La experiencia no ha sido como él la había soñado. “Pero Carlitos no es de quejarse”, transmiten desde el entorno de Alcaraz. Desde que el pasado 14 de enero preparase el hato con destino a Melbourne, después de hacer una escala en Doha para superar el clasificatorio para el Open de Australia, el nuevo chico de moda en el tenis se enfrentó a un panorama difícil de imaginar. Enrevesado y complicado, más para un adolescente que está rompiendo el cascarón de la élite y empezando a descubrir sus entresijos. En cualquier caso, mereció la pena el trago porque este martes, 9 de febrero de 2021 (guarda el tenis la fecha), el murciano batió por 6-1, 6-4 y 6-4 (en 1h 54m) al neerlandés Botic van de Zandschulp y registró su primer victoria en un Grand Slam.
“He empezado un poquito nervioso en el primer juego, pero luego ya me he soltado. He intentado estar enfocado en mí, y he hecho bastante bien las rutinas que tengo pautadas. Creo que el tema mental también ha sido importante”, expresó en su primera rueda de prensa en un torneo de máximo nivel, con la sencillez y el acierto murciano que le caracterizan. “Estoy sorprendido e ilusionado a la vez. He manejado muy bien la situación y me ha sorprendido un poco hacerlo así, con tanta serenidad”, continuaba Alcaraz, feliz después de ofrecer una tarjeta de presentación fabulosa a base de agresividad —26 ganadores y 10 puntos en la red— y, sobre todo aplomo. Mucho aplomo.
“Él no se asusta, sino que se crece. Aguanta lo que le echen”, transmite su círculo, que pese a todas las dificultades que entrañó el tránsito hacia la puesta de largo en Melbourne, en ningún momento dudó de que el chico daría la cara. Ahora bien, los 25 últimos días se traducen en una sucesión de baches para él. El tenista y su preparador, Juan Carlos Ferrero, volaban en uno de los tres aviones fletados por la organización en los que se detectaron positivos por covid, de modo que Alcaraz tuvo que completar la cuarentena en el sentido más estricto. Es decir, durante 15 días no pudo salir de su habitación y completó el encierro en solitario, sin poder prepararse en condiciones.
Mientras otros jugadores disponían de cinco horas de libertad para ejercitarse en Melbourne Park, él tuvo que apañárselas como pudo: lo mismo trabajaba el core al ritmo del TikTok, que peloteaba contra un colchón apoyado sobre la pared, que golpeaba bolas imaginarias o ensayaba la arrancada con esprints de un par de metros. También empleaba la bici estática y las cintas TRX que le suministró la organización, mientas en la transición hacia el sueño leía la biografía de John Carlin sobre Rafael Nadal.
Luego llegó la libertad, pero no sin susto. Al estar alojado en el hotel Grand Hyatt, donde un empleado dio positivo, tuvo que aislarse 24 horas más y hacerse el test pertinente: negativo y vuelta a rodar. Dispuso de solo dos días para entrenarse antes del torneo preparatorio que disputó, en el que batió a David Goffin (14º del mundo), y aireó la mente durante las cenas con su equipo, acompañado por su amigo Mario Vilella y su “hermano” Pablo Carreño, residentes los tres durante gran parte del año en la Academia Ferrero Equelite de Villena, Alicante.
Posteriormente, compartió un par de entrenamientos con Nadal —en 2019 ya lo había hecho con Roger Federer en Wimbledon— y este martes terminó la mili, pudiendo finalmente demostrar todo aquello por lo que se le observa con lupa y se le señala, debutando en un major siendo 13 días más joven que en su día el suizo.
“Es muy joven y muy bueno, y tiene un futuro brillante. Tiene una gran base para ser uno de los mejores”, le elogió el mallorquín en inglés. “Ya está donde está [es virtualmente el 125º, antes de chocar la próxima madrugada con el sueco Mikael Ymer] y es buen chico, humilde y trabajador. Tiene todos los ingredientes para ser un gran campeón y puede mejorar mucho en los próximos años; en función de cuánto lo haga, eso marcará la diferencia: será muy bueno o un campeón increíble”.
Palabra de Nadal.
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