La impresión que dejó la abultada derrota entre varios miembros de la expedición del Atlético desplazada a Múnich fue de inferioridad manifiesta. En la mañana del partido, incluso hubo quién se atrevió a anticiparla, consciente de la envergadura del contrincante y de su infinidad de recursos.
El duelo con el Bayern contenía el atractivo de ver cómo trataría de frenar Diego Pablo Simeone a un equipo que, junto al Liverpool de Jurgen Klopp, está marcando la tendencia de hacia dónde va el juego.
La apuesta de Simeone para enfrentarse a un rival tan cualificado fue valiente. No fue el Atlético ese equipo que cuando se siente inferior quiere saber lo justo de la pelota. Los gritos del Cholo pidiendo a sus futbolistas tranquilidad y jugar con calma cuando tenían la posesión fueron constantes durante todo el partido. Tampoco abusó de los pelotazos el Atlético y solo se refugió descaradamente en la defensa de su área cuando el Bayern le sometió incrementando la intensidad de la presión.
Simeone pretendió mirarle a la cara a un adversario que acepta el intercambio de golpes desde los riesgos que asume con la línea defensiva situada a la altura del centro del campo. El resultado fue un golpe de realidad. El Atlético fue engullido por el nuevo fútbol que se impone. Presión alta, recuperaciones en campo contrario, transiciones rápidas y alto voltaje en el ritmo de juego con y sin balón. Con esas armas, el Bayern no solo dio la impresión de ganar cuando quiso, también dejó en el aire que, de haber necesitado más goles, los hubiera conseguido.
El despliegue del Bayern a lo largo del partido sacó a la luz un mal que empieza a ser una losa para la gran mayoría de los equipos españoles que compiten contra los grandes equipos de Europa. El centro del campo ha dejado de ser para sus ocupantes un espacio para elaborar y distraer. Herrera y Koke, la pareja de mediocentros que hace un año Simeone aseguró que era la que menos veía, fue superada por velocidad y dinamismo. Sucumbieron a la maestría de Kimmich en la colocación y en la distribución. El mediocentro alemán dio un curso de quite y de romper líneas con el pase vertical. Tampoco el canterano ni el mexicano pudieron seguir el tranco de Goretzka y Tolisso cada vez que se desplegaban para acompañar los ataques. La velocidad de crucero de los rojiblancos para jugar la pelota o para defender está muy alejada de los parámetros que demanda el nuevo fútbol que practica el Bayern.
Ya sin Thomas, la elección de Koke y Herrera fue motivada por la baja de Saúl y porque Simeone pensó que Torreira, titular en Vigo, aún no estaba para jugar dos partidos consecutivos de inicio.
Paso adelante
Escoltar a los dos mediocentros con dos extremos, en Múnich fueron Carrasco y Llorente, forma parte del paso adelante que ya alumbró Simeone tras el confinamiento para tratar de acabar la Liga entre los cuatro primeros. Ahora está por ver si el entrenador argentino mantendrá esa idea o, si como ha sucedido en anteriores ocasiones, ante una goleada, opta por jugar con un trivote o un cuatrivote. De hacerlo, se reflejará que la configuración del plantel ya no es la de antaño. La mayor parte del gasto ha ido a parar en delanteros o centrocampistas de talento. Para dos o tres puestos en ataque, la nómina de futbolistas es tan larga como millonaria en inversiones y salarios: Luis Suárez, João Félix, Diego Costa, Carrasco, Marcos Llorente, Correa, Vitolo y Lemar…
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