Fue en 2004. George W. Bush, presidente de los Estados Unidos que desató una guerra contra Irak —participada por Reino Unido y apoyada por España— a causa de unas supuestas armas de destrucción masiva, hizo un chiste en el tradicional monólogo de los presidentes de la cena de la Asociación de Prensa: como las armas no aparecían, Bush se agachaba tras unos muebles diciendo “tienen que estar en alguna parte”. Xavier Sardà, presentador de Crónicas Marcianas, el programa estrella de la noche española que emitía Telecinco, le llamó “hijo de puta”, y enlazó después, entre ovaciones del público, los adjetivos “baboso”, “capullo” y, de nuevo, “hijo de puta”. Tanto le cogió el gusto que, semanas después, cuando su colaboradora Aída Nizar le dijo a una persona con discapacidad: “Dios le da a cada uno lo que se merece”, Sardà dijo que era una “hija de puta”. “Se lo llamé a Bush y te lo llamo a ti”, viéndose Nízar ya en la foto de las Azores.
Crónicas Marcianas hizo del No a la Guerra un banderín de enganche y Sardà, amo y señor de la noche, no dudaba en introducir la política de la forma más incendiaria posible en un cóctel en el que cabían las entrevistas serias, el cotilleo, los desnudos, los shows con animales, la bronca, los despidos en directo (Aída Nizar, naturalmente) y la normalización del colectivo LGTBI (que había hecho ya Cristina Ortiz, La Veneno, en los programas de Pepe Navarro) con Boris Izaguirre saliendo a diario en las televisiones. Cuando una revista publicó en portada un montaje con Sardà y sus colaboradores saliendo de cubos de basura, el presentador ya estaba entrenado: “Telebasura”, dijo en antena, “tu puta madre”.
“Claro que me acuerdo”, dice Kiko Matamoros al teléfono. “Estaban en todas”. La reacción de Aznar al activismo político de Crónicas Marcianas y el reality del que se nutría en ese momento, Hotel Glam, fue decir: “Soy contrario a la telebasura y a los espectáculos de gente que no se sabe quién es, aireando miserias e insultándose de manera descarnada”. Como partidario “más que nadie” de la libre competencia entre los medios, abogaba, por supuesto, por poner unos límites. Sardà llegó a utilizar guardaespaldas, dijo uno de los productores, Xavier Deltell, a Vanity Fair. “Fueron años angustiosos. Las amenazas que yo recibí”, explicó Sardà en la misma entrevista, “no provenían de la derecha civilizada”.
16 años después de aquello, la derecha incivilizada pone el foco en otra estrella de la televisión: “Los días 1 y 3 de mayo tuve que ir a la Policía porque había dos vídeos en los que se veía cómo un hombre me asesinaba con una escopeta. Cuando estaba muerto, tirado en el suelo, salía una multitud aplaudiendo”, contó Jorge Javier Vázquez el miércoles en Sálvame, el programa que conduce.
Vázquez está “on fire”, en “una forma increíble”, contaban los directivos de la cadena cuando, en pleno confinamiento, Sálvame pegó el pelotazo al acaparar el culebrón amoroso de un periodista, Alfonso Merlos, que había estallado en un canal de YouTube simpatizante de Vox. Aquello mezclaba a la perfección para el show: infidelidades, ultraderecha, saltos de plató en plató y un presentador desatado y mitinero, riéndose de todos y de sí mismo, que explotó una tarde con la frase: “Este programa es de rojos y maricones”. “El público agradece ver la política de una forma más desenfadada, y más en unos momentos de tanta crispación política. Hay un público cansado de posicionarse, que quiere acercarse a la política de otra forma, verla como un elemento dinámico y de entretenimiento”, dice la periodista Diana Aller, exguionista de Sálvame.
La onda expansiva generada por el llamado MerlosPlace alcanzó picos políticos de tanta altura, y suscitó la atención de un público y medios tan diversos, que la veta ha continuado explotándose hasta ser Jorge Javier Vázquez interpelado directamente por Santiago Abascal, el líder de la extrema derecha española: “Les presento al auténtico Kim Jong Vázquez (en ética democrática y en estética), que se dedica a demonizar y a insultar histéricamente a 4 millones de españoles [son 3,64 millones] desde Telecinco y a allanar el camino de la violencia contra ellos. No te lo vamos a permitir, millonario progre”. Vázquez respondió: “Le hacía cantando Cara al sol y no viendo la tele. En su caso, prefiero que pierda el tiempo viéndome a que trabaje”.
Llevaba ya semanas Jorge Javier Vázquez entregado al papel de látigo del partido de Abascal en una franja horaria, las tardes de Telecinco y las noches de los sábados, especialmente sensibles para un partido político. A los memes poniéndolo de Kim Jong Un contestaba vistiéndose como el líder norcoreano. Su máxima es que en su programa no tendrán cabida los mensajes de la ultraderecha, si bien ha pisado tanto el acelerador que amenaza con convertir cualquier discrepancia en ultraderecha, como le ocurrió a una aturdida Belén Esteban el sábado cuando, despotricando contra el Gobierno, se encontró con que eso estaba prohibido en Sálvame.
”Su pensamiento político es conocido y lo ha expresado siempre, dentro y fuera del programa”, recuerda Matamoros de Vázquez. El propio presentador dijo en 2019 a quién votaría: Carmena en las municipales y Errejón en las autonómicas. Antes había votado a Sánchez. ¿Cómo se lleva esto dentro? “Vamos a ver, el 90% de todos los personajes que salen en ese plató son más de derechas que las almejas. De puertas afuera lo llevan estupendamente; de puertas adentro no tan bien”, dice Matamoros. Da un dato: el programa con Belén Esteban fue un “fracaso de audiencia, acostumbrados a las expectativas que genera” (17.2% de share). Un directivo de la cadena contrapone: “Ese Deluxe mejoró a los anteriores. Y el programa de reconciliación entre los dos, Belén y Jorge Javier, fue el Sálvame Naranja más visto del año”.
En los pasillos de Mediaset hay “preocupación” y “tensión”, reconocen desde el programa. La razón es el boicot que Vox promueve hacia los anunciantes de Sálvame. Pero desde Mediaset recuerdan que ya hubo un boicot anterior tras el “rojos y maricones” de Vázquez “con bastante más repercusión en redes sociales que en esta ocasión”. El partido ha difundido ahora una lista con los anunciantes y la ha hecho correr por redes sociales para que dejen de consumir esos productos. La audiencia va bien, pero la publicidad ha conocido tiempos mejores en plena pandemia. En la noche del jueves, Belén Esteban acudió a cenar al Mercado de Barceló, en Madrid. Allí se acercó la gente para jalearla y animarla en su conflicto con su amigo Jorge Javier Vázquez. El show continúa, como siempre, delante de las cámaras. En Sálvame, no se olvide, delante también es detrás.
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