El placer culpable de la autoayuda

El secreto es una nueva adaptación de un fenómeno editorial mundial ocurrido en 2006 con un libro de autoayuda que solo en España estuvo más de 150 semanas entre los libros más comprados y que a estas alturas alcanza los 30 millones de ejemplares vendidos. Un éxito comercial que convirtió a su autora, la australiana Rhonda Byrne, en una especie de gurú del pensamiento positivo. Defensora a ultranza de un concepto llamado Ley de Atracción, Byrne reflejaba en su libro los beneficios de esta teoría sin base científica que promulga la capacidad de atraer con nuestros pensamientos la buena suerte. Es decir, esos “no hay mal que por bien no venga” o “cuando una puerta se cierra, una ventana se abre” del refranero popular y del anti-pensamiento cenizo.

El argumento se centra en cómo el coladero de problemas domésticos y económicos de la viuda con tres hijos que da vida Katie Holmes cambia de sentido el día que un misterioso desconocido interpretado por Josh Lucas se presenta en su casa para soltarle, entre seductoras sonrisas de oreja a oreja, una ristra de clichés de literatura de autoayuda que, para qué negarlo, son adictivos como el azúcar. Un cuento de hadas que se pierde por el camino por culpa de una caligrafía comercial tosca y plana que no acierta con el tono y una Katie Holmes a la que le falta garra y nervio y química con Josh Lucas. Andy Tennant convierte El secreto en un drama romántico almibarado (cuando la pareja brinda lo hace, tal cual, comiéndose unos gofres), e inyectado en todo momento de esos tópicos de la ley de Murphy cuyos lugares comunes pueden resultar bochornosos, pero también secretamente placenteros. Y es una pena que la película no los aproveche porque una buena inyección de optimismo y pensamiento mágico nunca está de sobra.


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