A Jaime Lorente no hay mascarilla que le proteja de ser reconocido por algún fan a la caza de la fotografía junto a Denver, miembro de la banda atracadora de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre macarra e irascible al que da vida en La casa de papel. La mirada del actor (Murcia, 1991) es una de las más populares dentro y fuera de España desde que, en 2017, apareciera en la que es la serie de habla no inglesa más vista de la historia de Netflix. Además, papeles como el de Nano en Élite, un joven conflictivo aunque con buenas intenciones, no han hecho más que grabarla a fuego en el imaginario colectivo de los 85 millones de espectadores mundiales que suman ambas series en la plataforma de contenidos. Y esta parte de su anatomía, evidentemente, no la esconde la mascarilla. “Por mucho que me cubra, la gente me reconoce. Es cierto que llevar gran parte de la cara tapada da un respiro pero aún así me paran”, confiesa. Los hay que incluso intentan que se la quite para que no haya duda de que es el actor el que aparece en la foto.
En el momento en que tiene lugar la entrevista, Lorente acaba de terminar el rodaje de El Cid y aterriza en Ibiza, una de las ciudades a las que rinde homenaje la nueva colección de relojes de Bvlgari Bvlgari Cities, con un brazo vendado. Poco amigo de los dobles de acción, el actor, que en la nueva serie de Amazon Prime Video interpreta a Rodrigo Díaz de Vivar, se hizo un esguince rodando una de las últimas escenas.
“En Instagram empecé a recibir mensajes de gente desnuda y tocándose y se me criticó mucho cuando dije que me sentía súper violado, pero es lo que pensaba. Yo no tengo por qué ver eso… Tampoco tengo por qué recibir el comentario del colega diciendo ‘qué suerte tienes”
Mientras habla con Icon en la terraza de una pequeña cala de la isla, con un tercio de cerveza entre las manos, explica que el confinamiento al que obligó la pandemia de covid-19 dejó el rodaje inconcluso a falta de grabar el último capítulo. Pasado el estado de alarma, se retomó, se le hicieron pruebas a todo el equipo para confirmar que no estaban infectados y fueron confinados en un hotel de Ávila del que solo salían para trabajar. El de El Cid, afirma, ha sido el trabajo más bonito de su carrera, pero también el más duro. “Empezamos a grabar en septiembre y han sido meses muy complicados. No tenía vida y era como un zombi. Recuerdo que no podía dormir y mi chica [María Pedraza, actriz con la que ha coincidido en La casa de papel y Élite] me decía que me despertaba gritando por un estrés del que no era consciente”.
A sus 28 años, Lorente no encuentra en la fama el glamour y la diversión que se le presuponen. Al contrario, ha sufrido mucho no sentirse uno más ni tener la libertad de hacer las mismas cosas normales que sí pueden permitirse sus amigos de toda la vida. “Tengo compañeros que están felices con ella, pero no es mi caso. Con el éxito de La casa de papel mi vida dio un giro de 180 grados y fue el caos. Todo pasó en muy poco tiempo y nadie te enseña a llevarlo”. El actor explica que trabaja con un terapeuta porque no ha sido capaz de asimilar la repentina ausencia de anonimato e intimidad. Gracias a esta ayuda profesional ha encontrado, sobre todo, mucha libertad en el “no”. “Al final se trata de respetarse a uno mismo. Me ha costado mucho porque antes era incapaz de negarme cuando me paraban por la calle o en un restaurante para que me hiciera una foto. Pero he aprendido a hacerlo porque cuando decía que sí sufría muchísimo. Una simple foto me tenía media hora amargado. Entiendo que estoy en el salón de la casa de muchísima gente, incluso en la cama, y resulto muy familiar, pero si yo no me creo mi burbuja no sobrevivo a esto”.
“La cuarentena me colocó frente a un espejo donde vi demasiadas cosas que no me gustaban. Me he enfrentado conmigo mismo y he sufrido, no era feliz. Ahora no quiero volver a mi normalidad de antes porque me di cuenta de que no tenía ‘hobbies’, no sabía ni qué me gustaba”
Las redes sociales –sobre todo Instagram, donde el intérprete acumula más de quince millones y medio de seguidores– se han convertido en el termómetro que iba indicando a los protagonistas de La casa de papel el éxito de la serie. El primer año triunfó fuera de las fronteras nacionales y España fue el último sitio donde funcionó. Por aquella época, cuando la serie aún se emitía en Antena 3 –antes de que Netflix la comprara– y el éxito era relativo, Lorente tenía unos mil seguidores en Instagram. Fue uno de sus amigos el que se dio cuenta de que de un día para otro algo estaba pasando. “Era nochebuena, estaba en Murcia en el bar de un amigo donde tenemos la costumbre de tomar el aperitivo y pasar todo el día, y un amigo que está enganchado a las redes sociales me preguntó por qué de repente tenía 10.000 seguidores. Desde ese momento fue subiendo de 10.000 en 10.000”. Hoy es el hombre español con más seguidores en Instagram.
Cuando empezó a sumar millones de seguidores en Instagram, los mensajes privados que recibía comenzaron a alejarse del decoro y a hacerle sentir invadido por una falta de respeto que, admite, le sobrepasaba. Tal era la incomodidad que le generaba que llegó a asegurar que se sentía “súper violado”, declaración que no quedó exenta de polémica. “Se me criticó mucho pero yo me sentía así. Recibía muchos mensajes privados y al principio contestaba todo, hasta que cada vez me llegaban más de gente desnuda y tocándose. Es que yo no tengo por qué ver eso… Vamos de que queremos cambiar las cosas y de que queremos respeto, ¿y esto nos parece bonito? Tampoco tengo por qué recibir el comentario del colega diciendo ‘qué suerte tienes’. Ya no miro los mensajes porque me cabreaba muchísimo”.
El actor, que comenzó el rodaje de la quinta temporada de La casa de papel a mediados de agosto, hace tiempo que tomó la decisión de no vivir siendo esclavo de las redes sociales. De ahí que las enfoque casi exclusivamente como una herramienta de trabajo y publicidad. Muy de vez en cuando e permite alguna licencia compartiendo fotografías suyas de cuando era niño o junto a su gato, pero no es habitual encontrar en su perfil imágenes personales. “En mi vida real no hago una foto y apenas saco el móvil. Con mi pareja no sé cuántas fotos tendré pero las hace ella”, señala.
Jaime Lorente es un enamorado de su profesión y, por encima de todo, del teatro, de donde viene. Y si no hubiera sido por el covid-19, el 25 de marzo hubiera estrenado en Madrid Matar Cansa, un monólogo escrito por Santiago Loza. La confesión de un hombre que se presenta como el admirador desmesurado de un criminal, tal y como explicaba el propio actor en Instagram poco antes de que se viera obligado a cancelar el estreno. Su pasión por el teatro la descubrió en el colegio. “De niño era mal estudiante pero siempre me sentí arropado por los profesores porque confiaban en mí aunque mis notas no fueran buenas. Gracias a una profesora que me animó hice el bachillerato de artes escénicas y al terminarlo estudié teatro. En ese momento me di cuanta de que era eso lo que quería hacer en la vida”. Al terminar los estudios se instaló en Madrid, empezó en El secreto de puente viejo, luego llegó La casa de papel y el resto es historia.
A lo largo de la entrevista repite varias veces que “ama” subirse a un escenario, pero admite que la actuación “está llena de mentira, de luces y de postureo”. Su experiencia en series de éxito, protagonizadas sobre todo por actores jóvenes, le ha mostrado que en los rodajes, como se dice que ocurre en Gran Hermano, se magnifican los sentimientos y todos quieren ser amigos íntimos de todos, pero cuando el trabajo acaba no vuelven a retomar la relación nunca. “Mucha gente son como hermanos durante el rodaje y luego no se vuelven a ver. Yo de todos los rodajes mantengo una relación verdadera con pocas personas”.
En El Cid Lorente tiene el papel protagonista pero no pierde la perspectiva porque sabe lo que es que los actores protagonistas sean insoportables. “No entiendo cómo en algo tan bonito como la actuación puede caber tanta mierda. En esta profesión todo es competición. Es muy difícil crear relaciones de verdad, pero yo en un rodaje estoy para los demás y amo a mis compañeros. Al final el único rival que tengo soy yo mismo”. Sin embargo, confiesa que el ambiente que se respiró durante los meses de trabajo en El Cid fue mágico, no hubo luchas de egos ni malos gestos. “Nunca he formado parte de un reparto tan maravilloso”, concede mientras apura la cerveza. Y habiendo trabajado en dos de las producciones españolas más exitosas de la última década se le ve muy seguro de lo que dice.
Realización: Ángela Esteban Librero. Asistente de fotografía: Orlando Gutiérrez. Asistente de realización: Laura Benítez. Maquillaje y peluquería: Elia Martínez.
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