Lorenzo Meyer consideró que esto era algo inevitable, ya que no se puede hacer un cambio de las reglas del juego y esperar que no se polarice la discusión política.
Dentro de los muchos temas que aquejan al país, uno fundamental es la cada vez más difícil posibilidad de entablar un diálogo abierto en público entre funcionarios del Estado y académicos, periodistas, la comunidad crítica que obedece a un buen número de orígenes e intenciones, señaló el académico Sergio Aguayo.
Durante la Mesa Política de Aristegui en Vivo, Aguayo sostuvo que en ambos lados existe la tendencia de descalificar al otro de manera burda, totalmente injustificada y sin sustento. Y, por ello, reconoció la reacción que tuvo la periodista Carmen Aristegui luego de la carta que le enviaron más de 60 radioescuchas que cuestionaron la orientación editorial de su programa de radio y portal web.
“Esos son los gestos que debemos privilegiar. Ese ejercicio tan elemental y mínimo es lo que hemos ido perdiendo y hemos caído un poco en el enojo cuando te acusan injustificadamente. Necesitamos gestos concretos como ese que hiciste de invitar a críticos a expresar sus puntos de vista”, expresó.
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“La única manera en la que vamos a poder enriquecer la discusión es escuchándonos, respondiendo con respeto y atención y hacer a un lado las descalificaciones ad hominem, generalizadoras, que se empeñan en categorizar lo que estamos viviendo como blanco y negro, sin reconocer que lo que estamos viendo es todo un pantone de grises. Tenemos demasiados problemas como para no darle una oportunidad a escuchar con respeto y atención al otro”, agregó.
Por su parte, la politóloga Denise Dresser consideró que en México está prevaleciendo la lógica de la polarización por parte de todas las fuerzas políticas, las cuales recurren a esto para apelar a una población a la que conviene confrontar.
“Un bando usa el epíteto de fifí, mientras el otro acuña a la descalificación chairos. Los lopezobradoristas tildan a sus críticos de conservadores y la oposición califica al presidente de populista y, entonces, el debate no se centra en las ideas, sino en torno a la identidad. No importa qué argumentes, sino quién se supone o se dice o se cree que eres”, manifestó.
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“La identidad se ha vuelto un arma para la descalificación. Se usa para desacreditar las preocupaciones de los críticos presentándolos como parte de un grupo que sólo busca proteger sus intereses a costa del cambio o a expensas del pueblo. La razonabilidad o legitimidad de la crítica queda sumida frente a la supuesta identidad de quién la emitió. Ya no es posible discutir racionalmente las ventajas o desventajas de cualquier política pública, porque la discusión se centra en las personas y no en las ideas”, abundó.
Al ser una de las señaladas por los críticos del programa Aristegui en Vivo y el sitio web Aristegui Noticias, Dresser aclaró que en 2018 ella votó por Andrés Manuel López Obrador, como lo había hecho en elecciones pasadas.
“Creo todavía en sus causas aunque discrepe de muchos de sus métodos. Mi crítica es con afán de señalar errores con la esperanza de que sean corregidos, pero no importa que yo haya sido crítica constante de los defectos del sistema político y económico a lo largo de los últimos seis sexenios, y eso está constatado; no importa que lleve 30 años siendo feminista, de pronto mi trayectoria es borrada y distorsionada para crear una cruel ventaja que después miembros de la 4T proceden a quemar”, acusó.
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“Algo está mal cuando para la izquierda el enemigo eres tú o Lydia Cacho y no Manuel Bartlett”, refirió.
En tanto, para el historiador Lorenzo Meyer, la polarización es algo inevitable.
“No se puede hacer un cambio de las reglas básicas del juego y esperar que no se polarice la discusión política”, dijo.
No obstante, alertó sobre la violencia que esta podría generar, ejemplificando con el asesinato de Alfonso Isaac Gamboa Lozano, quien en 2016 redactó los convenios para otorgar 250 millones de pesos para el “Fortalecimiento Financiero” del gobierno de César Duarte, mismos que fueron transferidos al PRI.
“El uso de otras formas en donde ya se parece al crimen organizado y la defensa de los intereses del pasado, eso sí que complica nuestra situación y hace todavía más difícil el proceso de transformación de México”, comentó.
Gamboa Lozano fue ejecutado el pasado jueves 21 de mayo, junto con dos hombres y tres mujeres, presumiblemente familiares, en su domicilio de descanso ubicado en el fraccionamiento Las Brisas en Temixco, Morelos. Las primeras indagatorias apuntan a que el multihomicidio fue perpetrado por cuatros hombres armados.
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El exfuncionario era considerado pieza clave en las investigaciones sobre transferencias multimillonarias, realizadas desde la Secretaría de Haciendo a por lo menos seis entidades de la República, en el sexenio de Enrique Peña Nieto.
“Entre los muchos asesinatos que hay, destaca este porque no está relacionado con el crimen organizado. Es un crimen político y todo me indica, salvo que investigaciones demuestren lo contrario, es un funcionario que iba a ser requerido en Chihuahua para que diera su testimonio sobre cómo se dirigían estos millones de pesos a empresas que no existían para luego transferirse a lo que realmente se deseaba que era la ayuda al PRI. Esto sí parece ser un crimen político relacionado con el encubrimiento de uno de los grandes problemas de la corrupción del sexenio pasado”, apuntó.