Varios funcionarios del gobierno renunciaron; sin embargo, a los partidarios de Trump parece importarles poco lo que tengan que decir los políticos en Washington, incluso los republicanos.
Eddie Emerson movía su caña de pesca con mosca hacia adelante y atrás, lanzando su sedal a una laguna en West Texas, buscando truchas de criadero y una respuesta a las preguntas sobre cómo se sintió cuando vio que partidarios de Trump invadían el Capitolio de Estados Unidos.
Emerson, partidario del presidente Donald Trump, dijo que no le gustaba la violencia que vio en televisión el miércoles: Gente volcando barreras, enfrentándose a la policía y entrando al edificio de Washington, que es sede del Senado y la Cámara de Representantes.
Sin embargo, repitió una idea defendida por muchos partidarios de Trump y expresó su frustración por lo que describió como la hipocresía de quienes critican los disturbios, pero se hicieron de la vista gorda ante las protestas de Black Lives Matter el verano boreal pasado.
“¿Qué pasa con Portland?”. preguntó, refiriéndose a los meses de protestas y caos en la ciudad más grande de Oregón. “Cuando la izquierda es la responsable de la violencia, ellos sólo están expresando su voz, su creatividad“.
En dos decenas de entrevistas con partidarios de Trump en sectores profundamente conservadores de Texas y Georgia, los consultados condenaron la violencia del miércoles, pero al mismo tiempo no responsabilizaron al presidente.
En su lugar, dijeron que entendían la rabia detrás de lo ocurrido, expresando su propio enojo con lo que creen que fue una elección fraudulenta ganada por el demócrata Joe Biden.
Ellos culparon de la violencia a manifestantes de izquierda -sin ofrecer evidencia- y expresaron pocas esperanzas de que el país, profundamente dividido, se una pronto.
Ninguno estaba dispuesto a abandonar a Trump, quien insiste en que ganó las elecciones del 3 de noviembre y ha realizado denuncias infundadas de fraude electoral que han sido rechazadas por los tribunales.
EL PANTANO
“Trump no es un político”, dijo Emerson, de 67 años, quien estaba pescando en Lamesa, una ciudad de 9 mil 500 habitantes en el centro de la región algodonera del oeste de Texas. “Lo enviamos a Washington a vaciar el pantano, pero el pantano se deshizo de él. Y en lo que a mí respecta, el pantano ahora incluye al Partido Republicano, junto con los demócratas”.
Algunos legisladores republicanos se han distanciado del presidente a raíz de la invasión del Capitolio, que siguió a un ardiente discurso de Trump en el que exigió que se anule su derrota electoral e instó a los asistentes a marchar al Congreso, donde se estaba certificando la victoria de Biden.
Varios funcionarios del gobierno renunciaron, pero a los partidarios de Trump parecía importarles poco lo que tengan que decir los políticos en Washington, incluso los republicanos.
“Ninguno de nosotros cree en el aspecto violento de lo que sucedió ayer. ¿Somos todos dueños de armas? Absolutamente. ¿Todos apoyamos a la NRA? Absolutamente. Pero ¿asaltaremos el Capitolio disparando nuestras armas? No”, dijo Anslee Payne, de 34 años y madre de dos hijos, en su trabajo en Homer, un pueblo rural en el norte de Georgia.
Payne habló apasionadamente a nombre del grupo de empleados reunidos alrededor del mostrador de Owens Farm Equipment, que suministra sembradoras, cortadoras de heno y motocultivadores a las granjas que son la columna vertebral de la economía de Homer y las ciudades circundantes.
“Las personas están llegando a un punto en el que sienten que -sean de izquierda, derecha o el centro- no las escuchan”, afirmó, describiendo la violencia del miércoles como un preludio de un mayor desgaste de la sociedad. Dijo que los partidarios de Trump estaban cansados de ser etiquetados erróneamente como ignorantes, violentos o racistas.
Sherri McQueen y Linda Mashburn, meseras del restaurante Tiny Town, comentaron que podían simpatizar con la frustración detrás de la violencia, incluso si no la aprobaban.
“Siento que le hicieron trampa (a Trump). Todos sentimos que nuestros votos no contaron”, sostuvo Mashburn, de 39 años.
“Quizás podría haber hecho más para calmar la situación, pero no siento que sea su culpa”, declaró McQueen, de 36 años.
Randall y Renay Campbell, que tienen un restaurante en el Historic Highway en Homer, dijeron que si bien creen que hubo fraude generalizado en las elecciones de noviembre, es hora de seguir adelante.
“En lo relativo a su presidencia, se acabó. Lo odio, pero creo que él necesita seguir adelante y aceptarlo“, dijo Renay.
(Rts)