Si Raúl García no es el jugador de la Liga post confinamiento, poco le falta. Qué manera de competir y de llevar en volandas al Athletic, como si hubiera bebido de la misma marmita que Aduriz. Sus goles han mantenido a los leones en la pelea europea hasta la recta final de curso, por difícil que pareciera cuando se reinició la competición.
A estas alturas de la película nadie tiene dudas de que es uno de los mejores fichajes de la historia reciente del club bilbaíno. Raúl García se ha partido la cara en cada encuentro desde que llegó por defender la camiseta del Athletic, inyectando su gen competitivo al resto del vestuario. Es un capitán sin necesidad de portar brazalete.
Algún aficionado zurigorri puso el grito en el cielo cuando se cerró la contratación del navarro en agosto de 2015. Incluso se escuchaba eso de “pues rompo el carné”, algo recurrente cuando se avecina un fichaje que no es de su gusto. Se le achacan unas supuestas declaraciones que hizo contra el Athletic, pero que nunca quedó claro su origen ni que fueran ciertas. Esos aficionados no eran demasiados, al menos esa fue mi impresión, pero seguramente ahora no quede ninguno. Raúl tiene a sus pies a la práctica totalidad de la hinchada de San Mamés.