Cuando en 1956 la gente imaginaba el futuro, sistemáticamente recurría a los robots. Pero las cosas han cambiado, y lo que ahora se divisa en el futuro son cuerpos. Cuerpos queer, cuerpos trans. “Cuerpos en expansión”, como los llama el arquitecto español Andrés Jaque (Madrid, 1971), uno de los participantes en la exposición Is This Tomorrow? (¿Es esto el mañana?), en la Whitechapel Gallery de Londres hasta el 12 de mayo, y que pone al día (del mañana) otra que tuvo lugar en el mismo espacio hace más de 60 años.
Volviendo los años cincuenta, el mundo entonces estaba en la línea de salida de la carrera espacial, y el gran público llenaba las salas de cine al reclamo de platillos volantes y otras fantasías galácticas. Por eso, Robby el Robot, ingenio mecánico que acababa de protagonizar de la película Planeta prohibido (Fred M. Wilcox) —hoy un clásico de la ciencia-ficción camp—, fue la gran estrella que abrió la muestra This Is Tomorrow de la Whitechapel, encarnando (no sin ironía) la visión del futuro de los jóvenes artistas y arquitectos del Independent Group londinense, como Alison y Peter Smithson, Eduardo Paolozzi o Richard Hamilton.
De cuando Andy Warhol era un ilustrador principiante
Aquel evento supuso una especie de puesta de largo del pop-art: llegaba cuando el Reino Unido apenas terminaba de sacudirse el polvo de los bombardeos de la II Guerra Mundial, mientras en los Estados Unidos —pongamos por caso— Andy Warhol era aún un ilustrador y publicista que empezaba a tramar su reinvención como artista plástico.
Si después el pop-art americano abrazaría la superficie brillante y agresiva de la sociedad de consumo, su equivalente británico optaba por enfoques más complejos y con mayor sustrato intelectual: This Is Tomorrow se inspiraba en las teorías del filósofo canadiense Marshall McLuhan, autor del aforismo “el medio es el mensaje” y de otras reflexiones sobre los medios de comunicación masiva y la sociedad de la información. Pero no perdía de vista el lado juguetón típico del pop: “Con esa exposición, la arquitectura miraba la vida cotidiana, el día a día, lejos de la pesadez del discurso arquitectónico británico de posguerra”, sostiene Jaque.
La muestra se dividía en 12 secciones, cada una de las cuales había corrido a cargo de un grupo de trabajo en el que colaboraban diseñadores, arquitectos y artistas. Sus instalaciones recreaban lo que hoy llamaríamos “una experiencia inmersiva”. Especial impacto creó la sección 2, que incluía el collage de Hamilton Just what is it that makes today’s homes so different, so appealing?, un icono instantáneo del arte pop; además de, por cierto, la efigie en cartón troquelado de Robby el Robot.
En conjunto se transmitían de manera seductora y algo desordenada diversas ráfagas visuales sobre la vida contemporánea en la sociedad del consumo, y un avance de lo que estaba por venir. Pero, para desconcierto de un público que de todos modos abarrotó la galería —unas mil personas la visitaban cada día—, no se facilitaban explicaciones teóricas que permitieran interpretar todo aquello en una determinada dirección.
Menos robots y más cuerpos
Seis décadas después ha llegado el futuro que imaginaban aquellos visionarios en la Whitechapel. ¿O tal vez no? Para empezar, y en sintonía con estos tiempos sin certezas, la misma galería ha reciclado en pregunta la afirmación del título original. De nuevo se plantea una muestra colaborativa, donde han trabajado en parejas o grupos hasta 20 artistas y estudios de arquitectura y diseño como 6a architects, Adjaye Associates, Amalia Pica, Simon Fujiwara o Andrés Jaque con su Office for Political Innovation. Y Jaque tiene una idea del futuro —de nuestro presente, en realidad— que descarta la robótica para centrarse en los cuerpos y su transformación.
Su contribución a la muestra es una enorme roca, de interior transitable, realizada junto al artista Jacolby Satterwhite, que se inspira en el pabellón Sueño de Venus de Dalí para la feria de Nueva York de 1939. Aquí, el espectador se encuentra con un bombardeo de pantallas digitales y proyecciones con imágenes tan variopintas como extracciones de gases por fracking, apartamentos urbanos, interacciones en redes sociales o apps de ligue estilo Grindr o Tinder (puedes ver todas las imágenes de su pieza al final del artículo).
Transhumanismo en la arquitectura
“Son fenómenos que parecen aislados, pero que al conectarlos nos permiten ver cómo ha cambiado el mundo en los últimos 10 años”, explica el arquitecto madrileño. “En este tiempo se ha fomentado la interacción uno a uno, debilitando la necesidad de congregación social y haciéndonos más individualistas. Pero lo interesante es que frente a esto también han aparecido formas de subversión, como un nuevo contexto queer más ligado a lo trans, al cambio de los cuerpos”. Así que el cuerpo, que solía considerarse algo dado y sobre lo que teníamos un margen de intervención limitado, ahora aparece como una realidad mutable a nuestro antojo.
¿El futuro será entonces trans o no será? Jaque no lo duda: “¡Totalmente! Nuestra cultura, política e identidades entrarán en lo trans, entendiendo que nuestro cuerpo se fabrica y se expande en realidades como las tecnológicas, por ejemplo. De hecho, el concepto contemporáneo ya no es urbano, sino trans-territorial. Fijémonos por ejemplo en la relevancia que han adquirido los gimnasios y centros de estética, y también las identidades online. En el siglo XXI lo importante ya no serán las ciudades, sino los cuerpos. El cuerpo es el futuro de la arquitectura”.
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