La penúltima vez que Marcelo Rebelo de Sousa —o simplemente Marcelo como le llaman sus compatriotas— atrajo la atención de medio mundo fue el pasado agosto cuando, a sus 71 años, el presidente de Portugal no se lo pensó dos veces y se lanzó a rescatar a dos bañistas en peligro en una playa del Algarve, al sur del país. Su popularidad a la que no es ajena su personalidad — le encanta abrazar y besar a la gente hasta el punto de que le llaman el besucón o el presidente de los afectos, va al supermercado en bañador y se desnudó de cintura para arriba para ponerse la vacuna contra la covid— y a su participación como tertuliano en programas de televisión durante más de 15 años donde llegó a entrevistar incluso a Cristiano Ronaldo, antes de ocupar la jefatura del Estado por primera vez en 2016.
La mayoría de los votantes dieron este domingo a Rebelo de Sousa su confianza para un segundo mandato, según los resultados con el 98% del voto escrutado.
En Portugal la presidencia de la República no es un cargo decorativo. Entre sus atribuciones y facultades, además de ser el jefe de las Fuerzas Armadas, está la de disolver el Parlamento y nombrar al primer ministro, vetar leyes o declarar el estado de emergencia (como hizo con motivo de la pandemia), lo que abre un abanico infinito de posibilidades de colaboración o enfrentamiento con el Gobierno de turno y una infinita escala de grises, dependiendo de quién sea el inquilino del palacio de Belém. En su caso, pese a ser el mandatario que más leyes ha vetado en la historia (22), ha colaborado estrechamente con su antiguo discípulo en la facultad de Derecho de la Universidad de Lisboa y actual primer ministro António Costa, en el poder desde 2015, aunque alguna vez le ha dado algún disgusto que le ha costado la dimisión de dos de sus ministros tras las críticas de Rebelo de Sousa en público.
Los socialistas no han ocultado su deseo de que Rebelo de Sousa repitiera mandato porque lo ven como el político más a la izquierda de la derecha portuguesa. Divorciado, con dos hijos y cinco nietos, católico, hijo de una asistente social y de un médico que fue ministro del régimen de Salazar durante los últimos años de la dictadura y que le inculcó la pasión por la política es, probablemente, el mandatario más atípico del Portugal democrático desde el final de la Revolución de los Claveles en 1974.
Militante y uno de los fundadores del Partido Socialdemócrata (PSD, centroderecha) tras la llegada de la democracia, se convirtió en líder de la formación 20 años después. También ha sido concejal de los Ayuntamientos de Lisboa y Cascais, diputado, ministro de Estado, vicepresidente del Partido Popular Europeo (PPE) y miembro del Consejo de Estado.
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