El equipo médico que atiende a Donald Trump en el hospital militar Walter Reed ha informado esta mañana de que el presidente de Estados Unidos continúa mejorando del coronavirus que le ha sido detectado y que incluso podría ser dado de alta este lunes si continúa la actual evolución. Pese a ese parte positivo, señalaron también que al republicano le fue suministrada el sábado dexametasona, un corticosteroide que recomendado para pacientes graves de covid-19, por una bajada de oxígeno.
Su doctor de cabecera, Sean Conley, trató de aclarar la confusa información ofrecida el día anterior, en la que ocultó datos relevantes y sembró la desconfianza, pero siguió dejando preguntas sin responder. Conley reconoció que, en efecto, el mandatario había presentado graves síntomas el viernes, que necesitó oxígeno suplementario durante una hora y tuvo fiebre alta. El médico había evitado dar estos datos el sábado cuando se le preguntó.
Este domingo, de nuevo, no aclaró si había necesitado oxígeno el día anterior, aunque dio a entender que sí, y no contestó sobre los resultados del escáner pulmonar, más allá de que no había nada “preocupante”. En un país con unos estándares de transparencia como los de Estados Unidos, la comunicación del médico del comandante en jefe del país ha dejado mucho que desear en esta crisis. “Solo quería reflejar la actitud alentadora del equipo, del presidente y el curso de su enfermedad. No quería perjudicar el curso de su enfermedad y, al hacer eso, parecía como si quisiese ocultar algo, lo que no es necesariamente cierto”, explicó Conley, respecto al desaguisado del día anterior. Allysa Farah, directora de comunicación de la Casa Blanca, precisó que el médico se refería a la necesidad de proteger el ánimo del paciente.
El sábado, nada más terminar su rueda de prensa, en la que ofreció un retrato muy optimista de la situación, el jefe de gabinete, Mark Meadows, informó a los medios de que el presidente había presentado constantes vitales “preocupantes” el viernes y que las siguientes 48 horas “eran críticas”, unas palabras gruesas que el médico había evitado. Según dijo este domingo Conley, se habían malinterpretado las declaraciones de Meadows.
El nivel de oxígeno en la sangre de Trump llegó a situarse en el 94% el viernes, cuando el nivel normal es el 95%, pero este domingo se encuentra en el 98%, según los médicos. La previsión para el resto de la jornada es que el mandatario pase el máximo tiempo posible fuera de la cama, coma y beba y, si la evolución sigue positiva, poder enviarle de regreso a la Casa Blanca. Aun así, la evolución de este nuevo virus se ha demostrado imprevisible en los pacientes y el peligro sigue al menos hasta el séptimo y octavo día después de los primeros síntomas.
Además de la dexametasona, Trump ha sido tratado también con un cóctel de anticuerpos experimental de la farmacéutica Regeneron y con Remdesivir, un antiviral de efectividad limitada en los primeros días de la infección.
El contagio del presidente ha supuesto un terremoto en la recta final de la campaña electoral de Estados Unidos, que tiene el 3 de noviembre su cita con las urnas. Ha dado al traste con la intensa agenda de mítines y eventos del republicano y se ha convertido en un símbolo de cómo el país más poderoso del mundo ha sucumbido a esta pandemia. Han perdido la vida 209.000 personas a consecuencia del virus (el 20% de los fallecidos de todo el mundo) y se han contagiado 7,3 millones de ciudadanos, entre ellos, uno de los más protegidos del mundo, su presidente.
Sin embargo, pese a la seguridad que rodea al presidente de Estados Unidos, Trump ha sido criticado precisamente por no haber tomado suficientes precauciones, para los demás y para sí mismo, al quitar hierro al virus, renegar del uso de la mascarilla durante meses y mantener su agenda de actos y viajes, prácticamente, como si no hubiese pandemia. El consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Robert O’Brien, fue preguntado por todos los riesgos asumidos por el mandatario solo en la última semana, en la que participó en múltiples actos sin mascarilla. “Es muy difícil [tener seguridad al 100%], no importa las precauciones que adoptes; lo hicimos lo mejor pudimos”, dijo en el programa dominical político Face The Nation.
El sábado por la tarde, en el vídeo que publicó desde el hospital, el propio Trump incluyó una suerte de justificación sobre su agenda. Sentado en una mesa de trabajo, vestido con camisa y blazer, el republicano llamaba a la calma sobre su estado de salud y decía también: “No tenía elección. Me dieron la opción de quedarme en la Casa Blanca: enciérrese allí, no salga, no vaya siquiera al Despacho Oval. Quédese arriba y disfrute. No vea a gente, no hable con gente. Pero no puedo hacer eso, debo estar al frente. Esto es Estados Unidos, este es el país más poderoso del mundo. No puedo encerrarme en una habitación, quedarme seguro y decir: ‘Que pase lo que tenga que pasar’. Debemos afrontar los problemas, un líder debe afrontar problemas. Ningún gran líder no lo hubiera hecho”.
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