Además del impacto que para tantos próximos ha supuesto la muerte el pasado sábado de José Juan Belda (València, 1947), su desaparición es un aldabonazo para el diseño valenciano, que el año que viene celebra la capitalidad mundial de esta disciplina, de la que ha sido una destacada figura.
José Juan Beldá fundó, en 1974, el grupo Caps i mans, que se fusionaría con la empresa Enebecé para crear, en 1984, La Nave, una factoría crucial en las agitadas aguas del diseño español de aquellos años. La aventura se prolongó hasta las vísperas de 1992 y la entrada de España en la modernidad que consagraron la Exposición Universal de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona. Junto a él, también formaron parte de aquella arrojada tripulación Paco Bascuñán, Nacho Lavernia, Daniel Nebot, Marisa Gallén, Sandra Fiquerola, Lorenzo Company, Luis González, Eduardo Albors, Carlos Bento y Luis Lavernia. Tras la disolución del colectivo, creó con Sandra Figuerola y Marisa Gallén el estudio Ni.
Aunque hizo incursiones en la iluminación, el juguete y el diseño textil, José Juan Belda trabajó sobre todo en el campo del mobiliario y del interiorismo, un terreno en el que fue un consumado maestro, pues no en vano recurrían a él sus colegas diseñadores cuando, individual o colectivamente, tenían que mostrar su obra.
Sus trabajos individuales más conocidos son las colecciones de muebles producidas por V. Ramón Pons, Martínez Medina y Luis Adelantado. Para este último, inventó la vanguardista mesa aparador Pirueta, en cuyo diseño la propia función de la idea determinó el aspecto formal. Su divertida cómoda Madame Pompidur fue otra de sus creaciones más celebradas. Además de los múltiples reconocimientos que le dieron su pertenencia a La Nave, como el Premio Nacional de Diseño otorgado al colectivo, la Facultad de Bellas Artes de València le otorgó a título individual la medalla de la institución en 1995. Javier Gimeno Martínez ha publicado un libro sobre su obra: José Juan Belda: Objectes i espais.
Los que conocieron sus creaciones, siempre recodarán su habilidad para unir a la función del objeto la alegría de disfrutarlo. Los que, además, tuvimos la suerte de vivir muchos años junto a él, nunca olvidaremos su capacidad de saborear y de hacernos más divertida la vida.
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