Samantha Vallejo-Nájera, miembro del jurado de MasterChef, preguntó con cierta ironía durante el primer episodio de la quinta edición con famosos del concurso culinario: “Juanjo, creo que tú conoces a Pepe [Rodríguez] de antes, que te invitó a su restaurante y no fuiste. ¿Te parece bonito?”. Con su indeleble picardía, que aún recuerda a la espontaneidad que tanto le caracterizó durante su niñez, Juan José Ballesta prometió cumplir con el convite en El Bohío. Meses después, el actor todavía no ha acudido como comensal. Y eso que lo tiene cerca, pues el local se encuentra en Illescas (Toledo) mientras que el intérprete reside en El Viso de San Juan, en la misma provincia, en una casa de campo con piscina, huerto, animales y donde tiene aparcada su moto. Pero él no quiere ser un mero comensal del negocio que cuenta con una estrella Michelín, sino que prefiere reunir a ambas familias y pasar el día todos juntos.
A sus 32 años, la familia es la mayor prioridad en la vida de Ballesta: su esposa, Verónica Rebollo, y su hijo, Juanjito, a punto de cumplir los 13 años, la misma edad con la que su padre ganó el Goya a mejor actor revelación por su interpretación en la película El Bola. De hecho, al pequeño le suelen llamar El Bolita. Padre e hijo tienen previsto participar en un proyecto sobre “un personaje muy importante del deporte en este país”. “[El director de casting] Amado Cruz me dijo: ‘Yo te hice el casting de El Bola y ¿sabes qué? Es mejor que tú”, recuerda Ballesta en conversación telefónica con EL PAÍS sobre la audición que hizo su vástago. No le importa que el niño siga sus pasos en la industria, pues considera que tiene tablas: “Es un peliculero. Tú no sabes las películas que viene contando del instituto”, asegura riéndose.
El pequeño está muy familiarizado con los rodajes, pues desde que era un bebé ha acompañado a su padre en cada uno de sus trabajos. “Si no voy con mi familia, no voy. Incluso en [la serie] Hispania lo tenía puesto en el contrato, que venían conmigo porque somos un pack y no me separo de ellos”, explica el intérprete. Cuando Ballesta estuvo de gira durante 2013 y 2014 con la obra de teatro El nombre de la rosa, basada en la novela escrita por Umberto Eco, no se trasladaba de una ciudad a otra en tren junto al resto del equipo, sino que optaba por conducir kilómetros con su coche acompañado de su pareja y su hijo.
Donde no han podido estar ambos es en el rodaje de MasterChef Celebrity, debido a las exigentes normas de seguridad por la pandemia del coronavirus. A pesar de ello, Ballesta ha terminado muy agradecido por su experiencia en el programa de Televisión Española: “Lo que más me ha gustado ha sido conocer a mis compañeros, aparte de todo lo que he aprendido. Es tan especial y lo pasas tan bien… También con tantos nervios y tanta presión que dices: ‘Madre mía, voy a explotar hoy’. Pero es muy satisfactorio. Es un antes y un después”. En las cocinas ha coincidido con otras celebridades como Celia Villalobos, a la que considera “la abuelita del rodaje” y una persona “cojonuda”, y Nicolás Coronado, al que conoce de toda la vida.
No es la primera vez que Ballesta participa en un concurso de televisión. Ha pasado por Splash! Famosos al agua, Por arte de magia y ¡A bailar!, pero es consciente de que MasterChef Celebrity ha permitido que el público lo conozca más. Sus seguidores en Instagram, más de 58.000, han aumentado en las últimas semanas y las críticas que está recibiendo son muy positivas. “La gente va a conocerme como soy, transparente, sin filtros, campechano, campero y familiar”, comenta el que ha sido durante dos décadas uno de los rostros más populares del cine español.
Además de su vuelta al ruedo, el concurso le ha supuesto una inyección económica que no esconde: “Si no llega a ser por MasterChef, ya me hubiera gastado los ahorros”. Durante el confinamiento el actor y su esposa, que ahora trabaja en una granja, han estado sin trabajo. El programa no solo ha sido un alivio para Ballesta, sino que le ha abierto las puertas a otros proyectos vinculados a este espacio de televisión. De todos modos, dice orgulloso, no se le caen los anillos por ponerse a trabajar “de manitas”. Ya lo hizo de adolescente cuando tras el éxito de 7 vírgenes —que le convirtió en 2005 en el actor más joven en obtener la Concha de Plata en el Festival de Cine de San Sebastián, con 18 años— decidió alejarse del foco mediático, abrumado por la fama: “La gente me paraba, no podía salir a la calle, no podía disfrutar del dinero que había ganado, estar con mis amigos, ir al cine ni nada. Era superagobiante”. Se puso a trabajar de marmolista durante medio año y le sirvió para afianzar que su verdadera vocación era la actuación.
Desde hace años ronda en su cabeza la idea de dirigir y ahora es algo que quiere llevar a cabo firmemente. Tampoco descarta su sueño de dar el salto a Hollywood. “Lo que quiero es ir allí a demostrar de qué pasta estoy hecho y sacar a mi familia de pobre”, desea Ballesta, que proviene de una familia humilde de Parla (Madrid): “Yo con una película allí ayudo a toda mi familia aquí”. Cruzar el charco es algo que anhela desde que comenzó su andadura en el cine. Por aquel entonces El País Semanal le preguntó qué haría si un día ganaba un Oscar, a lo que él contestó: “Si me dan el Oscar, lo fundo y me hago anillos”.
Ahora se ríe de aquella genialidad de respuesta, propia de un chico de barrio, y admite que el Goya ha regresado a sus manos recientemente: “Lo ha tenido un colega rulando por Málaga, Ibiza… y me lo ha traído hace una semana medio desbaratado, que lo he tenido que llevar a otro colega que me lo ha vuelto a soldar y me lo ha apañado”. La estatuilla que recibió hace 20 años ha pasado por las manos de muchos amigos y conocidos. Tras la anécdota, concluye con la humildad que le caracteriza: “El Goya ha rulado por toda España. Igual anillos no haría, pero todos los parleños tendrían una foto con el Oscar, cien por cien”.
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