La vida de Rodrigo Rato es única por su capacidad de tocar el cielo y bajar a los infiernos. Un personaje de película. Ha sido el único español capaz de dirigir el Fondo Monetario Internacional (FMI), uno de los puestos clave en el mundo globalizado, alcanzar la vicepresidencia económica del Gobierno del PP, tratar de ser el sucesor de José María Aznar en La Moncloa, convertirse en un banquero con sueldos multimillonarios y después acabar en prisión por gastar indebidamente 100.000 euros.
La sentencia del caso Bankia, con la absolución de los 34 imputados, cierra el segundo de sus cuatro casos judiciales abiertos, otro de los récords de Rato. La pesadilla de Bankia empezó para él en enero de 2010, cuando cruzó la puerta de la Torre de Caja Madrid, en el paseo de la Castellana, 189 para ocupar la presidencia de la entidad.
El gasto injustificado con la tarjeta black le ha supuesto una condena de cuatro años y medio de prisión en Soto del Real. Está a punto de cumplir su segundo año en la cárcel (ingresó en octubre de 2018), y hasta febrero pasado no se le concedieron los primeros permisos de seis días.
Rato nunca se ha considerado culpable de los problemas que ocasionaron el hundimiento de Bankia y que trajeron la ruina a los accionistas, a los preferentistas y casi llevan a la quiebra a España. La reciente absolución por la salida a Bolsa ratificará más sus posiciones. El tribunal ha seguido, en parte, la línea de su defensa: “Todo lo que hicimos en Bankia lo sabía el Banco de España y contó con su aprobación”. Resaltó el fuerte control que tenía el supervisor de las cuentas de resultados, así como el auditor (mantuvo duros enfrentamientos contra Francisco Celma, responsable de Deloitte), la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y la pléyade de bancos de inversión que acompañaron la operación por unas jugosas comisiones.
Y no deja de ser cierto que todos estos organismos estuvieron invitados a la gran bacanal que supone la salida a Bolsa de un gran banco. Pero, como le dijo a la fiscal, Carmen Launa, los altos directivos cobran millones por ser responsables de las cuentas que firman, aunque no por eso los demás participantes en el estreno bursátil se pueden considerar inocentes. De momento, la Audiencia Nacional no encuentra culpables y ha absuelto a los 34 acusados.
Rato no se ha caracterizado por su capacidad para mostrar arrepentimiento. Tan solo en la puerta de la prisión de Soto del Real, hizo unas declaraciones que sonaron forzadas por recomendación jurídica. El exvicepresidente del Gobierno del PP dijo: “Acepto mis obligaciones con la sociedad y asumo los errores que haya cometido. Pido perdón a la sociedad y a aquellas personas que se hayan podido sentir decepcionadas”, comentó ante la prensa.
Un complot del PP contra él
Rato es licenciado en Derecho y máster en Administración de Empresas por Berkeley (California). Su padre fue el empresario ligado al franquismo Ramón de Rato Rodríguez-San Pedro, que fue encarcelado en 1967 por evadir 70 millones de pesetas (421.000 euros) a Suiza a través de su entidad, el Banco de Siero. El mismo camino siguió Ramón Rato, el hermano mayor de Rodrigo, por la misma causa. Su madre era Aurora Figaredo Sela. Ambas familias asturianas fueron propietarias de industrias y poseen títulos nobiliarios.
Rato, un político de gran aureola, siempre sostuvo ser una víctima, un cabeza de turco del PP con el que se quiere limpiar culpas. En el Congreso, en una respuesta a un diputado del PP que indicó si no le daba pena el daño causado, Rato no se contuvo y le describió la teoría de la conspiración que sufría de su propio partido.
El exvicepresidente recordó que el 16 de abril de 2015 le detuvieron en su casa. “Delante de mis hijos y mis vecinos, acusado de delito fiscal y blanqueo de capitales, con una derivada de alzamiento, sobre la base de una denuncia de la Agencia Tributaria. Ponen alzamiento de bienes porque si no, ningún juez hubiera admitido entrar en mi domicilio. La acusación de alzamiento duró 15 días. Sobre el delito fiscal, llevo tres años esperando; aún no han sido capaces de encontrar nada”, rememoró.
A continuación, enumeró una serie de hechos previos a esa detención para dejar claro que existía una campaña orquestada por el Gobierno del PP para acabar con su detención en una época en la que las tarjetas black de Caja Madrid eran noticia habitual en los medios.
Y por si esto era poco arremetió contra el Gobierno socialista de Zapatero, cargó contra el exgobernador del Banco de España, Miguel Fernández Ordóñez, el ministro de Economía, el socialista Pedro Solbes y su sucesora, Elena Salgado. Incluyó en la lista negra a su sucesor en Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, y de los ministros populares destacó a el de Economía del PP, Luis de Guindos, hoy vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) que tuvo una participación decisiva en su salida, y Cristóbal Montoro, exministro de Hacienda del PP.
Rato contra el mundo. Esa ha sido su actitud en los ocho años que lleva fuera de Bankia y en los que ha visto como todos lo han dado la espalda en su partido, pese a haberlo sido todo durante 30 años. La película que protagoniza no ha terminado porque tiene dos causas más abiertas. Es difícil pensar en un final feliz, pero con la absolución en el caso Bankia, se le ha allanado el camino.
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