Hacia las ciudades 100% comestibles


Salvajes, silvestres y espontáneas es el título del ciclo de encuentros online gratuitos que La Casa Encendida propone del 1 al 15 de junio. Son charlas con cinco expertos que quieren contribuir a cambiar la percepción sobre las denominadas “malas” hierbas por parte de los ciudadanos. Así reza la nota de prensa de La Casa Encendida y me pareció un punto de partida para la reflexión muy interesante porque habla de cómo se están desdibujando las fronteras, antes tan claras y diáfanas, entre la verdura y la urbe.

Es cierto que el descenso de la presencia humana por las calles, el cese de las labores de desbroce por los servicios municipales de limpieza y las lluvias de primavera han propiciado un crecimiento inusual de la flora espontánea en las aceras, descampados, alcorques, alcantarillas y espacios interbloques de los barrios de las ciudades. Esta vegetación adventicia tiene efectos positivos como aumentar la biodiversidad en la ciudad, enriquecer su paisaje y atraer insectos polinizadores. La entrada a la Fase 0 del confinamiento ha supuesto que esta vegetación haya ido desapareciendo de nuevo por la presencia humana, así como por la vuelta a la normalidad de los servicios de limpieza municipales. Y La Casa Encendida se pregunta, y nos pregunta: ¿Era necesario?

El pasado 1 de junio se realizó el primer encuentro, en el que se dio a conocer el trabajo de artistas que han recurrido a la resiliencia y la belleza del caos de la flora salvaje para expresarse. Según se lee en el programa, observar la vegetación a través de una mirada artística puede ser un poderoso canal por el que transitar hacia una conciencia ecológica. El ejemplo de estos artistas sirvió tanto a ponentes como a participantes para reflexionar sobre los procesos naturales que las ciudades tratan de ocultar.

El próximo lunes 8 de junio se organiza el segundo encuentro bajo el sugestivo título de Del alcorque al bancorque y tiro porque te planto. En esta ocasión se pondrá el foco en la jardinería vecinal como una de las palancas de cambio para avanzar hacia otro tipo de jardinería, menos tradicional y con mayor biodiversidad en las aceras. En esta jornada se tomará el pulso a las prácticas en Madrid y se compartirán experiencias de gestión de flora espontánea urbana en varias ciudades europeas.

Los participantes de las jornadas están invitados a fotografiar la flora espontánea de las calles

En Tours, la pequeña ciudad francesa donde vivo, hay mucha actividad en este sentido. La alcaldía lanzó hace ya años el proyecto A flor de acera, que invita a la ciudadanía a crear espacios verdes literalmente a la puerta de casa, levantando las baldosas de la acera. El consistorio se ocupa de cavar el hueco, cubrirlo de tierra y proveer las primeras semillas. El ciudadano es el responsable luego del mantenimiento del pequeño parterre. Hablamos de todo ello en el artículo Slow Flowers: en casa y en la acera.

Y más recientemente la iniciativa desinteresada de unos cuantos ciudadanos ha creado también en mi ciudad un grupo de jardineros que se dedican a ocupar parterres abandonados en jardines públicos para plantar comida y así combatir la inseguridad alimentaria. Hablamos de esos jardineros enmascarados que han invadido mi ciudad en el artículo Ciudadano: cultiva tus alimentos… en el parque público.

Y volviendo a la programación de La Casa Encendida, la última sesión del ciclo, prevista para el 15 de junio, lanza un reto a los participantes de las jornadas. Deberán rastrear las calles de sus barrios durante sus paseos de desescalada para crear un herbario común. Están invitados a fotografiar la flora espontánea de las calles para buscar entre todos y todas la flora más resiliente, la que crece en lugares menos propicios para arraigar, aquellas plantas que pueden encontrarse en espacios como alcorques, bordillos, grietas en las aceras, cerca de las alcantarillas, en una glorieta o entre los ladrillos de una fachada. Ese herbario inventado, será la herramienta con la que el experto paisajista J. Ramón Gómez Fernández descubrirá el último día de taller la verdadera identidad de la flora espontánea urbana de los barrios.

Me parece fascinante dedicar un tiempo a la observación y la contemplación de esas supuestas “malas hierbas” que parecían, hasta hace relativamente poco, estorbar el crecimiento exponencial de la ciudad, entendida como asfalto y cemento pero que hoy en día merecen todo el protagonismo. Y que de repente nos pongamos a observar, documentar, valorar e incluso proteger toda vida vegetal, por insignificante y minúscula que parezca. Durante el confinamiento surgió una iniciativa parecida en redes. Varias aplicaciones proponían un recuento colaborativo de la fauna y la flora “salvaje” que podía observarse simplemente desde nuestras ventanas. Nos explicó esta iniciativa Pilar Sampietro en el artículo Verde desde mi ventana. Ojalá que la ciudad aprenda a ceder más y mejor espacio al verde, por ridículo y pequeño que sea.




Source link