El Barça no es el Barça


Hay quienes piensan en Chile que a Arturo Vidal la memoria selectiva le ha jugado una mala pasada. Al futbolista del Barcelona, curtido en un barrio duro de Santiago —”su casa tenía ventanas de plástico, hacía más frío adentro que afuera”, recuerda un compañero del azulgrana en el Colo Colo—, se le reprocha su poco compromiso social en la crisis política en su tierra el año pasado. Se celebró la actitud de Charles Aranguiz, jugador del Bayer Leverkusen, que de entrada se negó a disputar un amistoso ante Perú el pasado 19 de noviembre (en medio de las protestas en Chile), como se condenó la de Arturo Vidal. “El partido no se debería jugar. Lo que está pasando en el país es bastante serio”, se quejó Aranguiz. “Vengo acá a jugar para la selección, a tratar de aprovechar este último partido y preparar lo que viene”, dijo Vidal. El amistoso se suspendió. El azulgrana quedó señalado.

“Que lindo te ves ‘apoyando’ Arturito… pero se te olvidó tu pueblo en octubre…”, le criticó Catalina Carrillo, internacional del Universidad de Chile, después de que Vidal se expresara en contra del racismo tras la muerte de George Floyd. Arturo Vidal da consejos económicos -invierte en bitcoin y tiene más de 18 propiedades en su país-, y se divierte con los coches de lujo y los caballos de carrera. Y, según él, no reniega de su pasado. “Soy del pueblo. Soy de uno de los barrios más pobres de Santiago. Y hoy puedo decir que soy lo que soy gracias a la gente que se crio conmigo y vivió lo mismo que yo”, concluye Vidal. Más o menos con su historia en la memoria, de lo que Arturo Vidal no se olvida es de su rol en el campo. En sus inicios en el Colo Colo y en el Bayer Leverkusen, en gigantes como la Juve y el Bayern Múnich, y en el Barça de Leo Messi, Vidal es vitamina. Y lo fue siempre.

“Si fuera a la guerra, definitivamente llevaría a Arturo conmigo. Es un tipo agradable y extremadamente competitivo, así como un verdadero hombre de vestuario. En Bayern nos dio cosas que no teníamos, ve el fútbol de cara. A Vidal le das una patada en el pecho y siempre pone la cara”, lo elogió Pep Guardiola, que lo entrenó en el cuadro de Baviera. Al hoy técnico del City no le incordiaba el caos de Vidal. Lo mismo le sucedía a Ernesto Valverde en el Camp Nou: “Arturo Vidal no es ordenado, pero esa es su virtud”. De entrada, Messi miraba con distancia al chileno. Las duras batallas en las dos finales de América (2015 y 2016) entre la Albiceleste y la Roja habían dejado asperezas sin limar entre los dos vestuarios.

El aval de Messi

Primero se ganó al hijo con su particular peinado –”Thiago me pregunta siempre por Arturo y el pelo”, dijo el 10- y después su entrega conquistó al capitán azulgrana. “Arturo nos da muchísimo, cuando entra contagia, recupera, llega, juega… es un jugador muy importante para nosotros”, analiza Messi a Vidal, de 33 años.

Quique Setién lo mandó al campo desde el inicio en su primer partido en el banquillo del Camp Nou ante el Granada. Hasta el parón por la covid-19, el chileno alternó titularidades con suplencias. Presente, sin embargo, en los duelos decisivos como ante el Madrid y el Nápoles. Tras el regreso de LaLiga, Setién apostó por Vidal en dos de los tres encuentros. “Tiene energía positiva”, dice el preparador cántabro. También tiene gol: siete dianas en nueve remates a portería. Nadie tiene el mejor ratio goleador que el chileno. Con Vidal en el campo el Barça pierde el 12% de los partidos; sin él, el 33%.

Con contrato en el Barcelona hasta 2021, ya no se habla de un posible traspaso de Arturo Vidal en el próximo mercado. El chileno se quiere quedar en el Camp Nou y en la secretaría técnica del club no ven con malos ojos que finalice su vínculo. Lo quiere el vestuario, lo quiere el entrenador y lo más importante: lo quiere Leo Messi.


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