Xandu’, una tradición del pueblo zapoteca de Oaxaca que vive aún en pandemia

Se trata de la única fecha en que pueden “sentir y convivir” con sus familiares que físicamente se han ido para siempre; ahora todo se hizo en familia por temor a un contagio.

Por Diana Manzo

Juchitán, Oax.- Zapotecas de Juchitán y localidades como Unión Hidalgo y Santa María Xadani en el Istmo de Tehuantepec creen que hay vida después de la muerte, para ellos encontrarse con sus seres queridos es sagrado y más fuerte que cualquier pandemia. Aquí el Xandu’ (Día de muertos) se celebra el 30 y 31 de octubre y no el 1 y 2 de noviembre, como el resto del país.

Este año fue peculiar, no hubo multitudes elaborando las ofrendas tradicionales “El Biguie’/Bedxe” o altar, tampoco se invitó al publico en general por los altavoces comunitarios, todo se hizo en familia por temor a un contagio masivo de Covid-19 que ha cobrado la vida de 296 personas en esta región oaxaqueña.

Las flores amarillas de cempasúchil y guindas de cresta de gallo, así como velas y una variedad de frutas, adornaron cada una de las ofrendas, que por tradición construyen los hombres a temprana hora, mientras que las mujeres elaboran tamales y atole que se comerá en honor a los difuntos.

El altar es de siete a nueve pisos y también el “Beedxe o Biguie’’” que consiste en un retablo de madera que en el centro tiene una cruz que resalta los cuatro puntos cardinales y otro punto en el centro y es dedicado al jaguar, animal que para los zapotecos es sagrado y acompaña a las almas al momento de regresar a la tierra, durante la celebración.

En las marquesinas de las puertas se coloca un arco de palma o de hojas de caña con flores, pan y frutas, que es la señal que indica que hay ofrenda familiar en los hogares.

Tampoco puede faltar el humo del copal , que se extiende por toda la casa en señal de pureza, es el aroma que aseguran nutre a las almas mientras conviven con los vivos y es el que les dará la guia para su regreso al inframundo.

Una fotografía de gran tamaño y un pan en forma de rectángulo con el nombre de “Cuauhtémoc” se distingue en el altar que elaboró la familia De Gyves de la Cruz, en este hogar hace seis meses falleció “Cuauhtémoc de Gyves de la Cruz,” el primer juchiteco que murió por Covid-19.

Según esta tradición milenaria, una ofrenda de Xandu’ se le dedica a una persona que falleció hasta antes de 90 días de celebrarse el Día de Muertos, antes “no tiene permiso”.

Gloria y Azteca de Gyves de la Cruz, hermanas de Cuauhtémoc, así como su madre la señora Luisa de la Cruz López de 92 años expresaron que “perder a un ser querido por esta enfermedad, es sumamente doloroso”.

Recordaron que en el mes de abril cuando falleció su hijo y hermano respectivamente, fue una situación compleja la que vivieron, inclusive discriminatoria, pero al paso de los meses, amigos y familiares inclusive conocidos han entendido que no se trata de una “enfermedad común” sino que es contagiosa y mortal.

“A Temito, como le decíamos de cariño, lo recordaremos siempre, esta ofrenda es tributo a lo mucho que lo queremos, y como dice la tradición, ya está aquí con nosotros, comeremos y beberemos con su espíritu, su esencia ha llegado y eso nos pone felices, porque lo tendremos por unos días con nosotros”.

25 mil pesos cuesta conservar esta tradición zapoteca

En la séptima sección de Juchitán, Trinidad Santiago Guerra y su familia elaboraron el tradicional “Biguie’ o Bedxe” e invirtieron para su preparación unos 25 mil pesos en la compra de flores, velas y frutas, así como panes y tamales.

Conservar una tradición para el pueblo zapoteca significa un alto costo, pero para ellos no importa, porque se trata de la única fecha en que pueden “sentir y convivir” con sus familiares que físicamente se han ido para siempre.

“Mi madre Cristina falleció el 15 de mayo, y fue algo muy fuerte para la familia, estamos tristes por que ella era una mujer muy arraigada de sus costumbres, por eso decidimos hacerlo a pesar de la pandemia, claro, esta vez todo será en familia y guardando las medidas sanitarias porque tememos a contagiarnos”.

La familia Santiago dedicó su altar a Gabriela Santiago Terán, una joven de 16 años que falleció por una complicación en el embarazo hace apenas cuatro meses, a ella su familia la recuerda con mucha tristeza, sin embargo, decidieron celebrar esta costumbre.

Antonio Regalado Sánchez y su familia no dejaron pasar desapercibida la tradición, aunque a ellos la crisis económica del Covid-19 les ha pegado fuertemente decidieron elaborar un altar austero, pero con mucho cariño.

“La costumbre es la costumbre, y a pesar de que nos dijeron que la enfermedad y las medidas, pues decidimos hacerlo, no invitamos a las personas, todo será familiar”.

La celebración es más fuerte que la pandemia

Tomas Chiñas Santiago, cronista juchiteco narró que esta celebración es la alegría de los vivos de volver a ver a sus muertos, aquellos que ya partieron al cielo y a su regreso le dedican ofrendas, por eso es “una tradición más fuerte que cualquier pandemia”.

“A la llegada de los españoles a Juchitán, se da una fusión de dos culturas; sin embargo, los Binigulasa (auténticos zapotecos) no acataron los días de celebración impuesta por los conquistadores que son el 1 y 2 de noviembre, ellos mantuvieron las fechas 30 y 31 de octubre”.

Abundó que el Biguie´ o Beedxe’ , va más allá de las tradiciones del día de muertos, es la esencia de recibir a un familiar en tu casa, convivir con ellos durante varios días y consentirlos con su comida favorita.

El 30 y 31 de octubre, los familiares hombres y mujeres visitan la casa del difunto, los hombres comienzan a arreglar el altar o el beedxe’; por su parte las mujeres preparan tamales de hoja de plátano, pollo y mole negro”.

“Aquí se privilegia el tequio, y eso ayuda mucho económicamente, los vecinos y amigos llegan y ayudan para elaborar tamales, adornar el altar, algunos traen flores y frutas y así el gasto va siendo menos porque esta tradición es cara pero se conserva”.

A media mañana, las mujeres salen a visitar las ofrendas, llevan flores de cempasúchil, dan su apoyo económico (limosna) y una veladora, a cambio reciben dos tamales y un pan; mientras tanto los hombres también aportan su contribución económica, los invitan a cenar y permanecen en el velorio.

La música es imprescindible, no puede faltar en este tipo de celebraciones y se cantan o interpretan canciones preferidas del difunto.

El 3 de noviembre a partir de las tres o cuatro de la tarde, el altar o biguie´, se levanta después de realizar un rosario, porque según cuentan los zapotecas, es a que esta hora en que las almas retornan a su lugar de origen. Las frutas y los alimentos se comparten con los amigos y familiares como muestra de agradecimiento por su acompañamiento.






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