América Latina es la región que ha logrado, durante las últimas cuatro décadas, los avances democráticos más significativos a nivel mundial.
El estado de la democracia a nivel global y en América Latina
Dr Daniel Zovatto / Director Regional de IDEA Internacional
La democracia atraviesa un momento crítico. ¿Pero qué tan crítico es? ¿Cuáles son sus ventajas y desventajas? ¿Cuáles sus amenazas y oportunidades? ¿Qué debemos hacer para confrontar sus debilidades y revivir la promesa? Estas son algunas de las principales preguntas que tratamos de responder en el Informe Global sobre el estado de la democracia 2019 (Global State of Democracy, 2019), elaborado por IDEA Internacional, que este martes 10 de diciembre estamos presentando en México.
El surgimiento de líderes autoritarios, así como el creciente auge del populismo y de fuerzas políticas de extrema derecha en varias regiones del planeta, ha dado lugar a un intenso debate sobre el estado de la salud de la democracia. En menos de tres décadas pasamos del optimismo del fin de la historia (Francis Fukuyama) a una sucesión de libros que nos alertan del peligroso proceso de estancamiento, erosión e incluso de regresión democrática que recorre el mundo (“How democracies die”, “How democracies end” y “Ill winds”, entre otros muchos títulos recientes).
¿Qué dice nuestro Informe acerca del estado global de la democracia? Como en la novela de Dickens, Historia de dos Ciudades, la democracia vive su mejor momento pero también uno de los más difíciles. Hay razones para preocuparse, pero igualmente para ocuparse y ser optimistas. El mensaje que surge del Informe es doble: por un lado se afirma que nunca antes el mundo había sido tan democrático como en nuestros días: 3 de cada 5 personas a nivel mundial y 9 de cada 10 a nivel latinoamericano viven hoy en democracia; en otras palabras, 97 países (que representan el 62% de los países del globo) son actualmente democracias (vaso medio lleno).
Empero, el Informe también constata que la calidad de la democracia se está deteriorando de manera rápida en numerosos países del mundo (vaso medio vacío) y que el número de regímenes híbridos viene aumentando. Esta erosión democrática ocurre en distintos entornos y contextos, tanto en viejas como en nuevas democracias. Lo que es más preocupante aún es que esta erosión democrática coincide con el ascenso, en numerosos países en las diversas regiones, de políticos populistas vía elecciones, pero que una vez el poder, vía reformas legislativas y constitucionales, restringen los espacios de la sociedad civil, erosionan desde dentro los pilares de la democracia representativa y la división de poderes, debilitan el estado de derecho y restringen el respeto de los derechos fundamentales.
El Informe presenta un cuadro balanceado: por un lado, advierte que los retos que acechan a la democracia son numerosos y muy serios, ya que la mayoría de los ataques no son externos sino desde dentro, pero, por el otro lado, constata el importante nivel de apoyo ciudadano y de resiliencia que sigue teniendo la democracia en nuestros días.
Y como no podía faltar, el Informe aborda asimismo en uno de sus apartados la importancia creciente que vienen adquiriendo las nuevas tecnologías, entre ellas las TIC y las redes sociales, las cuales están produciendo una profunda transformación del panorama democrático mundial, pero advirtiendo, al mismo tiempo, que si bien estas tecnologías proporcionan un potencial sin precedente para fortalecer y profundizar la democracia, su mal uso puede generar nuevos desafíos y graves riesgos para la calidad de esta.
Según el citado Informe, los aspectos de la democracia que a nivel global han registrado los menores avances en las últimos 40 años son: 1) la reducción de la corrupción: 2) el avance en la igualdad de género; 3) la reducción de la desigualdad; y 4) el fortalecimiento de la independencia judicial.
Resumiendo: de acuerdo con el Informe de IDEA las buenas noticias no deben llevarnos a cometer el error de pecar de complacientes ya que, por primera vez desde el inicio de la Tercera Ola de democratización, la democracia sufre un proceso de erosión en toda la línea. Consecuencia de ello, si bien no estamos frente a una contra ola democrática (es decir a una disminución significativa y sostenida del número de democracias), la situación es muy preocupante ya que nunca antes, en las últimas cuatro décadas, el futuro se vio menos democrático que en nuestros días, siendo la reducción del espacio para la acción cívica, los intentos de debilitar los frenos y contrapesos democráticos, los altos niveles de desigualdad, y los ataques a los derechos humanos, los cuatro mayores riesgos que enfrenta actualmente la democracia a nivel global.
¿Cuál es la situación de la democracia en América Latina cuando se cumplen cuatro décadas del inicio de la Tercera Ola democrática?
A fines de 2019 el cuadro regional es preocupante. El crecimiento económico es decepcionante (0.2% promedio regional según el FMI); el contexto social es complejo y crispado con estallidos sociales en varios países; la pobreza ha vuelto a crecer ubicándose en el 30.8% (Cepal, 2019) y la reducción de la desigualdad (medida por el índice de Gini) se estancó o incluso retrocedió; existe, asimismo, un profundo malestar con la política y de desconfianza con las élites tradicionales; y, consecuencia de todo ello, la gobernabilidad se ha vuelto crecientemente compleja. A todo lo anterior debemos sumar la existencia de una ola creciente de demandas y expectativas insatisfechas aunado a escándalos de corrupción y altos niveles de inseguridad, cuya letal combinación coloca a la política bajo sospecha, erosiona la legitimidad de la democracia y debilita la credibilidad de sus principales instituciones.
Del informe de IDEA Internacional deseo rescatar 10 tendencias positivas e igual número de desafíos y déficits que afectan actualmente la calidad de la democracia en nuestra región.
Tendencias positivas
1. América Latina es la región que ha logrado, durante las últimas cuatro décadas, los avances democráticos más significativos a nivel mundial. Las tres dimensiones que han experimentado un progreso más importante son: gobierno representativo, elecciones limpias y democracia directa. El avance promedio de los cinco componentes democráticos durante el período 1978-2018 es de 65%, muy superior al promedio mundial de avance que es de 41%.
Cabe destacar que el ritmo de avance democrático tuvo diferentes velocidades: muy rápido entre 1978 y 1990; se ralentizó hasta mediados de la década del 2000; y a partir de entonces se estancó en todos los componentes salvo el de bienestar básico y el de participación electoral.
2. Latinoamérica es la tercera región más democrática del mundo (86%), detrás de América del Norte (100%) y de Europa (93%);
3. Algunas de las democracias latinoamericanas, Uruguay, Costa Rica y Chile están entre las mejores del mundo. En 2018 Uruguay fue el único país latinoamericano que logró las más altas calificaciones en los cinco atributos democráticos. Empero, a nivel regional, existe una gran heterogeneidad en materia de calidad de la democracia entre los países de la región. Es posible identificar 12 patrones diferentes de desempeño democrático. Cuba es el único país de la región que no ha hecho una transición a la democracia desde 1978 a la fecha y que durante estos 40 años ha permanecido como un gobierno no democrático.
4. De los cinco países del mundo con los mejores indicadores en materia de “gobierno representativo”, tres son latinoamericanos: Costa Rica, Chile y Uruguay.
5. La gran mayoría de las democracias de la región han demostrado una notable resiliencia en las últimas décadas, es decir la capacidad de los sistemas sociales para afrontar crisis y desafíos complejos así como sobrevivir a ellos, innovar y recuperarse. En efecto, sólo el 27% de las democracias sufrieron interrupción durante estas cuatro décadas. De los tres países que eran democracias en 1977 (inicio de la Tercera Ola) dos lo siguen siendo: Costa Rica y Colombia. Únicamente Venezuela se convirtió en un régimen autoritario.
6. En la mayoría de los países latinoamericanos los sistemas electorales se fortalecieron. Seis de los países de América Latina se ubican en el 25% más alto del mundo en el indicador “elecciones limpias”: Uruguay, Costa Rica, Argentina, Chile, Panamá y Colombia.
7. América Latina es la región en la cual se han producido los mayores avances en igualdad de género. En efecto cuenta con el porcentaje más alto de participación de mujeres parlamentarias en el mundo: 27% promedio regional frente al 24% promedio mundial. La mala noticia es que aún es mucho lo que falta por avanzar y que en este momento no hay ninguna mujer presidenta en la región.
8. Latinoamérica cuenta con los niveles (promedio regional) más altos del mundo en materia de participación electoral: 67%, si bien existe una gran diversidad entre los países de la región.
9. América Latina cuenta con niveles altos en materia de libertad de religión (incluso superior a los de Europa) y de libertad de movimiento.
10. En la mayoría de los países de la región los espacios de la sociedad civil se han visto fortalecidos, si bien existen importantes excepciones: Cuba, Nicaragua, Venezuela pero también en Bolivia, Honduras y Guatemala entre otros.
Desafíos
1. Pese a los importantes avances registrados en materia de avance democrático, numerosos países de la región sufren de debilidad democrática en diverso grado, existiendo alta heterogeneidad entre los países latinoamericanos en materia de calidad de la democracia.
En materia de países, según el Informe, Brasil ha experimentado un proceso de erosión democrática en los últimos cinco años al igual que Bolivia; mientras Haití, Honduras, Guatemala y República Dominicana son los que presentan una mayor debilidad democrática.
Nicaragua atraviesa por un proceso de grave regresión democrática mientras Venezuela sufre un proceso de ruptura democrática total, siendo el único país en el mundo que ha transitado de altos niveles de gobierno representativo (décadas atrás) a un régimen no democrático. Constituye en este sentido el caso más largo de retroceso democrático: 20 años seguidos. Ambos países junto a Cuba constituyen los tres regímenes no democráticos que existen actualmente en nuestra región.
En relación con los sub-atributos que presentan un avance más lento en Latinoamérica, cabe mencionar: ausencia de corrupción, acceso a la justicia e igualdad entre grupos sociales.
2. Cuatro décadas después del inicio de la Tercera Ola, la región muestra signos de fatiga democrática. El apoyo a la democracia (promedio regional), ha venido disminuyendo de manera ininterrumpida, alcanzando en la medición del Latinobarometro 2018, 48% de apoyo, el nivel más bajo de los últimos años, únicamente comparable al registrado durante la crisis de 2001. También se registra un preocupante aumento del grupo de ciudadanos que expresan indiferencia entre un sistema democrático y uno autoritario, llegando en 2018 al 28%. Por su parte, la insatisfacción con el funcionamiento de la democracia experimenta un fuerte crecimiento: pasa del 51% al 71% en tan sólo una década, mientras la satisfacción con la misma cae (durante el mismo período) del 44% al 24%.
3. La crisis de la democracia representativa se agudiza. La confianza ciudadana en los congresos cae y se ubica en el 21% promedio regional, mientras la confianza ciudadana en los partidos políticos se desploma a un anémico 13% promedio regional. Ello afecta negativamente la legitimidad de las instituciones de la democracia representativa, debilita la institucionalización de los partidos, aumenta la fragmentación, la polarización y la volatilidad, agudiza la brecha de confianza entre ciudadanos y partidos, facilita la irrupción de candidatos independientes, outsiders, anti-sistemas así como las tendencias populistas y agrava la gobernabilidad.
4. Sin perjuicio de los importantes avances logrados en materia de integridad electoral, varios países de la región sufren importantes retrocesos, con procesos electorales caracterizados por altos niveles de irregularidades, injerencia indebida de los oficialismos, relaciones opacas del dinero con la política y las campañas electorales, manipulación de los resultados electorales y órganos electorales sin los niveles adecuados de independencia. Entre los más recientes cabe citar: Nicaragua (2016) Honduras (2017), Venezuela (2018) y Bolivia (2019).
Consecuencia de lo anterior, caen los niveles de confianza ciudadana en los tribunales electorales; del 44 al 28% en tan solo cinco años (promedio regional de Latinobarometro 2018) y en las elecciones: del 63.1% al 45.5% entre 2004 y 2019 (promedio regional de LAPOP 2019).
5. Pese a la disminución lograda durante los últimos años en materia de reducción de la desigualdad, América Latina, con un Gini de 0.465 (promedio regional Cepal 2018) registra los niveles más altos de desigualdad de ingresos del mundo. De los 26 países mas desiguales del mundo, el 58% está en nuestra región. La desaceleración del crecimiento económico durante el último quinquenio ha producido una estancamiento o incluso, en algunos países un retroceso, en materia de reducción de la desigualdad.
6. América Latina es la región con la mayor proporción de democracias con altos niveles de corrupción del mundo, después de África y Medio Oriente, si bien con una amplia diversidad de situaciones entre los países latinoamericanos.
7. América Latina tiene los niveles más altos de delincuencia y violencia del mundo. Con solo el 8% de la población mundial concentra el 33% de los homicidios del mundo, si bien con una amplia diversidad de situaciones entre los países de la región.
8. Pese a las numerosas reformas (legislativas, constitucionales, institucionales) que se han venido haciendo en la región durante las últimas décadas, Latinoamérica se caracteriza por un marcada debilidad del estado de derecho, acompañada de altos niveles de impunidad. Ello se correlaciona con un nivel muy bajo y decreciente de confianza ciudadana en el poder judicial, el cual se ubica en el 24% promedio regional. La injerencia indebida de la política en la justicia ha generado una politización de la justicia seguida luego de una judicialización de la política.
9. La región se caracteriza por una gobernabilidad crecientemente compleja. La aprobación de los gobiernos ha caído de manera abrupta e ininterrumpida durante la última década, pasando del 60% promedio regional al 32% en 2018 (Latinobarómetro 2018), con una amplia diversidad de situaciones entre los presidentes de los países latinoamericanos.
La explicación de este fenómeno radica, en buena medida, en la falta de correspondencia que existe entre, por un lado, las expectativas y demandas de una ciudadanía que mejoró su nivel de consumo, que está más empoderada y es más exigente de sus derechos, que está más conectada vía las redes sociales y, por el otro, el sentimiento de frustración y temor a perder lo alcanzado o a no poder seguir consumiendo y progresando con el mismo ritmo. Los altos niveles de desigualdad, no solo de ingreso sino de aquella que integra la llamada “cultura del privilegio” también juega un papel importante en el creciente malestar ciudadano que está provocando indignación con la política y las élites, un aumento de la polarización y del voto anti-establishment, mayor conflictividad social y tendencias populistas de izquierda y de derecha.
10. En los últimos años ha irrumpido con fuerza un tema que no es nuevo pero que sí presenta características nuevas: el desafío migratorio. Por un lado, la situación de mexicanos y centroamericanos con destino a los Estados Unidos enfrentan una política xenófoba de mano dura de parte de la administracion Trump. Haití atraviesa asimismo por una situación muy delicada que complica su relación fronteriza con la República Dominicana. En tercer lugar, la crisis nicaragüense y, sobre todo, la venezolana ha agravado este fenómeno. Se calcula que ya han emigrado mas de 4.3 millones de venezolanos (la mayoría durante los últimos 5 años), lo cual la convierte en la crisis migratoria y humanitaria más grave de la historia latinoamericana.
Qué hacer frente a este complejo y desafiante panorama regional que surge del Informe de IDEA?
Lo primero, tomar conciencia de la necesidad de movernos, con urgencia y brújula estratégica, en la actual época de “aceleración tecnológica” y profunda transformación del capitalismo que de ella se deriva.n
Lo segundo, América Latina necesita poner en marcha una agenda renovada que apunte a sentar las bases de una democracia de nueva generación dirigida a mejorar la calidad de la democracia, sus instituciones y el liderazgo político, recuperar el crecimiento económico, blindar los avances sociales, repensar el modelo de desarrollo y cumplir con la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU; una agenda que debe estar estructurada en torno a cuatro objetivos prioritarios:
Uno, recuperar niveles adecuados y sostenibles de crecimiento económico. Para ello es necesario incrementar la productividad y la competitividad, aumentar la inversión, mejorar la infraestructura, la educación y la innovación, pero también el clima de negocios, la estabilidad política y la seguridad jurídica.
Dos, mejorar la calidad de la política y de la democracia, aumentando los niveles de resiliencia de la misma, es decir su capacidad para afrontar crisis y desafíos complejos, sobrevivir a ellos, innovar y recuperarse. Fortalecer, asimismo, sus principales instituciones –partidos y congresos- y el estado de derecho en la lucha frontal contra la corrupción y la impunidad.
Tres, mejorar la gobernabilidad democrática en tiempos de alta complejidad e incertidumbre. La democracia necesita de una gobernanza de calidad, con transparencia y rendición de cuentas. La reforma del Estado es prioritaria ante el evidente rezago de la institucionalidad pública para gobernar sociedades cada vez más complejas, modernas, empoderadas e hiper conectadas. El aparato público debe ganar eficiencia, mayor transparencia y rendición de cuenta, contar con una adecuada base fiscal, políticas públicas de calidad e incorporar los avances de la tecnología y de la digitalización.
Cuatro, avanzar hacia un nuevo contrato social que tenga como norte blindar los avances sociales logrados en la lucha contra la pobreza y la desigualdad –para evitar retrocesos- y, al mismo tiempo, avanzar en el cumplimiento de la agenda 2030 de desarrollo sostenible dirigido a garantizar una ciudadanía empoderada y con pleno disfrute de sus derechos.
Esta es la agenda que el liderazgo político latinoamericano necesita debatir con urgencia, inteligencia e innovación. Una agenda que combine democracias de calidad y resilientes con buen gobierno para ayudarnos a navegar en estos tiempos turbulentos. Una agenda que permita mejorar la capacidad de los gobiernos para gestionar exitosamente las crisis; una agenda dirigida a aprovechar las oportunidades y las coyunturas favorables para sortear con éxito las situaciones y los acontecimientos adversos. Una agenda para que, como acertadamente recomendaba Hirschman, nos permita “pensar en lo posible antes que en lo probable”. No hay tiempo que perder.