La pandemia agudiza el trato indigno hacia las personas mayores


Dicen los expertos que el confinamiento puede tener consecuencias para todas las personas, pero especialmente para aquellas cuya situación previa era ya más delicada, independientemente de su edad. En el caso de las personas mayores, en concreto, el efecto sobre su salud de un confinamiento tan prolongado estará directamente relacionado con su estado antes de iniciarse. Raúl Vaca, psicogerontólogo y vocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), señala que “el confinamiento será especialmente complicado para aquellos cuya situación previa era de mayor vulnerabilidad o fragilidad al presentar una o varias patologías”.

Este encierro puede tener consecuencias a nivel físico (pérdida de masa muscular, empeoramiento de algunas patologías, etcétera); a nivel cognitivo (pérdida o alteraciones en nuestras capacidades cognitivas si no se estimulan correctamente); a nivel emocional (aparición de sintomatología ansiosa o depresiva, miedos ante la nueva situación…); a nivel de comportamientos (modificación de patrones de sueño, de alteración de hábitos nutricionales, entre otros); o a nivel social (pérdida de relaciones o aumento del aislamiento).

Mari Cruz Rodríguez Oroz, directora del departamento de Neurología de la Clínica Universidad de Navarra y especialista en Enfermedad de Párkinson y enfermedades neurodegenerativas, explica que este confinamiento tan prolongado, en pacientes que tengan alguna enfermedad neurológica, como la enfermedad de Alzheimer o la enfermedad de Párkinson, va a propiciar “más dificultad para moverse, mayor número de contracturas en las articulaciones, más dificultad para la extensión de las mismas, incluso les perjudicará a su equilibrio. La plasticidad del cerebro y del sistema musculoesquelético de las personas mayores no es igual que el de una persona joven”.

En aquellos mayores que tienen patologías asociadas al deterioro cognitivo, hay que diferenciar entre las personas sanas, aunque sean de avanzada edad, y aquellas que tenían ya algún tipo de patología. En las personas mayores con deterioro cognitivo leve, la doctora Rodríguez Oroz apunta que “lo que ha podido ocurrir es que anteriormente acudieran a terapia de estimulación cognitiva, en grupo o individualmente, y durante este tiempo, algunos pacientes, no hayan asistido a este tipo de terapias. Cómo les ha podido afectar, aún no se sabe, pero es muy importante que los centros implementen este servicio, de manera segura, a esta población de riesgo”. En cuanto a las personas mayores con un deterioro cognitivo un poco más avanzado, Rodríguez Oroz apunta que no ha habido un retroceso en estos pacientes por las semanas que hemos pasado en confinamiento, “aunque puede que la convivencia haya sido más complicada y su manejo, por parte de sus familiares, más difícil”.

Raúl Vaca considera necesario ofrecer alternativas o consejos para evitar, en la medida de lo posible, la aparición de estos problemas ligados al confinamiento de las personas con deterioro cognitivo. “Es importante establecer rutinas equilibradas y organizadas que incluyan actividades de estimulación cognitiva, ejercicios físicos y de apoyo emocional, para tratar de explicarle la situación adaptando la información a su capacidad de comprensión”.

El confinamiento ha hecho, según explica Raquel Pedrero-Chamizo, profesora de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte-INEF de la Universidad Politécnica de Madrid e investigadora del grupo ImFINE, “que las personas ralenticen su ritmo de vida a niveles que podría llegar a compararse con el de una persona hospitalizada”, debido a la falta de actividad física que ha conllevado pérdidas de masa muscular y deterioro funcional, deterioro en el balance energético-metabólico y también de la función cardiovascular.

La especialista enumera tres factores como principales afectados. El primero sería la pérdida de masa muscular. Mantener una musculatura fuerte es necesaria para proteger y prevenir la estabilidad articular, así como reducir el dolor articular y prevenir el desgaste, pero con el confinamiento se ha producido pérdida de masa y fuerza muscular, pudiendo llegar estas pérdidas a niveles de alarma y a lo que se conoce con el término de sarcopenia.  El segundo factor, a destacar, sería la pérdida de masa ósea (osteopenia), debido principalmente a la falta de actividad física y unido a la disminución de horas de exposición solar, aspecto fundamental para poder fijar el calcio a los huesos. El tercer factor, y último, sería la disminución de la capacidad aeróbica, entendida esta como la disminución del consumo máximo de oxígeno (VO2máximo), excelente indicador del estado de salud de una persona y que desciende considerablemente con la falta de actividad física. “De ahí que en estos primeros paseos al salir a la calle nos sintamos más cansados y fatigados, nos cueste más movernos y nos falte el aire al hacer un pequeño paseo o actividad, comparado con hace dos meses”, agrega esta investigadora.

El doctor Ignacio Ara, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y miembro del Centro de Investigación Biomédica en Red de Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES) del Instituto de Salud Carlos III y vicepresidente de la Red de Actividad Física y Salud EXERNET, apunta que es complicado hacer una valoración exacta de esta pérdida muscular en las personas mayores, porque “depende no solo de si es hombre o mujer sino también del punto de partida y de la velocidad de la pérdida durante el confinamiento. Esto último vendrá muy determinado tanto por su estilo de vida como de la alimentación”.

Ara declara que “en este tipo de colectivos no existe una “rutina genérica” útil para todas las personas. Las personas mayores suelen tener problemas osteoarticulares de muy diversa índole y nivel, por lo cual un mismo ejercicio puede resultar positivo para una persona y contraproducente para otra”. La individualización en base a las características y condiciones de las personas es lo que se precisaría en estos casos. De todos modos, prosigue el doctor Ignacio Ara, “es importante prestar atención a las alarmas/síntomas que el cuerpo transmite para evitar problemas. La ausencia de dolor, el control durante la ejecución y, sobre todo, la seguridad durante la práctica de los ejercicios es siempre lo prioritario, especialmente cuando no exista una supervisión. Aparte de esto, es importante transmitir a nuestros mayores la idea de que es necesario moverse, poner en marcha el cuerpo, luchar contra el sedentarismo y luchar por mantenerse lo más activos posibles. El verdadero peligro es no moverse”.

A estos problemas, se pueden sumar los psicológicos. El doctor Raúl Vaca opina que además “pueden aparecer miedos o sintomatología ansiosa relacionada con la posibilidad de volver a contraer la enfermedad, incluso estrés postraumático. Además, es probable que la persona experimente algún sentimiento de culpa por haber superado la enfermedad, especialmente si algún conocido suyo ha fallecido a causa de ella”.


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