“El aborto legal en Argentina vuelve más fácil la lucha en el resto de América Latina”


La marea verde ganó también la pelea en las calles de Buenos Aires. Las decenas de miles de personas que se juntaron para festejar la legalización del aborto desbordaron el lado norte de la plaza frente al Congreso argentino y ocuparon también las avenidas cercanas. A partir de las once de la noche, cuando los votos cantados insinuaban ya el triunfo de una ley buscada desde hace 15 años, estalló la fiesta. “Aborto legal en el hospital, aborto legal en cualquier lugar”, cantaban grupos de mujeres al ritmo de batucada. “A la Iglesia católica apostólica y romana que se quiere meter en nuestras camas, le decimos que se nos da la gana de ser putas, travestis y lesbianas”, decía otro de los cánticos más repetidos.

El corazón de la marea eran mujeres jóvenes, con pañuelos verdes anudados en muñecas, al cuello, a modo de diadema, en forma de top, en bolsos y mochilas. Algunas se sentaron en el suelo a la espera de la votación. Otras bailaron al ritmo de cumbia, rock o música electrónica. Cerca de las pantallas gigantes, algunos discursos emotivos, como el de la correntina Ana Claudia Almirón o la bonaerense Gladys González, arrancaron aplausos a lo largo de la madrugada. “Estamos sosteniendo a nivel federal 120 vigilias en todo el país para pedirle al Senado que esta vez escuche una demanda que tiene con los derechos humanos, con la salud pública y con la justicia social”, decía a primera hora de la tarde Mariángeles Guerrero, integrante de la campaña nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Aún no se tenía la certeza de que el aborto dejaría de ser un delito.

“Queremos que sea ley para que no haya ni una muerta más por abortos clandestinos. Por María Campos. Por Liliana. Por Elizabeth. Por Rupercia. Por Paulina. Por Rosario. Por las más de 3.000 mujeres muertas por abortos clandestinos desde el regreso de la democracia”, reclamaba Jimena López, de 27 años, con una pancarta en la que podía leerse “Aborto legal es justicia social”.

Con el paso de las horas, las pancartas se guardaron o quedaron en el suelo, junto a latas de cerveza y vasos de plástico vacíos. La emoción por un resultado tan deseado hizo olvidar el sueño. “Esta es una lucha que generacionalmente nos marcó a muchas. Y es una causa que, a diferencia de otras como la violencia de género, está el deseo puesto en escena. Queremos decidir nuestros proyectos de vida, nuestras maternidades”, subraya Clara Chevalier, docente.

Como otras feministas, Chevalier destaca que el mayor cambio desde 2018, cuando el Senado rechazó una ley muy similar, a hoy ha sido la despenalización social del aborto, el hecho de que dejase de ser un tabú, algo evidente tanto en los medios, como en la política como en las aulas.

Al otro lado de las vallas de la plaza del Congreso, el clima era el opuesto. Cerca de medianoche, la ola celeste había quedado reducida a pequeños grupos alicaídos, casi todos procedentes de distintas provincias del centro y norte del país que habían viajado a Buenos Aires con la esperanza de que se repitiera el resultado adverso de dos años atrás.

“Solo nos queda rezar”, aseguraba Juan Cruz, enfundado en una bandera celeste, dos horas antes de la votación. “Es la peor ley del planeta”, criticaba el padre Hugo de la Fontana, quien viajó en autobús a Buenos Aires desde Santa Fe junto a un centenar de fieles.

Cerca del escenario, nadie se sacaba ya fotos con el enorme feto ensangrentado y pocos bailaban al ritmo de los grupos convocados. En cambio, aquí y allá había cadenas de oración y misas realizadas en altares improvisados sobre el césped. Sobre la voz de los sacerdotes se imponían los cánticos festivos del otro lado: “Alerta, alerta, alerta que camina la lucha feminista por América Latina”


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