeroso de chicas, algún chico habría también, y me sentí bastante acorralado en el metro. Recuerdo que una chica me sacó su DNI y me dijo: “¡Mira!”. Y en su DNI tenía mi foto. Puesta encima con un celo cutre, por la gracia, como queriendo decir, imagino, “te llevo a todos lados”. Ahí me hizo un blackout la cabeza y lo siguiente que recuerdo es que no había nadie a mi alrededor. Solo había cuatro personas más alejadas, mirándome. No sé qué pasó en ese intervalo de tiempo. Ese shock que me produjo verme acorralado en un vagón de metro y ese fanatismo desmesurado y absurdo me bloqueó. A partir de entonces sí que he huido mucho de eso porque no soporto esa tontería.
Dice la leyenda que llegó usted a Madrid con 20.000 pesetas [120 euros] y, tras gastárselas, durmió en la calle. ¿Es cierto o es una bonita historia para la nota de prensa? Dormí una noche en un banco, eso es cierto. Y no creo que fueran 20.000 pesetas, serían más bien cinco o seis talegos [cinco o seis mil pesetas, o sea, 30 o 36 euros]. Yo había llegado a Madrid [desde su Barcelona natal] y quedé con un chaval para que me hiciera unas fotos, ahí ya se me quedó la mitad del dinero. Luego busqué un hostal para dormir un día y me gasté el resto. Y me fui a un banco en la plaza Ortega y Gasset.
Escogió una zona noble, al menos. Me dije: aquí tampoco creo que pase nada. Pero bueno, es uno de los sitios más peligrosos, ¿eh? No por la vía callejera, que es de lo más tranquila. Así que allí pasé la noche. Al día siguiente tuve la suerte de conocer a una amiga que sigue siendo como una hermana y fue la que me dio trabajo y casa.
¿Y después qué sucedió? Yo estaba en el Hard Rock Café trabajando y había allí comiendo un tipo, le serví, nos caímos bien y me dijo que se llamaba Luis San Narciso [uno de los directores de reparto más importantes de España] y que fuera a verle, que él hacía castings. Me hice un currículum a mano y se lo llevé. Y me dio un personajito de nada, un extra, y se lo hice bien. Y después me dio otro ya con una frase y se lo hice bien. Después me dio un capítulo y se lo hice bien. Y después me dio una serie y se la hice bien. Y mi escalera ha sido totalmente lógica, paso por paso, y cuando me he caído me he caído dos escalones, nada más. A mí nadie me ha regalado nada.
¿Ha vuelto alguna vez al Hard Rock como cliente? No, pero tampoco por nada. Siempre supe que aquello iba a ser muy circunstancial, un camino para llegar a un sitio, así que no le tengo mucho cariño. Una noche, en una sala de fiestas, me entró un tipo y me dijo: “Te quiero para una película. Sé que tú eres el protagonista de la siguiente de Pedro Almodóvar”. Y yo le dije: “Ah, sí, estupendo”. Me lo tomé a coña. ¡Resultó que era verdad! Al día siguiente me llamó Pedro para hacerme una prueba para La mala educación. Recuerdo ese día como si fuera una película: no llevo aquí nada de tiempo y de repente llega un tipo de noche, me dice que tal… Obviamente no salió eso. Estuve con Pedro y no salió.
“Es que yo tengo que contar por ahí que tengo compañeros enjuiciados por sus ‘tuits’ o por su manera de pensar. Cuento también que tenemos una valla aquí abajo para que no entren los inmigrantes y no se lo creen”
¿Qué papel iba a ser el suyo? El que hizo Gael [García Bernal]. Pero al final no salió. Y lógicamente. Digo lógicamente porque mi camino hubiera cambiado en todos los aspectos. Lo que me ha formado a mí es ver lo que cuesta esto, saber lo duro que es una oportunidad. Y me pareció incluso injusto que esa oportunidad me llegara tan pronto. Fue un golpe muy duro por aquel entonces, pero al final de los años lo he acabado agradeciendo.
No se corta usted un pelo. ¿Alguna vez le ha traído problemas pronunciarse de forma tan explícita en sus convicciones? Sí, claro. Yo sigo sin trabajar aquí en España.
¿Y es por eso, por deslenguado? ¿Y si no por qué es? Yo tengo todos los premios que hay aquí, ¿entonces por qué es?
Actores deslenguados hay muchos… ¿Pero con todos los premios? ¿Habiendo trabajado con la seriedad con la que trabajo? Pues, oye, es raro, ¿no? Pues supongo que será por algo. Pero tengo la suerte de no haberme quedado con los brazos cruzados y haberme buscado la vida en otros mercados. Y gracias a ellos no solo me he expandido y llego a muchísima más gente, sino que me tomo esto con menos odio. Estas cosas pasan. Aquí la libertad del cine ya es muy… muy relativa. Aquí el cine lo hace la televisión y la televisión siempre ha sido la hija malcriada del cine, siempre. La televisión impone otros valores.
Ahora que habla de televisión no puedo evitar preguntarle por Piratas, aquella serie de Telecinco de altísimo presupuesto que protagonizó con Pilar Rubio. Bueno…
El primer capítulo estaba muy bien. No creo que emitieran muchos más [Óscar se ríe con cierto tono de derrota]. A veces toca hacer esas cosas.
Usted no solo es crítico con el resto de la industria, también con sus propios trabajos. Recuerdo que se montó una buena después de que criticase una de sus primeras comedias, XXL [2004] casi a la vez que se estrenaba. Ahí también está la madurez del artista. Ese descaro que tenía con veintitantos obviamente no lo tengo con cuarenta. Cambia la perspectiva, uno se enfada menos y entiende más las cosas. Cuando uno es joven se cabrea, patalea… si a los veinte años no eres revolucionario no tienes corazón y si a los cuarenta lo sigues siendo no tienes cabeza.
Tengo curiosidad por saber cómo acaba uno metido en una película que no le gusta nada. En este caso concreto, en XXL, me esperaba otra cosa. A mí se me habló de otra cosa. Y al final aquello fue diferente. Pero actualmente, que es algo que me llama mucho la atención, me encuentro a mucha gente a la que le gustó. Ha quedado como una película, dentro de lo que cabe, muy actual, representando a cierto tipo que existe, una personalidad muy común hoy en día [XXL cuenta la vida de un macarra de barrio que sueña con ser rico y se aprovecha del tamaño de su miembro, al que hace referencia el título, para conseguirlo y ascender].
Ha dejado claro en esta conversación que no es mitómano ni lisonjero con la industria, ¿pero a qué figura le ha impresionado conocer? A Penélope Cruz. Creo que es la actriz más impresionante que hemos tenido nunca. No solo nosotros, sino el mundo. Es la persona con la que he trabajado que más me ha impresionado. Los más grandes con los que he trabajado, como ella, Benicio del Toro, Robert de Niro o Johnny Depp son gente muy alejada de gilipolleces. Eso lo he visto más en los que van a Mujeres y hombres y viceversa [el famoso programa de los tronistas de Mediaset]. He visto más gilipollez ahí, entrando o saliendo de un hotel. Yo pregunto: “¿Pero este quién es?”. ¡Por dios! ¡Pero si no sale de un hotel así ni Robert de Niro! La gente culta y trabajadora es tremendamente humilde, sabe escuchar y puedes aprender muchísimo de ellos. ¡Qué triste que ahora sea famosa gente que no tiene nada que ofrecer! Pues si así pasan el tiempo vale, pero hay gente que puede entretenerte ofreciéndote además mucha cultura, ofreciéndote algo que te puede ayudar en tu vida.
¿En qué anda metido ahora? Estoy trabajando en una película que se llama Máximo que es la primera de artes marciales que se hace aquí en España, muy fina, con auténticos senseis.
O sea, que le han vuelto a llamar aunque sea un deslenguado. Me han llamado porque yo hice el cortometraje de esta película hace casi quince años. ¡Si no, ya hubieran pensado en otro! Lejos de eso también hay productores y productoras que me tienen muchísimo cariño. Lo malo es que el negocio del cine en España empieza a funcionar con distribuidoras: el que elige ya no es una persona ni mucho menos el director, como siempre han sido las cosas. Ahora el reparto lo eligen otros. Es un percal… para hacer una película aquí es más que complicado. Pero seguimos teniendo nuestro círculo maravilloso de pequeñas joyas que se seguirán haciendo, obviamente.
¿Cree que Almodóvar volverá a aparecer para un segundo intento? No, hombre. Nos hemos vuelto a ver mil veces. Es una de esas cosas que si no pasó una vez no volverá a pasar. No por mí, pero ha tenido infinidad de ocasiones para volverme a llamar y nunca lo ha hecho. Sus razones tendrá.
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