Dinamarca fue el primer país en ponerle el cascabel al gato. Era 2012 y su banco central se lanzaba aparentemente al vacío, situando el precio del dinero por debajo de cero. Era un movimiento casi a la desesperada por impulsar el crédito, revivir la inflación y azuzar el crecimiento ante unas perspectivas cada vez más languidecientes en todo el mundo avanzado. La aparente anomalía de cobrar por tomar prestado y pagar por los depósitos dejaba, en fin, de ser tabú. Y daba rienda suelta a todo tipo de especulaciones y ríos de tinta, sobre todo en negativo: hasta el Bank of America —uno de los que marca agenda en el mundillo financiero— alertaba de las “grandes preocupaciones” que suscitaba la medida en los países ricos. Con la perspectiva que permite casi una década, los técnicos del Fondo Monetario Internacional (FMI) niegan la mayor. “Ocho años después, el escepticismo inicial ha demostrado, en gran medida, estar fuera de lugar. La evidencia sugiere, hasta ahora, que las políticas de tipos de interés negativos han funcionado”, concluyen, dejando poco espacio para la duda, cinco economistas del departamento de investigación del organismo con sede en Washington en un estudio publicado este miércoles.
Dinamarca fue quien tomó la delantera, sí, pero ni mucho menos se quedó sola en su cruzada. En cuestión de meses, años a lo sumo, siguieron sus pasos un buen número de institutos emisores de primera línea: el Riksbank sueco, el Banco Nacional de Suiza o dos pesos pesados, el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Japón. Se añadían, así, potentes casos de análisis para ver si las tasas de referencia negativas eran una locura propia del siglo XXI o un instrumento más a tener en cuenta en la siempre compleja caja de herramientas de la política monetaria. Todo parece apuntar a lo segundo: “En general, esta política ha aliviado las condiciones financieras y, probablemente, ha apoyado el crecimiento y la inflación”, remarcan los firmantes de la investigación, Luís Brandão-Marques, Marco Casiraghi, Gaston Gelos, Günes Kamber y Roland Meeks.
Los técnicos del FMI reconocen que los tipos negativos “siguen siendo controvertidos”, pero no tanto por sus efectos reales sobre la sala de máquinas de la economía —las diez plagas de Egipto que algunos predijeron fueron muchas menos—, sino porque “a menudo se malinterpretan”. La intuición remaba (y sigue remando) en dirección contraria, y varias preguntas flotaban en el ambiente: ¿desde qué momento tiene lógica cobrar, y no pagar, por una hipoteca, como ha sucedido en la propia Dinamarca?; ¿habría un movimiento masivo hacia el efectivo, para evitar tener que pagar por lo depositado en cuentas corrientes o en instrumentos de ahorro a largo plazo?; ¿de verdad serviría para relanzar la economía?. “Estos temores no se han materializado. Las políticas de tipos de interés negativos han demostrado su habilidad para estimular la inflación y el PIB, al menos tanto como los recortes convencionales de tasas u otras políticas monetarias no convencionales”, responden en una entrada en el blog de la institución en el que presentan las principales conclusiones de su trabajo.
Uno de los principales objetivos de la medida —impulsar el crédito— se ha cumplido, a juicio de los economistas del Fondo. “Por lo general, los volúmenes prestados por los bancos han aumentado. Y en tanto que ni ellos ni sus clientes se han desplazado marcadamente al efectivo, las tasas de interés aún pueden ser más negativas antes de que eso suceda. Hasta ahora todo marcha bien”. Las conclusiones del estudio coinciden con el diagnóstico que el hoy primer ministro italiano, Mario Draghi, hizo en octubre de 2016, cuando aún estaba al frente del Eurobanco: las tasas de interés negativas, dijo, “funcionan”.
Impacto “limitado” sobre el sistema financiero
Las entidades financieras acogieron los tipos de interés negativos como una mala noticia sin paliativos, que llegaba, además, en un momento particularmente difícil: su modelo de negocio tradicional empezaba a desintegrarse en un entorno crecientemente digital. Ocho años largos después, sin embargo, “sus beneficios no se han visto deteriorados [por la medida], aunque aquellos que más dependían del fondeo por depósitos, así como algunas entidades más pequeñas y especializadas, sí han sufrido más”. Ese no es el caso, sin embargo, de la gran banca, “que ha aumentado sus préstamos, ha puesto en marcha comisiones sobre las cuentas de depósito y se ha beneficiado por las ganancias de capital”. Tampoco la toma de riesgo por parte de los bancos, uno de los potenciales riesgos de la decisión, “parece ser excesiva”.
“Hasta ahora, los efectos adversos sobre los resultados de los bancos y sobre la estabilidad financiera han sido limitados”, remarca el documento publicado este miércoles. La afirmación tiene valor doble por venir de donde viene: el propio Fondo Monetario fue uno de los organismos que levantó la voz muy poco antes de que Draghi hiciese una defensa cerrada de la medida, alertando de que “dañaría” las cuentas de resultados de los bancos. Casi un lustro después, y a la luz de los propios resultados obtenidos por los técnicos del organismo, puede decirse que aquellos temores eran exagerados.
A la luz de esta serie de conclusiones sobre una de las decisiones de política monetaria que más ha trascendido al gran público y que más debate ha suscitado en los últimos años, los propios técnicos del FMI se preguntan por qué no más bancos centrales se han subido al barco de los tipos negativos. Algo que, creen, tiene que ver con “limitaciones legales e institucionales” y con la mayor presencia en algunos países de bancos pequeños, que dependen en gran medida de los depósitos de las familias para su fondeo, lo que les lleva a ser más reticentes a la hora de dar el paso.
“En suma, la evidencia disponible hasta ahora indica que las políticas de tipos de interés negativos han tenido éxito a la hora de mejorar las condiciones financieras sin crear preocupaciones significativas para la estabilidad financiera”, zanjan los autores. “Los bancos centrales que ya las han adaptado podrían reducirlas aún más. Y aquellos que no lo han hecho, no deberían descartar añadir una medida similar a su caja de herramientas posibles, incluso si es poco probable que la utilicen: muchos pueden verse forzados a utilizarla tarde o temprano”.
Source link