El mejor plástico es el que no se consume. La gran plaga del siglo XXI se sigue extendiendo como la espuma y ataca la salud del planeta de forma irreversible. En 2018, según reveló Greenpeace, Europa alcanzó los 61,8 millones de toneladas en la producción de plástico. Esto se traduce en emisiones anuales de 13,4 millones de toneladas de CO2, una cifra letal para el medido ambiente.
En paralelo, aumentan de forma vertiginosa los residuos plásticos en vertederos y océanos, que llegan a tardar siglos en descomponerse totalmente. A su paso, contaminan el agua y la cadena alimentaria de millones de especies marinas. En 2050, según estima la Fundación Ellen Macarthur, la superficie del mar podrían contener más plásticos que peces. Esta emergencia global ha llevado a la Unión Europea a tomar medidas drásticas para poner fin al plástico de un solo uso como pajitas, cubiertos, bolsas o bastoncillos de algodón, con una ley que será implantada definitivamente en julio de este año.
Pero al ritmo que avanza, no es suficiente. La creciente comunidad Zero Waste (Residuo cero en castellano) defiende eliminar de forma drástica todo tipo de desechos innecesarios, promover un consumo responsable y ser más consciente de nuestro alrededor para protegerlo. Las tres erres en las que se apoya este movimiento –reducir, reciclar y reutilizar–, y la economía circular en general, son el punto de partida de esta guía que pretende, con pequeños gestos como integrar materiales biodegradables, mejorar la calidad de vida del planeta y la nuestra.
En la cocina: silicona, la alternativa a las bolsas de un solo uso para conservar alimentos
La cultura del usar y tirar es la enemiga número uno del planeta. Relacionamos higiénico, económico y práctico con todo aquello que no reciba más de un uso. Nada más lejos de la realidad. No solo con ello se generan más residuos, casi siempre, de plásticos contaminantes, sino que a larga suponen un mayor desembolso para nuestro bolsillo frente a alternativas más duraderas que solo precisen un simple cuidado.
Las bolsas, papeles y tapas de silicona no contienen materiales plastificantes ni derivados de petróleo, y se pueden usar para proteger sobras de comida, granos y frutas, para congelar o como recipiente seguro cuando comamos fuera de casa. Su uso se prologa en el tiempo si se limpian con agua y jabón (también en el lavavajillas) y se evita el contacto directo con objetos punzantes.
Bolsa de silicona de Stasher. Cuentan con sellado Pinch-Loc™, el mismo cierre hermético de las bolsas tipo Ziploc pero sin plásticos desechables. Son flexibles, no absorben olores y aguantan temperaturas extremas de hasta 260 ºC. Se pueden usar en microondas, lavavajillas y en el congelador. Al no tener una superficie porosa su limpieza se limita a pasar un paño húmedo para evitar el cúmulo de bacterias. Precio: 14,72 euros en Naturitas.
Pack de 6 tapas de silicona en La Casa de Bambu. Si eres de los que usa el papel transparente y de aluminio para casi todo en la cocina, es hora de que las tapas de silicona reutilizables entren en tu vida. Ofrecen una mejor sujeción al recipiente, repelen olores y se pueden usar sobre fuentes de calor como el horno o el microondas. Precio: 22 euros.
Envoltorios Irisana en Biovegalia. Los papeles de silicona resultan más ligeros y se adaptan, con diferentes tamaños, a utensilios de formas complejas. Precio: 6,29 euros.
Para la nevera: la guerra ecológica contra el papel transparente
Esa muselina transparente conocida como film plástico o papel film, que usamos sin mesura para conservar alimentos o simplemente como escudo protector para casi todo (equipaje incluido), es un gran contaminante para el planeta que difícilmente puede reciclarse. Y, aún menos, descomponerse en el entorno. Según el reportaje ”¿Planeta o plástico?” de la revista National Geographic, los fragmentos de PVC y PVDC de este material atacan gravemente los ecosistemas marinos, ya que capturan numerosas bacterias y metales que los peces confunden con comida.
Los ecologistas recomiendan prescindir por completo de este material en nuestro día a día y sustituirlo por el papel de cera, mucho más respetuoso con el medio ambiente por ser reutilizable y estar elaborado con ingredientes naturales. Al ablandarse con el calor de las manos, este envoltorio se adapta a la forma de cualquier alimento o recipiente.
Papel de cera de Bee’s Wrap. Esta empresa americana fundada en 2012 lidera la lucha contra el film plástico gracias a su fórmula de aceite de jojoba, resina vegeta, algodón orgánico y cera de abeja, procedente de granjas gestionadas de forma sostenible. Permite que el contenido respire y es biodegradable, al igual que su embalaje en papel reciclado. Con un mantenimiento correcto (lavarlo con agua fría y un jabón suave es suficiente) duran un año aproximadamente. Se recomienda conservar en lugar seco. Precio: 19,90 euros (tres unidades) en Naturitas.
Jabones: contra los residuos, mejor sólido que líquido
Nuestra belleza sale muy cara al planeta. La industria de la cosmética y de la higiene personal genera 120.000 millones de envases al año que no reciclamos, lo que se traduce en basura no biodegradable y en su mayoría compuesta por plásticos de un solo uso.
Cortar de raíz con este tipo de envases ha acelerado la formulación en sólido de productos para la higiene personal y la limpieza del hogar en el mercado. No precisan embalaje para su transporte (tan solo un sencillo envoltorio, normalmente de papel o cartón reciclado), y pueden llevarse sin restricciones en el equipaje de mano dentro de un avión. Son más duraderos, ya que una pastilla se ajusta a la cantidad que necesitamos sin dejar residuos, y suelen estar formulados con ingredientes naturales.
En el neceser. Cada pastilla de champú sólido equivale a dos botellas del mismo producto en líquido. No generan residuos y su uso se activa directamente con el agua, al pasar la pastilla por el pelo húmedo hasta crear la espuma deseada. Se conserva mejor si se guarda en un lugar seco.
Champú sólido Abhati. Calma el cuello cabelludo en profundidad con una fórmula de pH neutro y sin de jabón. Precio: 19 euros en Abanuc. Pack de cuatro champús veganos Valquer. Formulados con ingredientes naturales como la uva o el aloe vera, estas pastillas de 50 gramos carecen de sulfatos y cuentan con un packaging libre de plásticos. Precio: 35,83 euros. Jabones para el cuerpo Inuit soap. Elaborados con agua de iceberg procedente de las nevadas que regeneran los glaciares. Cada pastilla ayuda a la economía local en las comunidades del norte del planeta. Están libres de derivados del petróleo, grasas animales, aceite de palma y son aptos para veganos. Precio: 7,95 euros.
Para la colada. Toca retomar viejas costumbres. Ese olor a jabón de Marsella que impregnaba la colada de nuestras abuelas será un acto tan nostálgico como ecológico si lo recuperamos en el cuidado de la ropa. Jabones de Marius Fabre. Su fórmula artesanal a base de aceite de oliva, sosa, sal y agua se ha mantenido intacta desde su creación en 1900. La misma que los maestros jaboneros afirman que está en su punto óptimo si no pica al rozar nuestra lengua. Su embalaje en cajitas de cartón biodegradable, no puede ser más ecofriendly. Su precio: 4 euros la pastilla de 400 gr. Se puede usar también para cuerpo y rostro.
En la vajilla. Sin residuos, ni fragancias o parabenos (conservantes que pueden provocar reacciones alérgicas en la piel). Así debe ser el detergente del futuro para limpiar los utensilios en la cocina. Las pastillas No Tox Life condensan un jabón vegano y multiusos de aloe vera, glicerina y coco. Su uso se prolonga hasta seis semanas al crear mucha espuma con muy poca cantidad. Para ello, se humedece con agua tibia un cepillo o esponja y luego se frota sobre la pastilla. Se recomienda almacenar en seco, no cortarlo ni sumergirlo en agua. Precio: 11,58 euros en Litle Goat Gruff.
También para mascotas. Añade su higiene a la lucha anti-residuos con los champús sólidos formulados especialmente para el cabello de los perros. Jabón Zorro D’Avi. Mantiene a raya las pulgas y evita los picores y descamaciones con ingredientes naturales y biodegradables como la lavanda y el árbol de té. Están envasados con cartón reciclable y vidrio. Y sin estar testados (cómo no) por animales. Su precio: 7, 47 euros en Albieco.
En el baño: envases de papel reciclado, fibras naturales y productos reutilizables
Bastoncillos multiusos, discos desmaquillantes, pasta de dientes, desodorante, maquinilla de afeitar, tampones… Los estantes del armario del baño acumulan un sinfín de productos desechables tan necesarios para nuestra higiene como difíciles de reciclar. No podemos eliminarlos de nuestra vida pero tampoco hacer la vista gorda sobre el impacto que generan en el entorno.
Para reducir la cantidad de plástico de un solo uso en el aseo personal, lo mejor es analizar cada producto con el fin de encontrar una alternativa sostenible, libre de plásticos tóxicos y asociada a materiales biodegradables como el bambú o el papel reciclado. Aquí va nuestra cesta de la compra para una higiene más ecofriendly.
Desodorantes ‘plastic free’. Guerra al mal olor y al plástico en un solo gesto con embalajes de cartón e ingredientes naturales. Desodorantes Native. Este bloqueador del olor corporal es tan respetuoso con el entorno como con tu piel al prescindir de sales de aluminio y parabenos, ambos recurrentes en los antitranspirantes. Cuenta con aromas vegetales como el coco, la lavanda o el pepino. Por cada venta donan un 1% a la lucha contra la polución del planeta. Precio: 5,85 euros en Amazon.
Hilo natural para los dientes. Biodegradable y elaborado con ingredientes naturales como la esencia de menta. Prescinde por completo del envase. Recambio de bobina dental Naturbrush. Elaborado con aceites naturales y cera vegana de candelilla que previene el mal aliento. Precio: 2,18 euros.
Pasta sólida de dientes. El dentífrico de siempre se sustituye ahora por una barra ecológica, libre de químicos tóxicos y con un envase de cartón compostable. Pasta dental de Georganics. Sin flúor ni glicerina sintética, está formulada con polvo de carbón para eliminar las manchas regulares y la placa dental, además de ingredientes naturales como el aceite de oliva y la manteca de cacao. Para un uso óptimo se recomienda humedecer el cepillo y frotarlo contra la pastilla. Dura hasta seis meses. Precio: 9,85 euros en Cero Residuo.
El bambú, imprescindible en el tocador. El llamado “acero vegetal” es un material ecológico que se puede renovar fácilmente, no escasea ni genera deforestación en los bosques. Además actúa como potente herramienta contra el calentamiento global al absorber un 30% más de CO2 que los árboles. Es biodegradable y no precisa manipulación en su reciclaje. Bastoncillos de bambú de La Casa de Bambú. Precio: 35 euros (200 unidades). Cepillo Pandoo de Mundorganic. Fabricado en bambú ecológico con cerdas naturales. Precio: 13,99 euros.
Reutiliza los discos desmaquillantes. Estos algodones cosméticos se multiplican a diario sin que nos demos cuenta. Y no son precisamente ecofriendly. Muchos van a parar al wc tras un solo uso, suelen estar compuestos por algodón sintético y se consumen en masa. Si usamos una media de tres discos para el rostro (desmaquillar, limpieza y tónico) al día, esto se traduce en 21 discos semanales y 84 mensuales. Con los discos reutilizables reducimos esta cantidad drásticamente: uno equivale al uso que darían 1.000 discos convencionales. Caja de siete de Last Object: se pueden lavar a máquina a 60 grados. El envase está fabricado con plásticos reciclados del océano. Precio: 12 euros.
Adiós a las maquinillas desechables. BIC democratizó el afeitado en 1975 con el lanzamiento de la primera maquinilla de afeitar de usar y tirar. Desde entonces, su consumo se ha disparado hasta los 2.000 millones de cuchillas al año. Y como cabe imaginar, sin un futuro de reciclaje a la vista. Este hito del diseño industrial debería quedarse en los museos si queremos afrontar un ritual de afeitado más sostenible.
Las maquinillas de latón, con una alienación de cobre y zinc amarillo, son una alternativa resistente a la corrosión y al desgaste que difícilmente se oxida con el uso prologando. Además son 100% reciclable. Sharp de Banbu. Esta maquinilla con apertura de mariposa cuenta con un acabado ligero y manejable a prueba de golpes y arañazos. Solo necesitas renovar las hojas de afeitado cuando se deterioren. Precio: 24,10 euros.
Para la limpieza: las fibras de coco, el mejor aliado para fregar
La limpieza del hogar resulta mucho más ofensiva de lo que pensamos. A su alrededor se acumula una montaña infinita de estropajos y cepillos, fabricados en su mayoría con fibras sintéticas como el poliéster o la poliamida, difíciles de reciclar y que contribuyen a la carga de microplásticos en el medio ambiente. Al estar en contacto continuo con la humedad y la suciedad, su superficie genera un ambiente idóneo para el cultivo de microorganismos, lo que obliga a renovarlos cada poco tiempo. Un ejemplo es el estropajo verde de toda la vida.
Las fibras de coco que se obtienen de la palmera cocotera tienen multitud de ventajas, no solo para el medio ambiente, sino también para el bolsillo al generar productos más duraderos. Este material natural es biodegradable y se suele ensamblar en cepillos y mangos con un alambre galvanizado para evitar su oxidación y prolongar su uso. Son mucho más suaves que los estropajos convencionales y no rayan la superficie de los utensilios de cocina al frotar para eliminar los restos persistentes de grasa.
Cepillo multiusos de Luffa. Antibacteriano y libre de químicos tóxicos, el mango está confeccionado con madera procedente de bosques sostenibles. Elimina fácilmente el moho y su limpieza se reduce a un enjuague después de cada uso. Precio: 6,25 euros en Luffa Shop. Cepillo para la cristalería de Zara Home. Fabricado con madera de haya y fibras de coco, esta escobilla cuenta con un diseño ergonómico que permite limpiar objetos de difícil acceso como las copas de champán. Tiene un colgador de rafia natural y solo necesita un aclarado con agua tibia. Precio: 5,99 euros. Estropajo de One Earth Shop. Precio: dos unidades por 6,50 euros.
En la colada: bolas y nueces para la colada
Según la comunidad online sobre eficiencia energética Twenergy, poner una lavadora con carga para siete kilos puede llegar a gastar 62 litros de agua, además del 8% del consumo energético mensual de un hogar y tres puntos más si añadimos secadora en el proceso. Reducir el consumo de agua y electricidad no solo será un gesto respetuoso con el medio ambiente, sino que lo notaremos al final del mes en la factura de la luz. Las bolas de secado consiguen reducir el tiempo necesario en la secadora hasta un 30%, eliminan la electricidad estática y suavizan los tejidos de forma natural, por lo que no es necesario usar suavizante líquido (un envase menos de plástico).
Bolas de secado de Steamery. Están fabricadas en lana natural para mejorar la circulación del aire y absorber el exceso de humedad, lo que se traduce en un programa más corto de secado y que la ropa quede más suave. Tras su uso se recomienda secarlas al aire libre. Duran hasta cinco años. Su precio: 25 euros (pack de cuatro bolas) en Smallable.
Si quieres eliminar de forma drástica el detergente (y sus envases) las bolas reutilizables de lavado permiten lavar una carga de ropa de hasta 5 kilos de peso sin usar una gota de jabón. Cada esfera contiene en su interior unas cuentas de cerámica que generan electricidad estática para atraer la suciedad, mantenerla en suspensión y dejarla retenida en la bola. Las bolas reutilizables de Hohonua se pueden usar para 500 lavados. Una vez al mes se tienen que secar al sol antes de recargar las bolitas de cerámica. Precio: 25 euros (dos esferas).
Las nueces de lavado son el fruto del árbol Sapindus mukorossi y desde la antigüedad se han usado en India y Nepal como un poderoso detergente vegetal que elimina las bacterias. Se pueden reutilizar hasta cinco lavados y no dejan residuos ni olores. Tras su uso se pueden compostar. Cuatro o cinco nueces son suficientes para una colada de carga alta, que deben ir dentro de un saco de algodón (orgánico si es posible). Nueces Govinda en Biolindo. Son hipoalergénicas, no llevan envase de plástico y se pueden usar también como jabón corporal y limpiador para la casa. Precio: 18,99 euros (el kilo).
En la compra y en la despensa: la bolsa de malla: una compra más ecológica con el accesorio de moda
El 1 de julio de 2018, los supermercados dejaron de suministrar (gratuitamente) bolsas de plástico. Las bolsas gruesas de más de 50 micras de espesor –las más comunes en los comercios– tenían que desaparecer y solo podrían sustituirse por unas compostables y más ligeras en todos los establecimientos. Con esta normativa, se quiso revertir una sofocante realidad para el entorno: cada español gastaba anualmente 144 bolsas de este tipo, y solo el 10% recibía más de un uso antes de acabar en la basura.
Eliminar por completo la bolsa de plástico de nuestras vidas es el siguiente paso. La malla de pescador, reutilizable y de larga duración, es una opción sencilla y ecológica para llevarlo a cabo. Se lava fácilmente a mano o máquina y ocupa muy poco espacio, por lo que puede llevarse siempre en el bolso y recibir multitud de usos (en la playa se disparan). Y no solo para la compra, sino como almacenaje en la despensa.
Los inicios de esta bolsa se remontan a los años viente, concretamente, en las tiendas de ultramarinos en Checoslovaquia. Cuatro décadas más tarde, los mercados parisinos las popularizaron para dispensar sus míticas baguettes y todo tipo de verduras y frutas. La industria de la moda la recuperó con fervor hace unos años. Desde 2015, esta bolsa campechana ha protagonizado los desfiles de Céline, Michael Kors o Creatures of Comfort. La última marca que se ha sumado a la fiebre por la mesh bag (como se la conoce en el mundo de la moda) ha sido Lonchamp, con una versión veraniega de Le Pliage –su gran bestseller– para 2021.
Malla francesa de RexLondon tejida en algodón 100% orgánico. Precio: 6,95 euros en Infantdeco.
Pack de 6 bolsas en algodón ecológico de Numon. Con diferentes medidas para almacenar verduras y frutos secos. Cuentan con certificado GOTS que acredita una producción respetuosa con el medio ambiente y con las personas involucradas en el proceso. Precio: 14 euros.
Aprovisionarse a granel: cuando cero siempre es más
En la guerra contra los envases no biodegradables el que menos contamina es el que no se consume. La compra a granel que permite adquirir solo la cantidad de producto que se necesita, sin empaquetar ni envasar (simplemente reutilizando un recipiente ya existente) es un capítulo que lleva tiempo entre nosotros pero que no terminaba de cuajar.
La falta de tiempo y esa falsa tranquilidad que nos aporta un envase precintado mermó su incorporación en la economía familiar, pero movimientos como el anglosajón slow shopping, que defiende una compra consciente y cercana que rompa las producciones en masa, insta a que le demos una oportunidad. Junto a la defensa de la fabricación artesanal, el comercio local y el consumo de productos más duraderos (que podamos reparar y no sustituir con el tiempo), se encuentra retomar la compra a granel tan extendida en el pasado.
Un gesto sencillo y económico que ahora da el salto a la limpieza de la casa con nuevas fórmulas de comercio que permiten rellenar con detergentes y jabones un mismo envase. La Revolución de los Graneles creada por el orensano Danis Roca cuenta en su tienda física de A Coruña (Avenida dos Mallos, 45) con una amplia selección de productos de limpieza a granel para la cocina, suelos, baño y textil. Son biodegradables, respetuosos con la piel y su precio, según afirman, se sitúa por debajo de la media de las principales marcas comerciales.
Otras direcciones: El Gribell. Además de jabones y detergentes ecológicos a granel, disponen de artículos de higiene personal ecológicos. Carrer de Sant Jordi, 15 (Barcelona). Jabona Granel. La tienda de barrio ahora también a granel en Madrid (Mercado de San Fernando y Mercado de la Cebada) y Marbella (Avenida General Lopez Dominguez, 22).
Bebidas ‘zero waste’
Las pajitas de plástico fueron las primeras víctimas en la lucha contra el plástico de usar y tirar. En 2018 y solo en España, según informó Greenpeace, se usaron 13 millones de pajitas cada día. El objeto desechable por excelencia tenía consecuencias devastadoras para los ecosistemas marinos, ya que su descomposición al aire libre puede tardar hasta 500 años.
Con la prohibición de los plásticos de un solo uso en la Unión Europea a partir de 2021, se incentivó una campaña para sustituirlas por fórmulas biodegradables como el papel reciclado. Greenpeace recomienda –además de no consumirlas– optar por materiales reutilizables como el vidrio, el bambú o el acero inoxidable. Estas últimas son las más resistentes y se pueden llevar en el bolso cuando las usemos fuera de casa sin estropearse. Pack de cuatro pajitas en acero inoxidable de Casa del Bambú. Incluye boquillas de silicona para facilitar su uso y un cepillo para limpiarlas. Precio: 15 euros.
En el caso de las cápsulas monodosis de café, el daño tampoco es leve. Cada año se tiran a la basura 52.000 millones en todo el mundo, no son biodegradables y tienen un tiempo de descomposición similar al de las pajitas de plástico. Al no tratarse técnicamente de un envase sino de un residuo alimentario (como las bolsas de té) deben reciclarse de forma específica. Marcas como Nespresso ha puesto en marcha su propio sistema de recuperación con lugares de recogida en centros comerciales, boutiques y puntos limpios municipales para hacer efectivo su reciclaje y poder darles una segunda vida útil.
En paralelo, la tendencia a sustituirlas por cápsulas reutilizables gana cada día más adeptos. Las de la firma británica CARA aúnan diseño y sostenibilidad en un mismo objeto que dura hasta 10 años, lo que implica un ahorro de unos 500 dólares al año (411 euros) frente a las monodosis convencionales y reducen el consumo en 10.000 cápsulas por cada una reutilizable que usemos. Incluyen un prensador para comprimir correctamente el café deseado, de forma ligera y no muy firme para extraer el sabor en volúmenes más pequeños. Se aconseja limpiarlas con agua tibia y dejar secar al aire. Precio: 39 euros.
¿Y el agua?
Hace ya tiempo se nos grabó a fuego la idea de que beber un litro y medio de agua al día era el secreto para gozar de buena salud, de una piel joven o incluso para perder peso. Consejos saludables aparte, el consumo de agua embotellada se ha duplicado con el inicio del nuevo milenio, con la imponente cifra de 10.000 botellas vendidas cada segundo en el planeta. En países como España, donde el agua es potable al 99% y tiene un sabor agradable (diversas catas a ciegas constatan que no notamos la diferencia entre el agua embotellada y del grifo), impulsar la compra de agua embotellada carece de sentido, sobre todo, ecológico.
Según indica Ecoembes, en nuestro país el 78% de los envases de plástico y uso doméstico se reciclan. Aún así, muchas botellas de agua no se integran en el circuito y terminan en vertederos, espacios naturales y en océanos, donde pueden tardar unos 450 años en desaparecer. Además, sólo un 7% de este plástico reciclado se usa para fabricar nuevas botellas, lo que exige siete litros de agua por la fabricación de cada nueva botella de un litro.
Si añadimos que el agua del grifo es hasta 125 veces más barata que el agua embotellada, está claro cuál de las dos opciones es más beneficiosa. Para llevar el agua del grifo a todas partes y beber ese litro y medio de agua recomendado, lo mejor es contar con una botella no desechable que puedas rellenar y prolongar su uso durante mucho más tiempo.
El primer paso: optar por un plástico reutilizable. Botellas como Dopper sustituyen el envase de siempre por una botella de polipropleno, un plástico que puedes usar una y otra vez y es 100% reciclable. Cuenta con dos diámetros de apertura para rellenar o beber y una tapa a modo de copa. Incluye una versión termo para bebidas calientes. Su precio: 12,50 euros en El Corte Inglés.
Con nota: cristal sostenible. Las botellas SOMA eliminan el plástico de forma tajante con un recipiente reutilizable, diseñado en vidrio irrompible y con un tapón de bambú como cierre. Precio: 39,49 euros en Trouva.
La pro: en acero inoxidable y con autolimpieza. La marca californiana Larq ha dado un paso más en la cruzada por una botella sostenible. El primer sistema de purificación de agua portátil del mundo consigue que la botella se autolimpie y elimine las bacterias de su interior en solo un minuto por medio de una luz ultravioleta. Se activa cada dos horas y tiene una batería recargable de litio que dura dos meses. Precio: a partir de 98,10 euros en su web.
La leyenda urbana de que el agua del grifo es de peor calidad ha hecho que consumamos agua embotellada incluso dentro de casa. Según el Ministerio de Sanidad, el 99,5% del agua que circula por las tuberías en los hogares españoles es apta para el consumo, pasa por controles sanitarios más exhaustivos que la embotellada y está libre de sustancias nocivas como el BPA que puede liberar el plástico de las botellas.
Si esto no nos convence, podemos reforzar la purificación del agua con filtros de carbón activo, una madera obtenida de forma sostenible. Estas pastillas ayudan a reducir el cloro, equilibran el pH del agua y eliminan el mal sabor (si existe) del grifo. Filtro de carbón activo de Black+blum. Incluye una bobina de acero inoxidable para asegurar su lugar en el recipiente. Duran hasta seis meses. Precio: 11,95 euros en Planeta Huerto.
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