La espiga del millón de gorras: la historia detrás del éxito del logo de Caja Rural


Este mes ha vuelto a popularizarse en Twitter una discusión que es un clásico en las redes sociales españolas: tú, ¿cómo llamas a esta chuchería?

La disputa de las nubes/jamones surge cada cierto tiempo en redes sociales y suele generar un torrente de respuestas. Antes de que @aaronpp14 la popularizara de nuevo en Twitter –lleva más de 7.000 retuits y 47.000 me gusta desde el 16 de mayo–, lo hicieron otros. La página dedicada a la nostalgia Yo Fui a EGB, por ejemplo, hizo la misma pregunta en Facebook hace tres años, y con el mismo éxito: respondieron más de 9.000 personas. También ocurre con los regalices (también conocidos como saras, pastas, palotes…), los flash (o polines, o poloflash…), etc.

Como los consumidores no se ponen de acuerdo con estos nombres, hemos preguntado a las empresas que las fabrican. ¿Cómo se pone el nombre a una chuchería? ¿Qué se tiene en cuenta a la hora de bautizarlas? Y lo más importante: ¿saben que luego el público las llama con otros nombres distintos? Dos grandes fabricantes de gominolas, Fini y Vidal, nos cuentan cuál es el proceso desde que eligen el nombre de una chuchería… Hasta que llega el público y, en ocasiones, se lo cambia.

Si te estás preguntando si existe una persona dedicada exclusivamente a poner nombre a las golosinas para dejarlo todo y dedicarte a ello, la respuesta es: no. Tanto desde Fini como desde Vidal explican que es un proceso en el que participan muchos trabajadores de la empresa. “En Fini decidimos los nombres en las reuniones de novedades, que tienen lugar una vez al mes y en las que participan personas del departamento de marketing, de I+D, de dirección…”, cuenta por teléfono a Verne Marta Casado, directora de marketing de la compañía.

A esa reunión llegan varios nombres candidatos y, según explica Casado, “se elige democráticamente” cuál será el que finalmente tendrá en el mercado. En esta reunión, por supuesto, está bien visto comer chuches: la votación se hace después de haber visto y comido las golosinas a las que se les va a poner nombre. “Hacemos como cuando nace un niño, a veces teníamos un nombre pensado y cuando lo miramos decimos: no tiene cara de llamarse así”, cuenta la directora de marketing.

Las propuestas de nombre pueden venir de cualquier departamento. “Es un proceso horizontal y muy poco jerárquico, todo es opinable y defendible”, explica Casado. Como ejemplo, cuenta que el nombre de uno de los productos más identificables de la marca fue idea de Antonio Andrés Sánchez Bernal, propietario y Presidente de la empresa: las Bolas de Camello, las bolas de chicle rellenas de caramelo líquido.

Y, ¿qué se valora para bautizar una golosina? José Ramón Pastor, director comercial y de marketing de Vidal, enumera por correo electrónico a Verne algunos de los factores que tienen en cuenta o que pueden servir de inspiración:

  1. Ingredientes, textura y sabores: en la empresa tienen en cuenta si el dulce a bautizar “es ácido o dulce, si está recubierto de azúcar o de pica, si sabe a fresa o cola…”, enumera Pastor. Los palitos de regaliz de Vidal recubiertos de picante, por ejemplo, hacen alusión directa en su nombre a dos de sus características: que son dulces y pican. Les pusieron Dulcipica, y es el nombre que muchas personas dan hoy día de forma generalizada a este tipo de dulce.
  2. El mercado de destino: “No es lo mismo un nombre para España que para EE UU , Japón o Corea”, explica Pastor. “Debemos tener en cuenta que en cada mercado sea legible, fácil de recordar y que al traducirlo no tenga otro significado”. El cambio de significado de un producto al cambiar de mercado ha dado quebraderos de cabeza a fabricantes de automóviles e incluso a Disney en los últimos años.
  3. Forma: “La mayoría de productos están inspirados en formas naturales o ya existentes”, cuenta Pastor. Entre ejemplos de productos lanzados por Vidal que reciben su nombre por su forma se encuentran los melones de chicle, los ladrillos de regaliz, o las dentaduras.
  4. La impresión que causa en el consumidor: “Se tienen en cuenta otras características subjetivas como lo que sugiere el producto al verlo o al comerlo”, explica Pastor. Tanto Vidal como Fini realizan pruebas de producto antes de ponerle nombre, en las que piden a los participantes que expliquen cuál es la característica del dulce que más les ha llamado la atención.

Preguntados por el caso concreto de la golosina conocida como nube o jamón, desde Vidal nos cuentan su experiencia particular: “Cuando nosotros comenzamos a producir marshmallows [nombre original de esta golosina, que proviene de Estados Unidos] ya se conocían entre el público como nubes, debido a su característica ligera y suave, como tocar un pedacito de cielo”, cuenta Pastor. “Nosotros seguimos la tendencia bautizando a ese producto en genérico como nube, aunque el nombre oficial de las producidas en Vidal era Churumbito Fantasía […]. Hace poco se hizo un cambio de nombre y todos nuestros marshmallow se encuentran bajo la marca Dulcinubes”. Pastor afirma desconocer el origen del nombre “jamón” para referirse a este dulce, aunque algunos usuarios en Twitter afirman que es por su color, mucho más parecido al del jamón york que al de una nube.

Por qué tenemos distintos nombres para el mismo producto

Tanto en Fini como en Vidal son conscientes de que, independientemente del nombre que pongan a una gominola, algunos productos acaban siendo rebautizados por los consumidores. El caso más popular es el de las citadas nubes, que en muchas zonas del norte de España se conocen como jamones y, en el sur, como esponjitas, pero hay más. Desde Fini ponen otro ejemplo de su propio catálogo: los pulpos. “Siempre que ponemos en redes una publicación sobre ellos nos llegan respuestas de gente sorprendida porque siempre los han llamado arañas”, cuenta Marta Casado.

José Ramón Pastor, de Vidal, explica que estos cambios de nombre se producen por la forma en la que tradicionalmente se han vendido las golosinas en kioscos y bazares: en carameleras, a granel y sin marca visible. “Muchos clientes las han conocido por su nombre genérico o el más extendido entre los consumidores, en lugar del nombre que cada fabricante le asigna”, explica. Siguiendo con las nubes, en Vidal se han llamado tradicionalmente churumbitos y actualmente aparecen en el catálogo como Dulcinubes, mientras que Fini las denomina Esponjas. Y tú, probablemente, nubes o jamones. O esponjitas. O marshmallows. O malvaviscos. O “ponme dos de esas y no me des bolsa, que me las voy a comer ya”. Te van a estar igual de buenas.

Antes de salir corriendo a tu tienda más cercana porque te ha entrado un hambre tremenda leyendo esto, no nos dejes con la duda. Tú, ¿cómo las llamas?

* También puedes seguirnos en Instagram y Flipboard. ¡No te pierdas lo mejor de Verne!




Source link