El filón de las caras conocidas en los concursos de televisión


La televisión parece pedir cada vez más aquello que es familiar a los espectadores, por empatía y cercanía. En los últimos 15 años, programas de telerrealidad como Supervivientes y Gran Hermano han evolucionado de ser formatos de participantes anónimos a famosos. Los concursos de talentos fueron detrás, con MasterChef a la cabeza y, recientemente, el fenómeno Mask Singer. Ese camino lo han tomado también los concursos tradicionales en dos vertientes: con concursantes anónimos que a base de esfuerzo permanecen durante semanas y se hacen populares; y directamente participantes famosos. Antena 3, que ya ocupa con tres concursos su parrilla vespertina entre semana, estrena este viernes en el horario de máxima audiencia una entrega con celebridades de ¿Quién quiere ser millonario?, después de la conmemoración hace un año de su veinte aniversario, con participantes conocidos de otros concursos.

Los espectadores afrontan los concursos de famosos desde la cercanía, como explica Carmen Ferreiro, directora de Programas de Entretenimiento de Atresmedia: “Es el mismo formato, pero otro tipo de concurso. El famoso te da la curiosidad del espectador por ver cómo se desenvuelve este, las preguntas que se le hacen, cómo se genera la tensión, tiene otros atributos. A lo mejor el de anónimos sí que tiene más tensión”, explica la directiva ante el estreno de ¿Quién quiere ser millonario? Esto se puede atribuir también a los participantes que se han hecho famosos dentro del los programas. “Lo que tienen los concursos y sobre todo cuando el concursante permanece durante mucho tiempo, es que fidelizan, empatizan con la audiencia y es un elemento más atractivo al margen del formato para verlo. La gente quiere ver Pasapalabra, pero también quiere ver si Pablo [concursante que lleva la cifra récord de 180 apariciones en el programa] se lleva el bote o a cuanto se queda de completar el rosco. O Los Lobos en ¡Boom! [que tras casi 600 programas consecutivos se llevaron un bote que rozaba los siete millones de euros]”.

Esta evolución hacia una televisión llena de caras conocidas tiene que ver también con una forma de consumo audiovisual que se ha acelerado en los últimos años con el alcance de las redes sociales, el auge de las plataformas y la diversificación de canales. “El espectador ha perdido la paciencia”, indica el periodista especializado en televisión David Carro, que lo ejemplifica en el bum de las series: “Todo se consume muy rápido y todo es muy efímero, empezando por las redes y continuando por las series. Vivimos en un momento en el que las ficciones queman tramas como nunca, se suceden las temporadas, los episodios, una semana es una serie la que está en boca de todo el mundo, a la siguiente es otra”. “Es muy complicado plantearnos hoy en día el caso de Gran hermano o Supervivientes [que en sus inicios, hace dos décadas], en el que la gente tenía que tener paciencia, hasta que no pasaban dos, tres, cuatro semanas no surgían las tramas, no surgían los concursantes con los que la gente se sentía identificada, porque el anónimo tardaba en cuajar un poco”.

Un otorgan un vínculo ya establecido en este universo de inmediatez. “Lo conocemos de antes. Por un lado es un reclamo para promocionar el programa, y por otro, existe un vínculo, queremos verle en situaciones en las que no le hemos visto antes”, sigue Carro. Otro objetivo que se consigue con famosos es encontrar más emoción, en especial en un concurso de preguntas y respuestas que de cara al espectador puede quedar frío. “Las emociones son lo que hacen que te enganches al programa”, suelta el periodista. Ferreiro amplía esta percepción a los concursantes que se ganan la popularidad en el programa: “Al final son personas que se meten todas las tardes en tu casa un ratito y que forman parte de tu vida. Ya los concursos tienen ese componente de fidelidad y ahí hay una persona que te has acostumbrado a ver. Aumenta la empatía y quieres seguir su evolución. Ya no van a ver el concurso, van a ver a Pablo o a Los Lobos o al concursante del momento”.

Pasapalabra reúne a los tres tipos de concursantes, el anónimo, el que gana notoriedad poco a poco y el famoso. También enlaza la tarde de concursos en Antena 3 tras Ahora caigo y ¡Boom! con el informativo y que está consiguiendo desde su estreno en la cadena la pasada primavera cada vez más audiencia. “Tenemos a los famosos que van y generan curiosidad de ver cómo se desenvuelven con las pruebas de letras, aunque eso queda en segundo plano porque al final acaba cuajando un concursante anónimo que te engancha porque se queda a una, dos o tres respuestas de llevarse el rosco y al final es casi como si el espectador lo conociese. Te enganchas a la evolución de su historia, a su triunfo personal y son esos horarios tan familiares que al final quieres que se lleve el premio porque lo sientes casi como de tu familia el concursante”, apunta Carro.

La primera entrega de ¿Quién quiere ser millonario? contará con la presencia del humorista David Broncano y los intérpretes Bibiana Fernández y Antonio Resines. Por el sillón del programa, presentado por Juanra Bonet (conductor también de ¡Boom! en la misma cadena), pasarán figuras públicas de diferentes ámbitos: deportistas como Lidia Valentín, escritores como Lorenzo Silva o Lucía Etxebarría, cómicos como Leo Harlem y muchos de los rostros habituales de los últimos años en concursos y realities como Boris Izaguirre, Alaska, Alberto Chicote o Santiago Segura, entre otros. E incluso un expresentador del formato, Antonio Garrido. “Lo que hemos descubierto es que es un formato tan mítico, que tiene tantos seguidores, que muchas de las personas que han venido nos han dicho que era el formato con el que crecieron con sus padres, había mucho fenómeno fan de los famosos respecto al programa”, finaliza Ferreiro.


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