La mayoría de los 44 ponentes que participaron el fin de semana pasado en el II Foro La Toja Vínculo Atlántico sobre propuestas de futuro tras la covid-19 ensalzaron los éxitos del Estado autonómico en España, pero subrayaron que sus fallas tenían que ver con los problemas para su cogobernanza real en el día a día de la gestión y más ante una pandemia inédita. La grave y descontrolada situación política y social en Madrid ya estaba en el retrovisor de todos los paneles. Los políticos, empresarios, expertos, expresidentes del Gobierno, presidentes autonómicos en ejercicio del PP y el PSOE, o directivos del Ibex que intervinieron reconocieron, con frustración, lo difícil de “diagnosticar la incertidumbre” ante un virus que no se sabe cuánto va a durar ni a costar.
El exprimer ministro italiano Enrico Letta no quiso presumir de los mejores índices momentáneos de los que disfruta su país frente a España, pero sobre una mejor cogobernanza de las Administraciones y los partidos se atrevió a proponer una solución innovadora a nivel europeo: “Un índice del coste de la no coordinación, para saber cuánto nos cuesta no hacer las cosas coordinadamente”. Los expresidentes Felipe González y Mariano Rajoy, ahora tan a gusto de gira de veteranos por libre de sus respectivos partidos, elevaron sus quejas por “la desgobernanza” en Europa al contar sus más que anecdóticos enfrentamientos con los intereses particulares en su momento del holandés Mark Rutte, la alemana Angela Merkel o el francés Nicolás Sarkozy. Ante el problema de “la cogobernanza” y la “centrifugación del poder en reinos de taifas”, González insistió en su idea de favorecer grandes acuerdos no puntuales y sí transversales que “respondan a la necesidad y no a un capricho”.
El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, una de las escasas figuras elogiadas ahora desde el PP y el PSOE, llevó la urgencia de esa coordinación a las soluciones monetarias entre el Banco Central Europeo y las autoridades nacionales. El economista está preocupado por cuánto tiempo deben y pueden durar las políticas de estímulo, ahora demandadas por todos.
En la clausura del citado foro, en la sesión en la que debían debatir los presidentes autonómicos de Galicia, Alberto Núñez Feijóo (PP), de Andalucía, Juan Manuel Moreno (PP) y de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page (PSOE), no hubo debate. Ni público ni privado. Todos aceptaron que el sistema autonómico y descentralizado ha sido bueno para acercar servicios tan esenciales como la sanidad y la educación, y desdramatizaron los fallos. No aludieron nunca abiertamente a la Comunidad de Madrid, pero sí asumieron que sería bueno “más serenidad” y “bajar los decibelios de la bronca política que se vive dentro de la M-30 madrileña”. Aseguran que en sus Parlamentos no se ven escenas tan broncas como las que observan con hartazgo en el Congreso.
Sobre el caos de Madrid, casi todos ellos han intermediado, directamente con la popular Isabel Díaz Ayuso o con Pablo Casado, para intentar poner un poco más de cordura y mesura en el debate político. Confiesan que, en la quincena de reuniones mantenidas en las conferencias autonómicas con el presidente durante estos meses, el clima de trabajo ha sido en general bueno, aunque luego achacan en cada caso y según les convenga la culpa de las fricciones en público a la deslealtad de uno u otro bando.
Page, desde su experiencia, aconsejó a los presidentes con Gobiernos de coalición que se olviden un poco en su gestión de los intereses partidistas y piensen a lo grande en busca de mayorías más amplias para futuras elecciones. Es lo que le pasó a él tras gobernar unos años y con bastantes conflictos internos con Podemos. Feijóo insistió en que esta crisis en el ambiente político “no la han provocado las autonomías sino los partidos” y se extrañó de que si en general “hay un acuerdo en el 90% de las cosas, eso no tenga su reflejo en las Cortes”.
Los empresarios, desde el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, hasta otros directivos, pidieron a los políticos más diálogo, consenso y estabilidad institucional ante unos tiempos tan inciertos y confusos. Y Antonio Huertas, presidente de Mapfre, les conminó a aprovechar la oportunidad de la reconstrucción pero sin caer en “el error de los atajos”.
Los politólogos fueron más pesimistas. Rocío Martínez Sempere, directora de la Fundación Felipe González, apuntó contra la poca autoridad de los líderes actuales: “El déficit más corrosivo y tóxico que padecemos tiene que ver con la crisis política, y no es solo un déficit de liderazgo y de gobernanza: los cambios no se proclaman, sino que se ejecutan”. También ensalzó la épica de lo gris: “La buena política es muy aburrida y moderada, poco sexy, pero asaltar el cielo es muy parecido al infierno”.
El politólogo búlgaro Ivan Krastev alertó de otro virus: “La pandemia de nostalgia vendrá al mundo después de la covid-19”.
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