La noche electoral avanza hacia el escenario más temido: un recuento muy ajustado que extienda la incertidumbre varios días más allá de la jornada electoral y acabe en los tribunales. Y Donald Trump, como venía amagando en las últimas semanas de campaña, ya ha desenterrado el hacha de guerra. “Esto es un fraude al pueblo estadounidense. Una vergüenza para nuestro país”, ha dicho el presidente desde la Casa Blanca, pasadas las dos de la madrugada del miércoles hora de Washington (las ocho, hora española). “Francamente, hemos ganado las elecciones. Nuestro objetivo ahora es garantizar la integridad de las mismas. Iremos al Tribunal Supremo. Es un momento muy triste”.
El presidente, a pesar de que dijo en los días previos que no cantaría victoria hasta que esta estuviera clara, se ha dado por ganador cuando aún queda por concluir el recuento en algunos de los Estados que decidirán las elecciones. En concreto, Pensilvania, que horas antes el candidato demócrata, Joe Biden, ha asegurado que iba camino de ganar. Todavía quedaban por recontar cerca de 1,4 millones de votos por correo, que pueden recibirse hasta el viernes, siempre que hayan sido sellados antes del martes.
Las elecciones se encaminan así al Tribunal Supremo, donde semanas antes de los comicios los republicanos colocaron a la juez conservadora Amy Coney Barrett, tras el fallecimiento de la progresista Ruth Bader Ginsburg, inclinando la balanza aún más hacia la derecha (seis votos contra tres) en la más alta instancia judicial del país. El horizonte recuerda a las elecciones del año 2000, en las que el Supremo acabó decidiendo el resultado, entregando la victoria al republicano George W. Bush contra el demócrata Al Gore por solo 527 votos tras un complicado recuento en Florida.
“Vamos muy por encima, pero nos están intentando ROBAR las elecciones. Nunca les dejaremos que lo hagan. ¡No se pueden emitir votos después de que las urnas estén cerradas!”, había advertido el presidente poco antes, en su primer tuit de la velada, pasada la medianoche. Twitter ha añadido una advertencia en el mensaje diciendo que el contenido “ha sido objetado y puede ser engañoso”. El presidente se refería a Pensilvania. La Corte Suprema de ese Estado ha permitido que la Junta Electoral reciba las papeletas por correo hasta el viernes, siempre que tengan el matasellos de este martes.
El presidente ha seguido la jornada electoral desde la Casa Blanca, donde ha convocado una recepción con 250 invitados, muchos de los cuales no llevaban mascarilla ni mantenían la distancia de seguridad para prevenir contagios de covid. La residencia presidencial ha sido escenario de, al menos, dos focos de covid durante la campaña, en el primero de los cuales se contagiaron el propio presidente y la primera dama.
Trump lleva meses preparando el terreno para contestar el recuento de votos. En las últimas semanas ha repetido el mensaje, sin evidencia que lo sustente, de que el aumento del voto por correo debido a la pandemia podría dar lugar a fraude electoral. Los sondeos preveían, y el recuento parece confirmarlo, que el voto por correo favorecería mayoritariamente a los demócratas, que han promovido más la cautela para evitar contagios de covid que sus rivales republicanos.
“Las elecciones deberían terminar el 3 de noviembre, no semanas más tarde”, tuiteó Trump en los últimos días de campaña. Algo que estaba claro que no iba a suceder: incluso en unos comicios sin tanto voto por correo, casi ningún Estado reporta los resultados definitivos en la misma jornada electoral. Más de 100 millones de estadounidenses votaron por correo, un récord absoluto.
Días antes, en un acto de campaña, el presidente ya había apuntado en la misma dirección: “Deberíamos querer tener los votos contados, tabulados y terminados para la tarde-noche del 3 de noviembre”. Un escenario prácticamente imposible en la práctica: cuando se proclama un ganador en la misma noche electoral, algo que no va a suceder en esta ocasión, no es porque el recuento se haya completado, sino porque las proyecciones de los medios deducen que, aunque quede escrutinio, uno de los candidatos tiene ya una ventaja que los votos restantes no pueden arrebatarle.
El presidente protestó reiteradamente, en la recta final de la campaña, por la posibilidad de que el recuento se prolongue, y ha atacado a los jueces por una serie de dictámenes recientes que permiten a los Estados continuar contando votos llegados después de la jornada electoral. Aseguró que ese era un escenario “físicamente peligroso”. Y hacia él se encamina el país. “Vamos a ir la misma noche, en cuanto terminen las elecciones, vamos a ir con nuestros abogados”, dijo Trump a los periodistas el domingo.
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