Herbert S. Klein (Nueva York, 1936) es el académico vivo que más tesis doctorales ha dirigido en EE UU. Desde las universidades más punteras de su país —Chicago, Columbia o Stanford— este historiador y antropólogo ha apadrinado a decenas de estudiantes en la fértil tradición estadounidense de los estudios latinoamericanos. El Colegio de México acaba de concederle el Premio Alfonso Reyes por sus vastas investigaciones sobre la esclavitud, las finanzas y la demografía colonial, así como la historia comparada de la región durante el siglo XX. En sus libros —La esclavitud en América Latina o del Caribe o Historia mínima de Bolivia, ambos editados en español por el Colmex— desarma lugares comunes como el supuesto papel subalterno de la comunidad aimara; e ilumina hechos poco conocidos como la colaboración de las élites africanas en el comercio de esclavos.
Pregunta. ¿Cuál fue el papel de los pueblos africanos en el desarrollo del esclavismo?
Respuesta. Pese a las ideas muy extendidas de que los europeos llegaron y robaron a los africanos, el tráfico fue controlado desde los pueblos y reinos africanos hasta las colonias americanas. Los europeos tenían una idea muy limitada de la costa africana. Les era muy difícil llegar a Nigeria, El Congo o Angola. Además, era un mercado que fue muy especializado, caro y lento. Tomaba tres meses completar un barco de 300 esclavos. Y los mercaderes africanos exigían textiles de Asia o productos especiales como armas.
P. Otro mito entonces es que el comercio de esclavos era barato.
R. Era carísimo. El poderoso pueblo Ashanti, en el norte de Ghana, pedía directamente oro. Los actores africanos fomentaban la competencia entre europeos. De hecho, durante la primera época los colonos portugueses no podían acceder a las zonas de Benín o Biafra, de las más apreciadas. Hasta que no llegó el boom en Brasil de los minerales, oro incluido, los portugueses no pudieron acceder a esas zonas.
P. Los portugueses fueron los que más se acercaron a controlar el negocio desde el origen.
R. Sí, en Angola y Mozambique surgió una clase mercante afroportuguesa, mestizos libres, que consiguieron no depender tanto de los mercaderes. Fueron capaces de acumular esclavos y mandarlos al exterior. Los portugueses llegaron incluso a entrar en guerras en suelo africano para apoyar a sus socios esclavistas contra otros pueblos que apoyaban a ingleses u holandeses. Fueron los únicos que entraron directamente a África.
P. ¿Qué diferencias había entre las expediciones españolas y portuguesas por un lado; y las holandesas, inglesas o francesas?
R. La Corona española y portuguesa controló el flujo hasta al casi el siglo XIX. Mientras que holandeses, ingleses, incluso franceses, fueron los primeros en montar sus expediciones privadas al margen de la Corona. Liverpool o Nantes fueron grandes puertos de barcos de negreros
P. ¿Cómo era la relación entre esclavos indígenas y africanos?
R. Las leyes que abolían la esclavitud indígena fueron más tardías en Brasil, lo que provocó muchas rebeliones y escapadas por una frontera que, además, era muy abierta y difícil de controlar. Mientras que los esclavos africanos, desarraigados, eran fáciles de controlar, pero eran caros. Hasta 1600, la mayoría eran esclavos indígenas. Una vez que Brasil entró a fondo en el mercado europeo del azúcar, pudo conseguir el dinero para comprar esclavos africanos. Y a partir de aquí, los indios prácticamente desaparecieron. Los portugueses no fueron tan sensibles a la cuestión de los derechos humanos como los españoles.
P. ¿Cuál fue la diferencia?
R. En Portugal no hubo debates profundos en relación a los indios. En España, sí. Esto tiene que ver con que los portugueses no tenían tanto control sobre Brasil como los españoles sobre sus colonias. Ni había una implantación tan fuerte de la iglesia. Además, España conquistó civilizaciones desarrolladas —incas, mexicas—, con estructuras sociales y económicas establecidas, con campesinos produciendo su propia tierra. En Brasil eran fundamentalmente cazadores-recolectores, nómadas, menos desarrollados y más difíciles de controlar. España buscó absorber esa estructura previa de nobleza y, sobre todo, campesinado que pagaba impuestos. Simplemente eliminaron a la élite local para poner al virrey.
P. ¿Cuál es el legado en el presente de ese pasado colonial esclavista?
R. En todas las sociedades que fueron esclavistas sigue existiendo racismo. La cuestión es la intensidad y cómo opera. En Brasil, por ejemplo, hay menos guetos negros que en EE UU. Es una sociedad más integrada. También está cambiando la autoidentificación racial. Hasta los 50, Brasil se consideraba a sí mismo un país blanco. Ahora el brasileño medio ya se acepta como mestizo. Aunque hay otros datos significativos. Las familias negras de clase media-alta tienen problemas para asegurar la misma posición de clase para sus hijos, algo que no pasa con las familias ricas blancas.
P. ¿Aun queda lejos romper esa identificación de lo blanco con lo positivo, lo rico?
R. En Bolivia, por ejemplo, también existe un alto nivel de autoidentificación. Un tercio de los indios no hablan un idioma indígena, hablan español, y sin embargo se identifican como indígenas. Esto es debido a una movilización extraordinaria de las clases populares aimaras, que aún quitando el elemento de la lengua, no se quieren identificar como blancos. Ellos han sido el catalizador, pese a que en los 50 todo el mundo pensaba en los quechuas eran la comunidad predominante en Bolivia y que los aimaras eran muy pasivos.
P. Usted habla en su libro que Bolivia es “la más indígena de nuestras repúblicas”
R. En porcentaje de población es más indígena Guatemala , pero la más autoidentificada es Bolivia. Esto se debe a ese orgullo de las comunidades y, sobre todo, a la educación. Desde los 40 hay una red de educación rural para los campesinos. Antes incluso de la llegada de Evo Morales.
P. ¿Qué cree que va a pasar en las presidenciales de mayo?
R. El MAS va a ganar de nuevo. No hay otro país en América Latina donde la comunidad indígena se haya expresado tan poderosamente.
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