Radar Covid, la aplicación de rastreo de contagios de coronavirus impulsada por el Gobierno, que enviará a alertas a los usuarios que hayan tenido contacto estrecho con otro usuario infectado, afronta cuatro semanas cruciales hasta que esté completamente operativa en toda España. Disponible ya tanto en la Apple Store como en Google Play, supera el millón de descargas en apenas una semana. Llegó a las tiendas móviles con urgencia después de superar las pruebas piloto en la isla de La Gomera y lleva una semana recogiendo datos de los usuarios que la mantienen activada. Aunque estaba previsto que funcionara en dos o tres comunidades a partir del 11 de agosto, de momento no se ha puesto en marcha en ninguna a la espera de se activen los correspondientes protocolos autonómicos.
Las previsiones oficiales sitúan en torno a mediados de septiembre el final de un recorrido sinuoso que comenzó el 13 de marzo, cuando la secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, Carme Artigas, tuiteó por sorpresa que estaban trabajando con la comunidad digital para ofrecer soluciones y combatir la pandemia. El secretismo ha acompañado al proyecto desde entonces. Costaba comprender cómo evolucionaba la app. Escasas intervenciones oficiales y nulo debate entre los diferentes partidos políticos sobre asuntos tan importantes como privacidad, protocolos de comunicación, tecnologías de rastreo, plan de desarrollo y objetivos.
Mientras, en países como Francia, el escenario era completamente opuesto. La aplicación de rastreo entró de lleno en el debate público casi desde el primer momento. Discusiones intensas tanto en el seno del Ejecutivo como en la sociedad, así como plenos monográficos en la Asamblea Nacional y el Senado, en los que se produjo una votación (no vinculante) sobre su implantación. En el Congreso español, la actividad fue mínima y provino tanto del Partido Popular como de Vox, que preguntaron por escrito al Gobierno, dos y una vez respectivamente, acerca de algún aspecto de la app.
La aplicación necesita una amplia implantación para ser efectiva. Según cálculos del Ejecutivo, si el 20% de la población se la descarga, ayudará a frenar la pandemia un 30%; y a partir de ahí la contribución será lineal. Entre los grandes países europeos solo en Alemania se roza este porcentaje. Ante la llegada precipitada y casi sin aviso de Radar Covid, de instalación y uso siempre voluntario, siete voces reconocidas de diferentes ámbitos reflexionan sobre su gestación y características.
Alfredo Reino: “Los protocolos de seguridad están bien diseñados para respetar la privacidad”
La vida de Alfredo Reino, experto en ciberseguridad, siempre ha estado vinculada a evitar que los malos de Internet se salieran con la suya. El respeto por preservar la privacidad y la poco información personal presente en Radar Covid ha copado gran parte de la preocupación ciudadana. En su opinión, el diseño de los protocolos es el adecuado para evitar cualquier tipo de vulneración. “Nadie puede tener miedo a que se exponga su identidad. La sencillez es amiga de la ciberseguridad, y esta aplicación es muy sencilla”.
Esto no quiere decir que quede exenta de ataques, como sucede con cualquier app del mercado. Conviene diferenciar entre que el protocolo de comunicación descentralizado, llamado DP-3T, sea robusto y solo se comunique por bluetooth para asegurar el anonimato de los datos, y que lo demás sea inexpugnable. “Un troll puede saturar los servicios de salud pública simplemente si logra que los móviles comiencen a recibir miles de alertas con falsos positivos. El sistema sería incapaz de atender a tanta gente al mismo tiempo”.
Reino recalca que la arquitectura sigue un esquema de funcionamiento muy similar en todos los países europeos —”técnicamente está muy bien pensada”—. Lo que más echa en falta es lo que llama “todo lo demás”: procedimientos, integración con los sistemas de las Comunidades Autónomas, contextos sociales. “Radar Covid tiene en cuenta la proximidad entre un móvil y otro, pero no dónde se da la exposición, si llevábamos mascarilla o si viajábamos en el metro”.
Paradójicamente, considera que el éxito de la app no provendrá de ella misma, sino de que toda la información que procese sirva para planificar el sistema de salud y active unas medidas determinadas en función del escenario que dibujen. Otro factor llamado a condicionar una buena acogida, al menos así lo considera, son los propios usuarios, quienes han de verla como una solución tan útil como para no desactivarla o borrarla. “Estoy tecnológicamente esperanzado, aunque mantengo el escepticismo por todo lo que conlleva a su alrededor”.
Lorena Jaume-Palasi: “Necesita tener en cuenta las desigualdades sociales y los perfiles sociológicos de España”
Voz autorizada en aspectos éticos de la digitalización, Lorena Jaume-Palasi, confundadora de la ONG Algorithm Watch, tiene muy claro que Radar Covid necesita tener en cuenta las desigualdades sociales y los perfiles sociológicos de España. Llegar también a los temporeros, a las áreas con problemas de conectividad y a las personas mayores, si pretende ser realmente útil. Valora positivamente que arroje luz a los puntos muertos dejados por los rastreadores manuales, a los que complementa y no sustituye bajo ningún concepto. “Es un buen mecanismo, por ejemplo, para contactar a personas que viajan en transporte público. Se trata de un método adicional con el que tapar posibles incertidumbres acerca de si alguien se ha contagiado o no”.
La puesta en marcha de la aplicación obliga a un cierto nivel de digitalización de las instituciones implicadas en atajar la pandemia. Desde los laboratorios que hacen las pruebas PCR —encargados de confirmar los casos positivos— hasta los servicios sanitarios han de contar con las capacidades digitales suficientes como para que el sistema esté coordinado y sea eficaz, explica. “No está resuelto ni en España ni en muchos países. No hablamos solo de Radar Covid, sino de una infraestructura de salud pública digital para una democracia del siglo XXI. Requiere años, no surge de la noche a la mañana. Necesitamos más tiempo del que tenemos ahora mismo”.
Un inconveniente que detecta es la falta de transparencia en las entrañas de la app. Sus impulsores prometieron que sería de código abierto (transparente para cualquier programador). Sin embargo, no será así hasta que se lance oficialmente, según ha prometido la secretaría de Estado. El grado de aceptación social dependerá de que toda la sociedad se sienta representada. En Alemania, donde Jaume-Palasi reside, ha funcionado relativamente bien porque el Gobierno, las ONG y el mundo científico han avalado su importancia. “Lo que estamos creando ahora habrá que discutirlo cuando la pandemia termine. Decidir entonces con qué nos quedamos y qué desechamos. Deseo que esta tecnología no divida a la sociedad. La clasifique en sanos y contagiados”.
Fernando Conde: “La ‘app’ desaparecerá clandestinamente si el Gobierno no emprende una campaña de información pública”
Para un sociólogo y ex director del instituto de investigación CIMOP como Fernando Conde, la comunicación, información y formación representan la frontera entre el éxito y el fracaso de Radar Covid. De acuerdo con sus palabras, es una buena herramienta, pero la cuestión técnica simboliza solo una característica de todas las que deberían integrarse en este proyecto. “La aplicación tendrá de todo tecnológicamente hablando, pero no ha habido ningún debate social al respecto. Si el Gobierno no emprende una campaña de información pública, desaparecerá clandestinamente”.
Sostiene que gozará de cierto éxito entre la sociedad porque es muy receptiva a este tipo de innovaciones. España es uno de los países del mundo con mayor penetración de smartphones, al igual que de los que más apps descarga. “La voluntariedad para utilizarla no ayudará. Una cosa es bajarla y otra activarla. Esto reduce la efectividad. Debería incentivarse de alguna manera que la usáramos adecuadamente”.
El clima político tampoco contribuye a que toda la población vea con buenos ojos esta herramienta. Conde argumenta que, en un contexto de crispación como el actual, basta con que un partido diga que es una forma de controlarnos —”no me extrañaría que algún líder fuera por estos derroteros”— y provocara que un número representativo de personas ni la descargue. “El consenso político y social es indispensable si pretendemos que vaya bien. Además, estas aplicaciones conllevan una colaboración estrecha entre Sanidad y Economía. Si se ha producido, que lo dudo, ni se conoce”.
Para nada cuestiona que cualquier aportación en la lucha contra la pandemia deba tomarse como positiva. Sin embargo, lejos queda de ser el remedio infalible para resolver los problemas de rastreo. Radar Covid constituye un elemento adicional a las opciones disponibles. “No seamos solucionistas tecnológicos y sociales. Parece que el coronavirus será algo del pasado gracias a la app y a la vacuna, llegue cuando llegue. Con la covid-19 nos tocará convivir un tiempo bastante largo”.
Nuria Oliver: “Hace falta competencia, fiabilidad sostenida en el tiempo y transparencia para adoptar cualquier tecnología”
La primera consideración que pone encima de la mesa la cofundadora de ELLIS y doctora en inteligencia artificial, Nuria Oliver, acerca de Radar Covid es su carácter actual de beta (en pruebas). Por ello, no quiere enjuiciar abiertamente sus características. Pese a todo, afirma que la confianza es indispensable para adoptar cualquier tecnología. “Hace falta competencia, hacer bien el trabajo que se le presupone, fiabilidad sostenida en el tiempo y transparencia. A parte de aquí, es más fácil que la sociedad acepte usar la aplicación”.
Se muestra especialmente crítica con Apple y Google, encargadas de confeccionar el sistema interno que permite el funcionamiento de la app. Entiende que el debate se ha enfocado más en la arquitectura y el respeto de la privacidad por parte de las instituciones públicas que gestionan la herramienta; y apenas nada sobre la interfaz diseñada por dos de los gigantes tecnológicos. “Nadie cuenta que para usar la aplicación Google requiere que se habilite también la localización del usario. Google Play Services cuenta con un mecanismo que envía a su compañía cierta información, que puede ser personal, cada equis tiempo”.
Según Oliver, hay cuatro limitaciones del rastreo de contactos manual que justifican el impulso de esta solución: la dependencia de la memoria de cada contagiado, la dificultad de identificar contactos alejados del entorno personal, la movilidad transfronteriza y la necesidad ingente de recursos humanos para escalar la opción manual. “El trazado de contactos es esencial en salud publica, pero necesitamos una mayor infraestructura digital. La app únicamente ayuda a complementar los demás esfuerzos”.
Oliver expresa múltiples dudas acerca del futuro que le aguarda a Radar Covid. Desconoce si los datos recogidos aportan más valor que el de ayudar al rastreo manual de contactos. “No conozco ningún estudio que lo explique o demuestre su utilidad. Esta no va a ser la última pandemia a la que nos enfrentemos. Tenemos que aprender de experiencias previas para prepararnos mejor y dar una respuesta más eficaz que la actual”.
Manel Juan: “Todo lo que ayuda a mejorar el control de la infección, en general, reduce las libertades individuales”
La tecnología no es el campo de investigación habitual para Manel Juan, jefe del servicio de inmunología del Hospital Clinic de Barcelona. Conoce Radar Covid. La define como una buena idea, con herramientas prometedoras y con cierto grado de utilidad. Un elemento de gestión de la pandemia y con la que obtener información por una vía más rápida que la conocida hasta ahora. “Puede ayudar. Me parece más complicado que lo consiga. En general, en esta pandemia, todo lo que puede ayudar a mejorar el control de la propia infección nos reduce las libertades al resto”.
Argumenta que son dos derechos complejos de gestionar conjuntamente. “Las soluciones que aportemos tendrán que ceñirse a las líneas rojas que hemos decidido no traspasar para proteger a los usuarios”. Ilustra con un ejemplo el debate que afrontan las sociedades. Si se tratara de animales, daría igual controlar absolutamente todo, pero la covid-19 es un virus que infecta a seres humanos. “Hablamos de derechos que nos ha costado mucho adquirir y es muy fácil perderlos si no limitamos el uso de una herramienta como la app”.
Como médico experto en la materia señala que añadir en Radar Covid un dato como el de la inmunidad (algo que no está previsto) sería muy parecido al denominado pasaporte inmunológico —rechazado por la Organización Mundial de la Salud y planteado en su día por el Gobierno de la Comunidad de Madrid, presidido por Isabel Díaz Ayuso—. Asegura que ayudaría en la contención del virus disponer de datos genéticos de los individuos, pero con unos riesgos más que evidentes: “Cuantos más parámetros introduces en el sistema, más pérdida potencial de privacidad existe”.
Comprende que el anonimato es la norma que rige el funcionamiento de la app, lo que no quiere decir que convenga llevar al límite las capacidades tecnológicas de esta herramienta. El riesgo sería muy elevado en el caso de que sumáramos la información inmunológica. “Al final, alguien siempre querrá sacar algún tipo de rédito. Ahí está el caso Snowden. Por mucho que los datos sean anónimos, mejor no arriesgarnos”.
Paloma Llaneza: “Es la aplicación que más protege la intimidad sin perder el beneficio de mejorar el rastreo de contagios”
Paloma Llaneza, abogada, autora del libro Datanomics e integrante del grupo de expertos que asesora al Gobierno para crear una carta de derechos digitales, tiene claro que implantar Radar Covid tiene todo el sentido. De acuerdo con su palabras, es la más protectora con la intimidad personal sin perder el beneficio a la hora de mejorar el rastreo de contagios. “Se ha hecho el esfuerzo de limitar los intercambios de los identificadores temporales —los códigos alfanúmericos aleatorios que cruzan los móviles dos veces al día— sin pedir ningún dato más al teléfono”. Los desarrolladores han encontrado un equilibrio entre la obtención de información necesaria y preservar la privacidad en todo momento.
Ni mucho menos piensa que sea la panacea. La define como una ayuda en el rastreo de contactos y como un mecanismo para mantener a raya la transmisión comunitaria. “A pesar de que la gente se cruce con gente que no tiene la aplicación instalada, contribuye a que las personas que puedan estar en contacto con un infectado lo sepan sin disponer de una agenda detallada de sus últimos 14 días”.
La voluntariedad en el uso cree que implica una debilidad y una fortaleza al mismo tiempo. Debilidad porque prevé que una parte de la sociedad no la descargará por temor a ser espiados o por su escasa destreza con la tecnología. En cambio, fortaleza debido a que significa garantía de privacidad. Nadie obliga a su instalación, una forma de prevenir coacciones y posibles trampas, como sucedió en China cuando los ciudadanos se inventaron datos con la finalidad de moverse libremente por las ciudades.
Los problemas que anticipa guardan relación con desactivar el bluetooth, no introducir el código provisto por el servicio de salud cuando das positivo o temer una estigmatización en caso de contagio. Aún así, todo depende de cada uno de nosotros. “Llevamos un millón de descargas, que no está mal, pero hace falta que se la baje más gente. Dependerá de la integración con las Comunidades Autónomas y de la evolución de la crisis económica. Si la sociedad la ve como algo positivo, tendrá futuro”.
Ramón López de Mántaras: “Un número relevante de falsos positivos puede generar una alarma innecesaria en los usuarios y desmotivar la descarga”
Rodeado desde hace décadas de tecnología, Ramón López de Mántaras, profesor e investigador del CSIC, rebaja cualquier tipo de euforia cuando oye la expresión “aplicación de rastreo” para referirse a Radar Covid. Desafortunada denominación, según él, porque, “son apps que simplemente detectan”. Aunque no dispone de información lo suficientemente detallada sobre la prueba piloto, le sorprende que, según los datos proporcionados por la secretaría de Estado, haya duplicado la eficacia del método manual de detección de posibles contactos de riesgo. “Sospecho que se dio prioridad absoluta a evaluar los falsos negativos, pero cuando los falsos positivos son numerosos también pueden llegar a ser un problema debido a que generan alarma innecesaria en los usuarios, disminuyen la confianza en la app y desmotivan la descarga”.
Los problemas técnicos se antojan como un elemento difícil de resolver. La aplicación no funciona en móviles antiguos carentes de conectividad o en smartphones con versiones del sistema operativo incapaces de soportar Radar Covid —Android 6.0 e iOS 13.5—. “Creo que merece la pena usarla, pero es muy importante hacer un seguimiento muy fino de su eficacia a lo largo de las primeras semanas de su uso real. Deberíamos asegurarnos de que el poder de la tecnología no crezca más rápidamente que nuestra sabiduría para gestionarla”.
Escéptico con respecto a la vida útil que tendrá, explica que debemos enmarcarla como un complemento a los rastreadores manuales. En Japón, país veterano en el manejo de esta tecnología, la aplicación ha reportado una media de solo tres casos diarios frente a los 300 totales. Un ejemplo más, según Mantarás, de cómo la tecnología puede ser parte de la solución, pero nunca es la solución. “La verdadera eficacia será casi imposible de medir con precisión porque necesitamos saber cuántas personas que no hubieran sido detectadas por el rastreo manual fueron detectadas por la app. Y de esas personas, cuántas son falsos positivos y cuántas verdaderos positivos”.
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