Nunca la manera de hacer campaña reflejó tanto la polarización del país. Pero en unas elecciones en medio de una pandemia, la carrera demócrata y republicana a la Casa Blanca ha tomado dos rumbos completamente opuestos. Mientras el equipo de Joe Biden quiere mostrar una postura ejemplar haciendo eventos donde el público va en coche, con el aforo muy controlado para evitar contagios y atendiendo a las recomendaciones de los científicos, con mascarilla obligatoria y distancia social, a Donald Trump no le tiembla el pulso al organizar actos multitudinarios en los que llega como una estrella en el Air Force One mientras cientos de personas le esperan amontonadas, muchas de ellas sin cubrebocas. Como si nada hubiera cambiado desde 2016.
Este jueves, esas puestas en escena tan diferentes, que son por sí mismas una declaración de intenciones de cómo manejar la pandemia, tuvieron lugar en Florida: mientras Biden estaba en el aparcamiento del campus Coconut Creek del Broward College hablando ante un reducido grupo de invitados que habían esperado horas para poder pasar los chequeos de seguridad, el presidente Trump se daba un baño de masas en Tampa, en el llamado corredor de la Interestatal 4 (I-4), la zona más poblada de un Estado clave que aporta 29 de los 270 votos electorales que cualquier candidato necesita para ganar.
“Florida: ustedes tienen la llave. Si Florida se vuelve azul, se acabó. Es hora de recuperar nuestra democracia, de volver a ser quien éramos”, dijo el candidato demócrata sobre un escenario en el aparcamiento de la Universidad pública de Broward, que tiene un tercio de estudiantes afroamericanos. La segunda visita en dos semanas al condado más demócrata de Florida ha sido interpretada como un intento del exvicepresidente de movilizar el voto negro y latino en esa zona del Estado. Aunque ambos grupos están votando más que en elecciones anteriores en un año con unas cifras de participación anticipada récord, lo hacen menos que los blancos.
En su discurso, Biden desmontó los fantasmas del socialismo que la campaña de Trump está levantando sobre la suya para tratar de sacar rédito electoral al miedo de los migrantes que huyeron de países con Gobiernos izquierdistas. “El presidente defiende a autócratas como Vladímir Putin [presidente ruso] y Kim Jong-un en Corea del Norte. Es el peor abanderado de la democracia en lugares como Cuba y Venezuela. Yo toda mi vida he luchado por las libertades y contra las dictaduras de derechas e izquierdas”, afirmó. “A Trump le encanta hablar, pero no le importan los cubanos y venezolanos”.
El candidato demócrata defendió la puesta en marcha de una nueva política con Cuba que, a su juicio, “no está más cerca de la libertad y la democracia hoy de lo que estaba hace cuatro años”. Después de la presidencia de Barack Obama, en la que ambos países vivieron un histórico proceso de deshielo, Trump echó marcha atrás en algunas de las medidas de su Administración y endureció el embargo para asfixiar la economía de la isla. El exvicepresidente también criticó las deportaciones de la Administración Trump a cubanos y venezolanos. “Ni siquiera les ha dado estatus de protección temporal a los venezolanos (TPS, por sus siglas en inglés) que huyen del régimen opresor de [Nicolás] Maduro. Yo lo haré, pero hay que votar”, afirmó.
Entre los invitados al evento de campaña estaban Jorge Fernández y María Antonieta Díaz, una pareja de venezolanos que lleva 23 años en Florida. “Trump ha tenido cuatro años para apoyar las causas venezolanas, para ofrecer un alivio a las personas que viven aquí, con un TPS u otras medidas, pero hemos llegado al final de sus cuatro años y estamos igual o peor, porque hay muchos venezolanos que están en una situación peor aquí por la migración y la covid-19”, sostiene Fernández apoyado en su vehículo, del que cuelgan banderas venezolanas y estadounidenses.
Pese a las comparaciones que surgen desde las filas republicanas, la pareja no ve ninguna similitud entre la propuesta del exvicepresidente y la del Gobierno de su país de origen. “La política de Biden tiene más que ver con los beneficios sociales que hay en muchas partes del mundo, como en España y en parte de Europa y Latinoamérica”, razona Fernández. “La distribución de las riquezas aquí no es equitativa, hay unas diferencias que estas políticas sociales podrían paliar. Yo soy empresario y apoyo totalmente que se suba el salario mínimo a una cantidad viable para una familia”.
Por el contrario, la pareja asegura que sí que ve en Trump rasgos populistas que les recuerdan al chavismo, un sistema que no vivieron directamente porque migraron antes de que Hugo Chávez llegara al poder, pero que, dicen, su familia sufrió hasta el punto de tener que irse del país. “Chávez tenía la misma capacidad de enamorar al pueblo con ofertas que en general no se cumplen”, dice él. “Trump mete mentiras hasta que te las crees. Igualito hacía Chávez”, añade ella.
Mientras Fernández y Díaz escuchaban a Biden desde sus coches, en la otra costa de la península de Florida, a más de 370 kilómetros de distancia, el presidente Trump prometía ante una multitud en el estadio Raymond James de Tampa “un plan para asegurar una vacuna segura [contra el coronavirus] en unas pocas semanas”. Según afirmó, las personas de la tercera edad tendrían prioridad para obtenerla.
Además, el presidente advirtió a sus seguidores de que, si gana Biden, este llevará a cabo “confinamientos a modo de castigo” para lidiar con una pandemia que ha acabado con la vida de 228.000 estadounidenses. Pese a que el candidato demócrata no ha planteado esa medida, la campaña de Trump está lanzando el mensaje a sus seguidores de que la llegada de los demócratas al poder implicaría previsiones más estrictas contra la pandemia, como cierre de colegios o prohibición de reuniones familiares.
“No voy a cerrar el país, voy a cerrar el virus”, dijo Biden haciendo un juego de palabras en inglés (I’m not going to shut down the country, I’m going to shut down the virus) horas más tarde en otro evento de campaña en Tampa. Que dos candidatos coincidan en la misma ciudad el mismo día es raro, pero el detalle refleja la importancia de esa zona de Florida, la del corredor de la I-4, donde también está Orlando. Esta área, adonde en los últimos años llegaron decenas de miles de puertorriqueños, está en el ojo de las campañas por tener casi la mitad de la población de un Estado clave. Hasta este jueves, más de 7,4 millones de floridanos habían acudido a las urnas o enviado sus papeletas por correo, más de la mitad de los votantes registrados.
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