El 4×4, inmóvil, habla. Su radio anuncia, en directo, los resultados de las elecciones, así que Joseph Duo y sus amigos siguen atentamente la emisión. Están recostados en el coche, con las puertas abiertas, rodeados de un par de motos que se han unido en el patio de arena para escuchar el anuncio. Duo está decepcionado, no ha ganado el cargo de diputado de su distrito al que se presentaba. Lo atribuye al “problema de siempre, los amiguismos”, pero asegura que no se quejará, “porque no quiero violencia”.
Joseph Duo se convirtió en una de las imágenes del conflicto de Liberia al ser inmortalizado por la cámara de Chris Hondros en Monrovia, saltando fuera de sí tras haber descargado su lanzagranadas. En aquel momento la guerra estaba a punto de terminar, pero Duo ya le había entregado su juventud. “Fui reclutado a los 14 años, en 1990, en la facción NPFL, bajo Míster Charles Ghankay Taylor”, recita como quien canta una ficha técnica, debajo del árbol con el que nos protegemos del duro sol de mediodía. En 1990 hacía solamente un año que Taylor —que cumple una condena de 50 años por crímenes de guerra— había lanzado su rebelión contra la dictadura de Samuel Doe y había estallado la guerra. La familia de Duo huía de Monrovia cuando les interceptaron. Se convirtió en uno de los más de 40.000 niños soldado que participaron en el conflicto. Aunque, según Morris Matadi, otro ex niño soldado que ha logrado salir del gueto “la cifra es mucho mayor. Somos más de 100.000”.
El joven Duo fue jefe de la guardia de Taylor, “era el encargado de su protección” y, cuando Taylor ganó las elecciones, pasó a ser militar. Formaba parte de los Servicios Especiales de Seguridad (SSS). Pero ahora es graduado, sociólogo y político. El domingo juega al fútbol con los amigos, tiene la inquietud de participar en sanar las heridas sociales abiertas por la guerra y asegura que no quiere permitir que “lo que yo vi, lo que yo sentí, se repita con mis hijos”. “Aquellos días fueron muerte y miedo, la vida no tenía sentido”, recuerda mientras se presenta como la viva prueba que la “transformación es posible”. En 2012 Duo se licenció en Justicia Criminal y Sociología y el pasado 10 de octubre se presentó a las elecciones con una prioridad: la educación. “No puedo cambiar el país, pero sí mi distrito”.
Desde el balcón de una villa de dos pisos rasgada por el tiempo y el abandono, Morris Matadi también mira adelante con el retrovisor en las profundas memorias de las atrocidades. Él fue reclutado a los 11 años, después de que degollaran a su padre y mataran a sus hermanos. También entró en el grupo de Charles Taylor. “¿Sabes qué es que te arranquen todo el mundo a tu alrededor? ¿Sentir que no sabes cómo seguir adelante?”. Un general le dio un arma. “La única familia que tenía entonces era aquel AK-47. Era muy valioso para mí, porque era todo lo que tenía”. Matadi sabe bien cuáles son las consecuencias de todo lo que le tocó vivir: “después de la guerra nos reconocían y nos daban palizas. Nos apartaron. Solo había un lugar para nosotros: el gueto, y allí nos peleábamos entre nosotros, por haber estado en distintos grupos armados”. Pero como Duo, Matadi logró salir.
El ruido del congelador se escapa por una de las entradas de la casa, que queda levantada en una pendiente con césped en el regazo de la Avenida Tubman —la que une como un hilo todo Monrovia—. Estamos a las afueras. Como un estratégico cuartel general, desde el porche se abren las vistas al barullo de más abajo: los coches, los peatones que se apañan por cruzar entre el tráfico sin semáforo, los maleantes y un pequeño mercado de pescado. El congelador es el nuevo negocio de Emmanuel Doumbar, uno de los ex niños soldado a los que Matadi ha ayudado a montar un negocio. Doumbar almacena el pescado para las vendedoras del barrio y para las familias que quieren conservarlo.
Rehabilitación
Matadi se inventó con otros excombatientes la organización Idefocs, que busca y arranca a los adultos traumatizados por su infancia y castigados al destierro social después de la guerra. Pero además “invierto en su vida tras la rehabilitación”. Matadi cree que el desarme y la formación sirven de poco si los exsoldados se quedan al margen de la sociedad. “El programa gubernamental de Desarme, Rehabilitación y Reintegración ha sido un fracaso” y el resultado “es el fenómeno de los zogos”. Estos son los criminales callejeros que viven en las barriadas llenas de basura en la periferia de Monrovia y en otras zonas de marginación y que, cada vez más, “bajan a la ciudad a robar para poder comer y pagarse las drogas”, dice Matadi. Son miles: “la mayoría, excombatientes”. Como Moisé, que perdió mucho más que una pierna en la guerra y que ahora mendiga.
La organización de Matadi nació en Ghana, entre peleas y palizas. “Éramos miles de refugiados liberianos en Ghana, pero incluso allí nos apartaron a los guetos”. Matadi había dejado las armas antes que terminara el conflicto. “Lo planeé. Ahorré dinero. Hasta que un día dejé el uniforme, el arma, y subí a un taxi rumbo a Ghana. Quería volver a estudiar, quería estar a salvo”. Pero se encontró de nuevo al margen, “éramos 100% vulnerables”, carne de cañón y cuando, en 2002, “el gobierno marfileño vino para intentar re-reclutarnos, saltaron todas las alarmas”. La guerra acababa de empezar en la vecina Costa de Marfil y los jóvenes apartados como Matadi podían ser útiles. Pero se disparó la alerta y, en cambio, nació Idefocs. 4.000 excombatientes se han rehabilitado por este canal desde entonces y Matadi les acompaña para que puedan tener un negocio y no recaer.
Tatuados por la guerra, Matadi y Duo miran ahora a su país con preocupación. Matadi se adentra en las barriadas para identificar a excombatientes, convertidos ahora en criminales y enganchados a las drogas y Duo está convencido de que el 96% de analfabetización en su distrito representa un auténtico polvorín. “Sé qué significa destruir a tu país; sé muy bien qué significa crear violencia”, suspira. “Si después de la guerra no hubiera ido a la escuela, mi mentalidad sería muy distinta. Podrían darme órdenes”. Pero, y habla ahora el Duo sociólogo, “las reclamaciones de la gente hoy, son las mismas que hace décadas. Piden, exigen, necesitan un cambio”. Matadi y Duo son excepciones. “Solo un 15% hemos salido de ésta”, dice Duo, solo basándose en su percepción. “Los políticos no quieren que los zogos cambien. Quieren que se queden en las chabolas, porque si pierden el poder pueden usarlos para crear el caos en este país”.
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