Con las costas atlánticas y cantábricas en fase 3, los oleajes más calmos del año garantizan a quienes quieran iniciarse en este deporte toda una experiencia lúdico-deportiva. Eso sí, condicionada por los protocolos anticovid-19, que exigen distancia física y máxima higiene en las escuelas. A la espera de poder viajar con la furgo y la tabla por todo el litoral español, nada como sentirse parte de la naturaleza en estas ocho playas imponentes.
1 Para todos los niveles
Penarronda, Castropol / Tapia de Casariego (Asturias)
Vengan con mucha o poca mar, las olas baten de manera limpia y para todos los niveles en esta suave concha embellecida por un campo dunar. En cuanto sopla viento de componente sur, la llamada de las tablas se produce a ambas orillas de la desembocadura del arroyo, bajo la ermita de San Lorenzo (adonde subir al finalizar la jornada para disfrutar del atardecer).
¿Y si sopla noreste? Pues entonces se ve a los jinetes acuáticos suspendidos en la línea de flotación junto al peñasco horadado que da nombre a la playa. Las amplias dimensiones de Penarronda favorecen tanto el distanciamiento corporal como la buena vecindad (cosa rara) entre surfistas y bañistas. Aquí son suficientes los trajes de neopreno más fino, recomiendan en la escuela ¡Hola! Ola, que lleva dos décadas impartiendo cursillos.
2 Aspirante a reserva surfer
Razo, Carballo (A Coruña)
Unida a Baldaio por un brazo de arena de cinco kilómetros —lo que suma un generoso aforo de 20.000 bañistas—, la playa de Razo es sinónimo de oleaje fuerte y constante. De tal calibre que, junto al resto de rompientes de la Costa da Morte, aspira a ser declarada reserva mundial de surf por la organización Save the Waves, que trabaja para proteger los ecosistemas costeros. De ser así, será la segunda reserva europea, tras la de Ericeira (Portugal).
De una inmensidad tan vasta, en Razo la mirada se pierde entre la bruma y el horizonte, con spots predilectos para los principiantes gracias a que los fondos de arena favorecen los multipicos. Hay tres albergues surfistas en la zona, si bien el Raz Surf Camp es, con tres décadas a sus espaldas, el más veterano de Europa. Su primer campamento arranca el 27 de junio.
3 Ola tubera, marco salvaje
Punta Blanca, Guía de Isora (Tenerife)
Los surfistas tinerfeños ávidos de emociones juegan a dos barajas. Según donde castigue el Atlántico, acuden al arenal del Socorro, en el norte, o toman como objeto de deseo, en el sur, la playa rocosa de Punta Blanca, rodeada por un entorno salvaje orientado hacia la isla de La Gomera y sede de diversos campeonatos.
En Punta Blanca revienta una ola de izquierda que es el encanto de los surfistas canarios. Los hay que dejan el coche en la carretera TF-47 y se acercan por la pista de tierra, aunque también se puede aparcar en la calle de Alpispa (en la zona de Varadero) y caminar durante un kilómetro por el paseo marítimo de asfalto rojo. De esta forma podremos disfrutar de los enclaves de El Chalé, en el que entra una ola de derecha más larga que la de Punta Blanca, aunque menos tubera, y el Del Medio.
4 Con permiso del chorlitejo
A Lanzada, O Grove (Pontevedra)
En el gran playazo de las Rías Baixas cobra un interés añadido la pasarela de 2,5 kilómetros en paralelo a la cadena de dunas —entre las más aquilatadas de Galicia—, hábitat del chorlitejo patinegro, así como el enorme aparcamiento, que ocupa lo que en su día fue un aeródromo y que no augura restricciones.
Del 15 de junio al 15 de septiembre, los surfistas y las escuelas cuentan con una zona específica en la parte sur de la playa, en el punto más cercano a la ermita de A Lanzada. Y es que este gran arco arenoso situado a cinco kilómetros de la isla de Ons, fácil y seguro, reúne excelentes condiciones para los principiantes, desarrollándose el oleaje óptimo en torno a las medias mareas. La bicicleta se ha revelado como el medio de transporte idóneo para recorrer este y otros arenales del municipio pontevedrés.
5 Al este de Santander
Loredo, Ribamontán al Mar (Cantabria)
Extensión natural de la playa de Somo, Loredo es un paraíso a flor de agua por la manera en que rompen las olas de componente noroeste —originarias de Galicia y de Irlanda— tras surcar la bahía de Santander, cuyo skyline se levanta al fondo. Un ecosistema del que es devoto, entre otros, el músico uruguayo Jorge Drexler. En las calles de Loredo, los neoprenos y las tablas son tan habituales como los semáforos o las farolas.
Detrás de las dunas que reciben el fuerte oleaje incluso bajo la canícula abrió el año pasado el albergue Plea Beach House, donde reina un estupendo ambiente surfero. El spot de la isla de Santa Marina, mejor reservarlo para los expertos. Como complemento, Loredo alberga un circuito pump track (con montículos) para monopatines y bicicletas en el que no es preciso darse impulso.
6 A la playa en metro
Atxabiribil, Sopela (Bizkaia)
Entre las rompientes orientadas al noroeste que festonean la comarca del Gran Bilbao se halla este arenal abierto al Cantábrico y apoyado en un sugestivo peñón. A su lado, el farallón intermareal ostenta una ikurriña a cuyos flancos rompen los beach breaks, series de olas con fondo arenoso tan divertidas de navegar. Sus multipicos son parangonables a los de la playa de La Salvaje, distante un kilómetro.
Bien mirado, Atxabiribil, en bajamar, forma un todo continuo con la playa de Arrietara. De continuar las actuales restricciones al aparcamiento, habrá que tener presente que la parada del metro de Bilbao es Larrabasterra, situada a algo más de dos kilómetros del arenal de Atxabiribil. En cuanto reabra la terraza El Peñón podremos disfrutar del sol reclinando dando cuenta de elaborados pintxos y mojitos.
7 Bajo el acantilado
Hierbabuena, Barbate (Cádiz)
Esta playa prístina sirve de banderín de enganche entre el puerto deportivo barbateño (la zona donde aparcar) y los arborizados acantilados de La Breña, catalogados como parque natural y separadores de Barbate pueblo y Los Caños de Meca. La blanca arena de Hierbabuena se adorna con una inusitada vegetación dunar, junto a la que pasan los surfistas en fila india (actualmente en grupo está prohibido por las normas contra la pandemia) camino del cantil donde rompen dos picos dignos de mención —uno flojo y otro fuerte— que avalan la celebración en esta zona del Open de Surf La Yerbabuena. El fondo tiene una base rocosa, lo que, unido a los vientos de componente oeste, genera olas de derecha muy contundentes. Los curiosos otean desde el antiguo molino, y comentan después la jugada devorando la rica fritura del bar Paquete.
8 Una fábrica de olas
A Frouxeira, Valdoviño (A Coruña)
En la vertiente occidental de punta Frouxeira se acuesta este ingente playón, entre los más yodados de Galicia, tras el cual se esconde una valiosísima laguna litoral, rica en presencia ornitológica. Aquí se disfruta de una auténtica fábrica de olas de tres kilómetros de extensión, con todo el arco imaginable de vientos, mareas y oleajes.
Outeiro es como se conoce su sector central, al que se accede entre dunas del color del nácar; en la margen izquierda, A Cristina es el spot menos peligroso, mientras que hay que desconfiar, en el otro extremo, de la corriente que se forma delante del islote de A Percebelleira. Conviene enfundarse en trajes de neopreno (de 4/3 milímetros), aunque sin necesidad de escarpines. Valdo Surf School tiene previsto reanudar sus cursos de surf y bodyboard el próximo 21 de junio.
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