Cuando alguien se infecta de covid se adentra en una especie de viaje emocional. Descubre sensaciones posiblemente desconocidas para la mayor parte de las personas. Solo se libran de ellas quienes han pasado la enfermedad de forma asintomática. Sin embargo, si nos infectamos y no hemos sufrido una experiencia traumática, padecerla puede convertirse en una oportunidad para conocernos mejor, tomar decisiones y contemplar el resto de los problemas de un modo diferente. Para que eso suceda necesitamos comprender qué nos pasa cuando la covid entra en nuestra vida.
En la segunda parte del manual de preparación en caso de infectarnos vamos a conocer qué emociones atraviesa un enfermo y cómo puede aprovecharlas pese a padecer el virus. Lo haremos de la mano de expertos y de personas que la han superado. Son estrategias válidas para la mayor parte de la gente; tanto para quienes no han sufrido una experiencia traumática como para quienes conocen bien la herida covid, como les sucede a muchos sanitarios, a quienes han perdido familiares y amigos o aquellos que sufren graves secuelas, como explica Marta Sanz, psicóloga clínica.
“La covid-19 es una enfermedad intensa. Es habitual que la fatiga y el malestar físico y mental comiencen muy rápido”, afirma Techu Arranz, que acompaña a personas infectadas por el virus. Todos los consultados reconocen atravesar tres emociones de gran calado: la negación, el miedo y la tristeza. La negación aparece al principio del proceso. Es la que nos hace creer ficticiamente que no nos va a pasar a nosotros, que “eso” les ocurre a otros. Para eso utilizamos mil excusas: porque tenemos una salud de hierro, porque tomamos muchas vitaminas o por cualquier otra idea peregrina. La negación también tiene otra expresión: el enfado. Lo proyectamos sobre lo que sea: el sistema, Wuhan (origen del coronavirus) o la persona que nos ha contagiado. Son reacciones habituales que ocultan la emoción real: el miedo. Para avanzar, necesitamos terminar con excusas y enfados, y aceptar que estamos asustados.
El miedo es una emoción poderosa, aunque, posiblemente, esta fuese superior al principio de la pandemia. Ovidio Peñalver, psicólogo y autor del libro Emociones colectivas, sufrió la covid-19 en marzo. Estuvo hospitalizado durante dos semanas. “Tuve mucho miedo cuando me encontraba mal en casa y no se sabía qué estaba pasando. Descendió el día que me ingresaron porque confié en todo momento en los sanitarios que me cuidaban”, admite. La serenidad y la confianza son claves fundamentales para atravesar el miedo durante la enfermedad. “El relato que nos contemos a nosotros mismos en esa situación contribuye o entorpece nuestra recuperación y nuestra vivencia”, señala Alberto García Casillas, experto en oratoria, que estuvo en el hospital varias semanas con neumonía bilateral. Y es que la sensación de falta de oxígeno genera mucha fatiga y mucha rumia mental.
La utilización de técnicas de desconexión puede aliviar esas sensaciones. Escuchar música instrumental relajante; escribir un diario; dibujar; entretenerse con películas o series amables; visualizar algún lugar que nos genere calma; mantener la relación con nuestros seres queridos, aunque sea por videollamada y, sobre todo, respirar y confiar, son algunas sugerencias de quienes han pasado la enfermedad con cierta serenidad. “Lo único que podía hacer era respirar. Dejar que mis pulmones hicieran su trabajo”, insiste García Casillas. Pilar Sanz, psicóloga y autora del libro Enseña a tus hijos a digerir las emociones, afirma que la respiración y la palabra son enzimas que permiten a nuestro organismo superar ciertas experiencias, entre ellas, a aceptar lo que no podemos cambiar y a cambiar lo que se puede transformar.
La tristeza es otra estación importante en la que pararemos en algún momento del viaje covid. Suele ser a mitad o al final del proceso y surge por la nostalgia de la condición física que se ha perdido y que no sabemos cuándo vamos a recuperar. Techu Arranz cuenta que en la medicina tradicional china hay una metáfora que asocia los problemas de pulmón con la melancolía. La manera de superarlos es a través del autocuidado. La tristeza es una emoción sigilosa que desaparece si nos proyectamos en lo que nos permite aprender la sensación de vulnerabilidad y dejamos de poner foco en lo que perdemos.
Cuando se pasa la enfermedad de manera consciente y se tiene la suerte de no vivir una experiencia traumática, se descubren ciertos regalos. Un viaje emocional tan intenso no deja indiferente. Te ofrece una atalaya para observar la realidad de otro modo, para relativizar los problemas, para recuperar viejos sueños o para atreverse a retomar aquello que se quedó en el tintero. Y todo eso con una energía mental y emocional renovada (la energía física necesita más tiempo). Así, al menos, ha sido mi propia experiencia. “En cierto modo, siento gratitud por la covid. Tomé decisiones importantes de mi estilo de vida y me recolocó mi escala de valores”, sostiene el psicólogo Ovidio Peñalver. Insistimos: es mejor no pasar la enfermedad por las consecuencias que puede ocasionar, pero, si nos infectamos, desarrollemos la observación serena de uno mismo y de lo que nos ocurre para aprovecharlo como un profundo aprendizaje que difícilmente conseguiríamos de otro modo.
Pilar Jericó es emprendedora, escritora, conferenciante, doctora en Organización de Empresas y divulgadora de investigaciones sobre el comportamiento humano. www.pilarjerico.com