Algo ha cambiado en los mercados financieros en las últimas semanas. La perspectiva —de momento solo un futurible— de una mayor inflación al calor de unos estímulos sin precedentes en el bloque de países ricos y su posible incidencia en la política monetaria han llevado a la deuda estadounidense a su nivel más alto desde principios de 2020, cuando la pandemia aún ni estaba ni se la intuía y cuando ni la Reserva Federal ni el BCE habían tenido que sacar a pasear su artillería pesada. En paralelo, la inquietud ante un posible cambio de tendencia ha empezado a hacer mella en unas Bolsas que observan desde máximos la mayor recesión en décadas. “El reciente nerviosismo en los bonos es la confirmación de que los mercados financieros están ante una nueva perspectiva”, ha reconocido este lunes Claudio Borio, economista jefe del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés), el coordinador de los bancos centrales de todo el mundo.
“[Hasta ahora] la gente solo veía tipos de interés bajos hasta donde alcanza la vista. Ahora, en cambio, han empezado a tener dudas de hasta cuándo durarán estas condiciones”, ha admitido el economista italiano en la presentación del último informe trimestral del organismo. La expectativa de una inflación notablemente más alta —un extremo por el que están apostando muchos analistas e inversores, pero cuya traslación a la realidad tras años de aumentos mínimos de precios está por verse— es, en parte, una buena noticia en tanto que refleja una mejora de las perspectivas económicas para los próximos meses respaldada por el calendario de vacunación.
El regreso de la inflación a las quinielas también permite pensar en una digestión algo más sencilla de una deuda pública por las nubes: son varios los episodios históricos que apuntan a la subida de precios como una de las medidas más efectivas para diluir los pasivos. Pero no deja de ser, en otro orden, una potente fuerte de incertidumbre: ¿hasta qué punto se encarecerá la financiación de Estados y empresas en un momento tan delicado como este? Este cambio de escenario también ha hecho crecer las voces de quienes ven un paralelismo entre lo que puede estar por venir y lo ocurrido en 2013, cuando el mero anuncio de un paso atrás en la política ultraexpansiva de la Fed golpeó con virulencia a los países emergentes.
Para tratar de sofocar esas dudas, en los últimos días los bancos centrales de medio mundo se han afanado en tranquilizar a los mercados recordando que no hay argumentos de peso para mover ni una sola coma de su discurso, reafirmando que su posición acomodaticia no es flor de un día y ratificando, en fin, que los bajísimos tipos de interés de referencia están aquí para quedarse. En EE UU, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, ha enfatizado que el incremento de la inflación es transitorio y que su hoja de ruta —estímulos, estímulos y más estímulos para revivir la economía— sigue intacta. En la eurozona, una de las figuras más influyentes del comité ejecutivo del BCE, la alemana Isabel Schnabel, ha remarcado que al instituto emisor no le temblará el pulso a la hora de aumentar su apoyo a la economía si las condiciones de financiación de Estados y empresas pusiesen en jaque la recuperación. Y varios bancos centrales de Asia-Pacífico han anunciado movimientos en la misma dirección.
“Exuberancia” en los parqués
En el informe publicado este lunes, el Banco de Pagos Internacionales —que lleva meses advirtiendo de la desconexión entre las Bolsas y la economía real tras su fulgurante recuperación, mucho antes de que la pandemia pueda darse por zanjada— también reconoce la existencia de “señales de exuberancia” por el comportamiento reciente de algunos inversores. “Incluso si las valoraciones de las acciones pudiera no parecer excesiva a la luz de las bajas tasas de interés, algunos de estos signos de exuberancia tienen un sonido familiar: como en el boom de las empresas puntocom a finales de los noventa, las salidas a Bolsa han experimentado un enorme crecimiento y los precios de las acciones han subido con fuerza en su primer día de cotización. Y la proporción de empresas no rentables entre aquellas que recurren a los mercados también ha seguido creciendo”. El alto número de empresas que salen al parqué sin un plan de inversión definido, dicen, es otra señal de esta tendencia. Una más.
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