Los vecinos que habitan las 16 plantas del edificio situado en el número 4 de la plaza Haro, en Bilbao, viven acosados por el virus desde mediados de enero. En dos semanas se ha desatado un brote de covid que ha dejado cinco fallecidos, al menos tres hospitalizados —uno de ellos muy grave— y 33 positivos en total, sumados los residentes y sus contactos cercanos. Tanto el Departamento de Salud del Gobiperno vasco como varios expertos consultados manejan la hipótesis de que un supercontagiador haya extendido el virus ayudado por el uso masivo de los dos ascensores, de cinco plazas cada uno.
El primer susto llegó el día 21, cuando murió una vecina que vivía en la novena planta. El fallecimiento por covid de la mujer de 85 años alertó a los vecinos, pero no fue hasta dos días después, el sábado 23, cuando empezaron a tomar conciencia de que tenían un grave problema. Ese sábado falleció el hijo de la anciana, de 50 años. El administrador del edificio, que no vive en él, tuvo conocimiento de estos hechos el domingo 24 de enero, cuando lo llamó uno de los propietarios.
Ese mismo domingo, con la ayuda de los vecinos, contrató a una empresa de desinfección y la noche del 26 al 27 una firma especializada procedió a la limpieza de las zonas comunes del edificio. Una factura de cerca de 700 euros que pagó íntegramente la comunidad. Los vecinos desayunaron ese día 27, por primera vez desde el 9 de enero en el que Salud tuvo constancia del primer positivo, con el edificio limpio. Pero también con otra triste noticia. Una de las residentes de la planta 11, de 84 años, había fallecido la noche anterior. Este sábado se ha hecho público que este sábado fallecieron otros dos vecinos víctimas del virus, dos hermanos de 73 y 75 años de edad que vivían en el primero.
Salud tuvo constancia del primer positivo en el portal el día 9. Desde entonces y hasta el 26, cuando se desinfectaron las zonas comunes y se abrieron las ventanas para favorecer la ventilación, el virus viajó arriba y abajo sin restricciones ayudado por los dos ascensores del inmueble. La primera actuación del Gobierno vasco fue el día 25, con el cribado para buscar contagios de los vecinos y contactos cercanos.
El caso del edificio de Bilbao le recuerda a José Jiménez, investigador del Departamento de Enfermedades Infecciosas del King’s College de Londres, a lo que se conoció como la “zona cero” del SARS, el anterior brote un coronavirus, que generó una crisis sanitaria en 2003. El doctor chino Luis Jianiun se hospedó en la novena planta del Hotel Metropole de Hong Kong. Allí contagió a 16 personas que propagaron el virus a Canadá, Vietnam, Singapur y Taiwán. Se sospecha que sucedió a través de las zonas comunes, quizás el botón para marcar la novena planta en el ascensor —tocado por el primer infectado y todos los demás contagiados—.
Como en el Hotel Metropole, en plaza Haro 4 todos los vecinos hicieron vida normal hasta que sufrieron los primeros síntomas y comenzaron a estar monitorizados por el Departamento de Salud. Pero no hubo ninguna notificación del Gobierno a la comunidad ante la acumulación de casos. Los vecinos del 9º sacaban a pasear a su mascota a la calle dos o tres veces diarias y el resto acudía a sus quehaceres habituales, al trabajo o la compra, sin más restricción que las medidas individuales, como llevar mascarilla o lavarse las manos.
El uso de las zonas comunes ha propiciado otro alcance incluso a personas que no residen en el edificio. Uno de ellos es otro de los hijos de la primera víctima, quien se contagió en una de las visitas que hizo a su madre y su hermano para sacar a pasear al perro cuando ellos no podían: primero por guardar cuarentena y luego por estar hospitalizados. Otro contagio se produjo el domingo 24, cuando resultó infectado un vecino que entró a la vivienda de su amiga de la planta 11 para ver cómo se encontraba. Él y su mujer ya han sido dados de alta tras haber necesitado hospitalización. Aunque Salud no especifica cuántos vecinos de los 33 positivos son residentes y cuántos contactos estrechos, “como mínimo” serían residentes la mitad, según el recuento que hacen los vecinos, que sitúan a los infectados en las plantas 1, 4, 9, 11, 13, y 15. La comunidad no celebra reuniones de vecinos desde el inicio de la pandemia.
“Hay personas, que tienen una carga viral muy alta y que por su actividad social contagian más que la media”, explica Jiménez. Es lo que se conoce como supercontagiadores. “Si uno de ellos utiliza mucho el ascensor, este podría ser el foco de contagio”, continúa. Aunque también cree que puede haber otra explicación, o una complementaria: “Podría ser que la ventilación del edificio esté conectada y sea muy deficiente, como suele pasar en algunos baños. Ya pasó algo parecido en Corea del Sur”.
En el número 4 de plaza Haro, construido en 1973, solo un ala tiene un pequeño patio y los vecinos no relatan deficiencias constructivas como campanas de extracción conectadas. Tampoco se reservó uno de los ascensores para las plantas pares y otro para las impares, lo que podría explicar la mayor incidencia de positivos en estas últimas. Indistintamente, los de unas plantas y otras, respiraron el mismo aire y tocaron las mismas superficies de los espacios comunes entre el día 9 y el de la limpieza, el día 26, cuando ya se habían producido los tres fallecimientos.
Animales de compañía
Que el perro jugase un papel destacado, de forma directa, en la transmisión del virus parece improbable a los expertos consultados. Pedro Gullón, de la Sociedad Española de Epidemiología, explica que no existen evidencias de que estos animales puedan contagiar a humanos. “En todo caso, podrían comportarse como superficies”, resume. Es decir, para que el virus viaje de una persona a otra al tocar una superficie común.
“No existen pruebas de que los animales de compañía estén desempeñando un papel epidemiológico en la propagación de las infecciones humanas por SARS-CoV-2”, afirma Gullón. Sin embargo, la Organización Mundial de Salud Animal recomienda que las personas sospechosas de tener covid o con la enfermedad confirmada eviten el contacto cercano con sus animales de compañía y que otro integrante del hogar se ocupe de ellos, extremando las prácticas de higiene y el uso de mascarilla.
El Departamento de Salud del Gobierno vasco, que ha descartado que el brote estuviese relacionado con la cepa británica, como se planteó en un primer momento, asegura que está investigando el caso y que “aún continúa el seguimiento epidemiológico” del brote. No precisa sin embargo los resultados de las nuevas pruebas. “Todavía hay vecinos confinados y hospitalizados”, añaden fuentes del departamento.
“Difícilmente vamos a volver a la normalidad a corto plazo”, asegura una vecina que lamenta toda la situación. “Lo siento por las víctimas, los vecinos afectados y por el miedo que estamos pasando, pero también por los negocios de la plaza que están perdiendo parte de sus clientes por la alarma que se ha creado”. El acceso al portal del edificio está en una esquina de la plaza. Ahora la puerta está permanentemente abierta, así como los ventanales de los rellanos entre planta y planta. Un grupo de cuatro jóvenes apura sus cafés en uno de los bancos de hormigón que rodean la plaza. “Tenemos que aprender todos de esto”, afirma el administrador de la comunidad.
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