El atentado en Niza y el ataque a un consulado francés en Arabia Saudí se producen en un contexto altamente tenso en Francia, que vuelve a debatir acaloradamente el problema del islamismo en el país. En dos semanas se espera el veredicto del juicio por los atentados islamistas de enero de 2015 que provocaron la muerte de buena parte de la redacción de Charlie Hebdo, así como la de una policía y de varias personas más en un supermercado judío en París. Según ha adelantado la fiscalía antiterrorista, el fallo se dará a conocer el 13 de noviembre, el mismo día en que Francia conmemora la segunda oleada de atentados extremistas en París de ese fatídico 2015, cometidos por varios comandos en la sala de conciertos Bataclan y otros bares y localidades de París que dejaron 130 muertos y cientos de heridos.
Los acontecimientos de las últimas semanas han dejado claro que la amenaza islamista no es solo una cuestión del pasado que se dirime en los juzgados. A finales de septiembre, un joven paquistaní hirió gravemente a dos personas en un ataque con cuchillo perpetrado ante la antigua sede de Charlie Hebdo, y que el agresor, de origen paquistaní, creía que seguía siendo el lugar donde se reunía la redacción de la revista. No fue un ataque casual. Charlie Hebdo, coincidiendo con el inicio del juicio por los atentados de 2015, decidió volver a publicar, a comienzos de septiembre, las caricaturas de Mahoma que están en el origen de todos los ataques contra la revista. El 16 de octubre, Francia volvió a sobrecogerse con otro brutal atentado islamista: la decapitación del profesor Samuel Paty, atacado por un joven de origen checheno por haber mostrado en una clase sobre libertad de expresión las mismas caricaturas de Mahoma. En el homenaje nacional celebrado en su honor en la Sorbona, el presidente Emmanuel Macron reiteró que Francia “no renunciará a las caricaturas”.
El Gobierno francés está preparando además una ley contra el “separatismo islamista” que ha provocado la ira de algunos países musulmanes, especialmente la del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que en los últimos días fustigó duramente al presidente galo y apoyó los llamamientos a un boicot de productos galos por la defensa de París del derecho a publicar caricaturas de Mahoma en aras de la libertad de expresión. Esta semana, la justicia confirmó el cierre de una mezquita en las afueras de París sospechosa de radicalización y el Gobierno ha decretado además el cierre de una asociación humanitaria, BarakaCity, acusada de propagar “ideas que defienden el islamismo radical”.
Tras la decapitación de Paty, Macron proclamó que “el miedo debe cambiar de bando. Los islamistas no deben poder dormir tranquilos en nuestro país”. Por el momento sin embargo, es la sociedad francesa la que vuelve a temblar ante una amenaza que ya se ha cobrado casi 300 vidas en los últimos años.
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