Los agentes de la Guardia Civil que llevaban más de año y medio siguiendo los pasos a Jesús G. M., Capa, estaban convencidos de que aquel chalé situado en la zona de playa de Algeciras conocida como Getares era algo parecido a un cajero automático para este presunto narco. Allí entraban esporádicamente él y sus familiares para salir siempre pocos minutos después. Sin embargo, el minucioso registro de la vivienda solo permitió en un primer momento localizar pequeñas cantidades de dinero; 2.000 euros en lo alto de un armario y otros 3.000 en el garaje, junto a un casco de moto. Fue un perro de la Guardia Civil adiestrado en la localización de billetes el que llevó a los investigadores hasta la peculiar caja fuerte en la que se escondía el grueso del dinero: la mesa de billar. Allí, el llamado por los investigadores El Señor del Puerto por ser la persona que presuntamente organizaba para otros narcotraficantes la extracción de cientos de kilos de cocaína que llegaban en contenedores al puerto de Algeciras, atesoraba en cajas de zapatos 13.000 billetes de 50 euros y otros de menor valor el llamado por los investigadores.
Los agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil terminaron interviniendo 710.000 euros en metálico a Capa, detenido a finales de octubre, aunque hasta este domingo no se ha dado conocer el arresto. Una cantidad elevada que, sin embargo, los responsables de la investigación consideran solo una mínima parte de los fondos que este presunto narcotraficante manejaba. “Ese dinero lo tenía para sus gastos corrientes y para compensar a otros narcos por aquellos alijos que se comprometía a sacar del puerto y no había podido”, señalan a EL PAÍS fuentes de la investigación. Junto a los miles de billetes, los agentes han intervenido en la llamada Operación Estratum 13 inmuebles en distintas zonas del Campo de Gibraltar, 14 cuentas bancarias, 11 vehículos de alta gama y una embarcación que el detenido acababa de adquirir por 100.000 euros. Todo ello camuflado mediante tres empresas pantalla que, sobre el papel, se dedicaban respectivamente a las reformas, la pintura y la instalación de placas solares. Al frente de ellas figuraban su hijo y su exmujer, también arrestados en la operación y posteriormente puestos en libertad, aunque en realidad era él quien manejaba unos negocios legales que registraban atípicos ingresos en efectivo y escasa actividad comercial.
Jesús G., nacido hace 54 años en el barrio del Cobre, de Algeciras, no era, ni mucho menos, un desconocido para las fuerzas de seguridad. Comenzó en el negocio del contrabando siendo aún menor, trabajando para las bandas subiendo a una loma cercana a los lugares de desembarco de los alijos para alertarlas con cartulinas de colores sobre la posible presencia policial durante los desembarcos de tabaco y hachís. Desde entonces su vida ha permanecido ligada a los diferentes tráficos ilegales de la zona. Detenido en varias ocasiones sin que sufriera graves consecuencias penales, terminó escalando en la cúpula del narcotráfico del Campo de Gibraltar hasta convertirse en un objetivo prioritario para la Policía Nacional y la Guardia Civil, que hasta ahora no habían logrado reunir pruebas suficientes para actuar contra él.
De hecho, en el verano de 2018, cuando la UCO detuvo en la Operación Allis Ubbo a 21 personas, 10 de ellas trabajadores del puerto de Algeciras, como supuestos integrantes de una red que facilitaba la entrada de grandes alijos de cocaína en Europa, Jesús G. estuvo en el punto de mira de los investigadores. “Entonces ya detectamos su presencia en las reuniones a las que asistían los representantes de las organizaciones de narcotraficantes que habían enviado la droga en los contenedores, pero no pudimos recopilar pruebas contra él”, admiten fuentes cercanas a aquella investigación. Con aquellos primeros indicios, los agentes iniciaron la Operación Estratum que ahora ha permitido detenerlo. “Centramos la investigación en su patrimonio y descubrimos los primeros indicios del sospechoso origen del mismo”, añade. Además de las tres empresas pantalla, los agentes descubrieron que Capa y su entorno figuraban como ganadores de varios premios de lotería, uno de los mecanismos habitualmente utilizados para el blanqueo de capitales.
Fuentes cercanas a la investigación reconocen que los seguimientos a Capa no fueron fáciles. “Tomaba numerosas medidas de seguridad y nunca le pudimos intervenir una conversación telefónica comprometedora”, añaden. Sí las de otros presuntos implicados en el narcotráfico de la zona, que hablaban de él con una mezcla de temor y respeto. “Nadie es capaz de tumbar la puerta de Capa”, resumía con admiración uno de ellos a un interlocutor en referencia a lo que parecía una inmunidad total del delincuente a las operaciones policiales que en los últimos meses se han desarrollado en la zona y han terminado con el arresto de otros narcos como miembros del clan de los Castañas o Kiko el Fuerte. Otras conversaciones intervenidas mostraban, sin embargo, la otra cara del poder de Capa: “No podemos dejarle fuera [de un alijo], porque si se entera puede enviarnos un colombiano a matarnos”, aseguraba un pequeño narco.
Un poder que Jesús G. sustentaba en la red de contactos que había logrado crear en Algeciras hasta ser considera El Señor del Puerto por su control sobre los trabajadores de una instalación que se ha convertido en la principal puerta de entrada de cocaína en España. De hecho, las grandes organizaciones de narcos de Colombia, Marruecos, Francia (principalmente clanes marselleses) y otros países europeos recurrían a él para que les organizara la salida de la droga del puerto gaditano y la llevara a cualquier punto de España, donde aquellos la recogían. Su precio era alto: el 30% del valor del alijo en dinero en metálico, que podía llegar a subir al 50% cuando consideraba que la mayor vigilancia policial suponía un “aumento de la peligrosidad” para él y sus peones. Con la mitad de esos fondos Capa corrompía a los estibadores, consignatarios y transportistas del puerto que necesitaba para extraer el alijo e incluso contrataba a buzos si el alijo venía adherido al casco de un buque. La otra mitad era para él.
La Guardia Civil lo detuvo antes de lo previsto, según reconocen fuentes cercanas a la investigación, porque alguien le había alertado de que estaba siendo investigado “por la UCO de Madrid”. Capa y las personas de su entorno cambiaron entonces bruscamente de costumbres. Redobló su habitual cautela. “Parecía conocer la tecnología que usamos en nuestras investigaciones y conseguía burlarla”, añaden estas fuentes, que admiten que conseguir que alguien les facilitara información sobre él era prácticamente imposible. Sin embargo, su detención a finales de octubre y los siete registros efectuados en inmuebles de su propiedad terminaron aportando nuevas pruebas. Entre ellas, los 710.000 euros que ocultaba en la mesa de billar de aquel chalé de playa al que Capa y su familia solo iban cuando necesitaban dinero para sus gastos. El perro de la Guardia Civil pudo con El Señor del Puerto.
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