Es la hora de la emoción en Francia y de la unión en torno a los profesores que, como Samuel Paty, decapitado el viernes por mostrar caricaturas de Mahoma en una clase sobre la libertad de expresión, preparan a los más jóvenes para ser ciudadanos, les explican qué significa el lema republicano de la liberté, égalité, fraternité. El homenaje nacional a Paty, este miércoles en el patio de la Universidad de la Sorbona en París, fue un tributo a la figura del maestro, pilar de la democracia. “El mal ha sido nombrado”, dijo horas antes el presidente Emmanuel Macron. “Es el islamismo político”.
Hay un tiempo para las declaraciones políticas y las promesas de mano dura, y otro para el homenaje. Por la mañana, Macron hizo adoptar en el Consejo de Ministros las primeras medidas para perseguir a las organizaciones y grupúsculos islamistas que, en su opinión, se consideran por encima de las leyes de la República y pueden acabar siendo el caldo de cultivo de asesinatos como el del viernes pasado en el municipio de Conflans-Sainte-Honorine. Por la tarde, el presidente condecoró de forma póstuma a Samuel Paty con la medalla de la Legión de Honor, y participó en la ceremonia en el templo del saber francés y europeo.
El mensaje del presidente de la República, por la mañana y por la tarde, no era, en realidad, tan distinto. Es en la escuela donde los islamistas intoxican a los futuros ciudadanos. Es en las aulas donde Francia los pierde: el terrorista, de 18 años, se había educado también en la escuela pública. Y es allí donde se libra la batalla.
“Samuel Paty fue asesinado”, dijo Macron en la Sorbona, “porque encarnaba a la República que cada día renace en las aulas, la libertad que se transmite y se perpetúa en la escuela. Samuel Paty murió porque los islamistas quieren nuestro futuro, y saben que con héroes tranquilos como él, jamás lo conseguirán. Ellos separan a los fieles y a los infieles. Para Samuel Paty, solo había ciudadanos”.
Horas antes, el presidente había reiterado a sus ministros el mensaje de los últimos días: “El miedo debe cambiar de bando. Los islamistas no deben poder dormir tranquilos en nuestro país”. La retórica es nueva. El diagnóstico y las propuestas —un mayor control ideológico y financiero de las mezquitas y de las asociaciones islamistas, una vigilancia mayor ante el adoctrinamiento de los menores— ya figuraban en el discurso sobre el llamado “separatismo” que el presidente pronunció el 2 de octubre.
Tras el atentado de Conflans-Sainte-Honorine, Macron pidió a su Gobierno “acciones concretas”. Y la maquinaria estatal se ha puesto en marcha. Pero los obstáculos jurídicos pueden demorar la adopción de las medidas más llamativas que quiere el Gobierno, como la disolución del influyente Colectivo contra la Islamofobia en Francia (CCIF) o la ONG Baraka City.
El Consejo de Ministros decidió la disolución de un grupo que recibía el nombre de Jeque Yasín. Lo dirigía el predicador que ayudó al padre de una alumna en Conflans-Sainte-Honorine a impulsar la campaña en las redes sociales contra el profesor decapitado. Este grupo promovía una “ideología antirrepublicana que difundía el odio”, según el portavoz del Gobierno, Gabriel Attal. El Gobierno ordenó asimismo el cierre de la mezquita de Pantin, cuyos responsables difundieron los vídeos del padre contra el profesor. Attal confirmó el inicio del procedimiento de expulsión de unos 230 extranjeros radicalizados.
“Venceremos en la unidad”, dijo ante el Senado el primer ministro, Jean Castex. Las críticas a Macron vienen, por ahora, de Los Republicanos, el partido de la derecha tradicional, y de la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen. Le instan a pasar de las palabras a los actos, o piden medidas contra el velo islámico o más límites a la inmigración. La izquierda ha cerrado filas con el Gobierno, aunque estos días se escuchan, en la mayoría gubernamental, duros reproches contra quienes algunos califican despectivamente como “islamoizquierdas”, la izquierda que supuestamente ha preferido luchar contra la llamada islamofobia que en defensa de la laicidad
También hay un debate jurídico incipiente que puede explicar que el cierre de organizaciones como el CCIF esté tardando más de lo que parecía desear el ministro del Interior, Gérald Darmanin, cuando el lunes lo anunció. “Todos tenemos una emoción legítima. La explotación de esta emoción con fines políticos me da asco”, dijo el titular de Justicia, Éric Dupond-Moretti. Seguramente aludía a las críticas de la derecha y de la extrema derecha, pero sus palabras podían entender como un llamamiento a la templanza.
La ceremonia de la Sorbona fue un momento de liturgia republicana que pueden unir a un país y que, como mínimo, sirven para identificar qué es, o qué quiere ser. Christophe Capuano, amigo de Paty, leyó la “carta a los maestros y maestras” del legendario socialista Jean Jaurès, publicada en 1888: “Tenéis en vuestras manos la inteligencia y el alma de los niños; sois responsables de la patria”.
Dahlia, una estudiante de 14 años, leyó la carta que el escritor Albert Camus escribió a su maestro de escuela, Louis Germain, tras ganar el premio Nobel de Literatura en 1957: “Si usted, sin esta mano afectuosa que tendió al niñito pobre que yo era, su enseñanza y su ejemplo, nada de todo esto habría ocurrido”. “Continuaremos este combate por la libertad y por la razón”, prometió Macron, casado con una profesora jubilada, “porque en Francia, profesor, las luces nunca se apagan”.
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