España jamás se subió tanto a la bicicleta. En tiempos de confinamientos y restricciones perimetrales, este vehículo se ha convertido en el preferido para la práctica deportiva o los paseos en familia. “El sector está de dulce”, señala Jesús Freire, secretario general de la Asociación de Marcas y Bicicletas de España (AMBE), que reúne a medio centenar de empresas. En un contexto de crisis, las compañías ciclistas son de las privilegiadas, con una demanda que llegó de golpe durante la desescalada. Las ventas aumentaron más de un 300% en pocos meses y, desde entonces, el interés se ha mantenido a niveles nunca vistos. Tanto, que el mercado ha sufrido para abastecer y entregar a tiempo sus productos. Comprar una bicicleta hoy es casi misión imposible.
El mundillo ciclista coincide en señalar los ingredientes de esta tormenta perfecta. El encierro de marzo y abril propició ganas de aire libre. Ante los problemas que presentaban los deportes de equipo o los gimnasios, la bicicleta se escapó del pelotón: individualidad, distancia de seguridad fácil de mantener y atractiva para todas las edades, aun más con las eléctricas. Que el ministro de Sanidad, Salvador Illa, recomendase el uso de este vehículo para ir al colegio o trabajo, ayudó. El anuncio del Gobierno sobre la primera Estrategia Estatal de la Bicicleta, aún más. La falta de competencia en el ocio —toque de queda o ausencia de eventos— supuso otro impulso. El buen clima hizo el resto. “La tendencia al alza se mantendrá bastante tiempo”, aseguran fuentes de AMBE. Sus últimos datos reflejan que en España se vendieron 1,2 millones de bicis en 2019, cuando las empresas facturaron 1.871 millones de euros. “Pero lo de 2020 ha sido brutal”, insiste Freire, que adelanta que el informe anual de su entidad —se hará público en abril— reflejará “cifras récord”, tanto en bicis de montaña como de carretera e infantiles. También las eléctricas, ya con ayudas públicas para su adquisición.
El hispano suizo David Vitoria corrió su última Vuelta a España en 2010. Las lesiones le apartaron del ciclismo profesional antes de tiempo. Decidió entonces volcar toda su experiencia en su propia empresa. En 2011 creó Berria Bike, fabricante de bicicletas de carbono con instalaciones en Villarrobledo (Albacete). “Parece mentira, la situación actual es casi surrealista”, asegura el exciclista, director general de la firma, que va camino de duplicar sus cifras en esta temporada —de julio de 2020 a junio de 2021— respecto a la anterior: de cinco a 9,5 millones de euros de facturación y de 4.000 a 8.000 bicis. La tónica es común. BH ha pasado de 51 millones de facturación y 41.000 bicicletas entregadas en el año 2019 a 58 millones y 55.000 unidades en 2020. “Y la producción de 2021 está ya vendida”, apunta su responsable de comunicación, Álvaro Olasolo.
“Las bicis no duran en las tiendas. Nosotros recibimos un millar y en un día estaban todas vendidas”, añade Javier López, máximo responsable de Mérida Bikes en España, Portugal y Francia, que el año pasado vendió 20.000 bicicletas a un precio medio de 1.500 euros. La digitalización y las ventas en línea han facilitado aún más el negocio. Spiuk, firma de prendas y equipamiento para ciclistas, ha crecido un 35% en el último año. “El salto hubiera sido mayor si hubiéramos podido dar respuesta a toda la demanda”, afirma Javier Martínez, director comercial de la compañía vizcaína. La Real Federación Española de Ciclismo asegura que 21 millones de españoles tienen una bici. Y el Observatorio Cetelem indica que el número de usuarios ha crecido un 25% en el último año.
El reto de evitar el desabastecimiento
“El hándicap es precisamente la limitación de la producción mundial”, señala Ignacio Peralta, director comercial de CJM Sport, distribuidora especializada en el canal ciclista con base en Sevilla. Los fabricantes de bicicletas se centran en el cuadro, el esqueleto del vehículo. Sus principales materias primas, aluminio y carbono, están aseguradas. El problema llega a la hora de completar el trabajo con la transmisión, frenos, cadenas o incluso los motores de las eléctricas. El crecimiento global ha puesto contra las cuerdas a los fabricantes de estos componentes, que tienen sus fábricas en países como Malasia, China, Japón o Taiwán. Allí está el cuello de botella que impide al sector incrementar la producción. “Aunque ahora se fabrica más que nunca”, subraya Eduardo Roldán, director general de Shimano Iberia. Su matriz, la multinacional japonesa Shimano, ha aumentado su capacidad productiva en un 50% en 2020. “Se está enviando muchísimo producto al mercado, pero la demanda es altísima y a nivel mundial”, destaca Roldán.
Sin ruedas, pedales o manetas de cambio, las bicis no se pueden finalizar en fábrica. “El reto ahora es evitar el desabastecimiento. Para ello, el mercado ya está haciendo previsiones de ventas a largo plazo y haciendo acopio de stock”, subraya Ignacio Peralta. En las páginas web de muchos fabricantes, mientras tanto, los plazos de entrega se dilatan hasta octubre o noviembre. En tienda, depende de la marca, pero encontrar una bicicleta de gama media, ya sea de montaña, ciudad o eléctrica, no es nada fácil.
El sector cree que la demanda seguirá imparable, al menos, durante un año más. Todos sus actores coinciden en subrayar que no se trata de una burbuja y que buena parte de los nuevos usuarios —cada vez más niños y mujeres, aseguran— no se bajarán del sillín, generando nuevas oportunidades de negocio. “El boom se ralentizará en unos años, pero generará millones de usuarios en las ciudades para siempre”, afirma Luis Muñoz, director de marketing de Trek en el sureste europeo. Las marcas prevén prolongar la buena racha porque la bicicleta urbana está rezagada en las ventas. Su turno llegará, cree el responsable de AMBE, cuando las administraciones “apuesten de verdad” por la movilidad sostenible en las ciudades. “Solo tiene ventajas: aumenta la salud de sus usuarios, ahorra gasto sanitario público, disminuye la contaminación y desarrolla la economía”, concluye Jesús Freire. “Es el momento de la bicicleta”, sentencia.
Nuevas oportunidades de negocio
Hay pocos deportes donde profesionales y aficionados compartan lugar de entrenamiento, pero el ciclismo es una de las excepciones. Ocurre en numerosas carreteras del País Vasco o en la zona de Sierra Nevada, en Granada, cuyo Centro de Alto Rendimiento aloja a muchos ciclistas y equipos de primer nivel para realizar la preparación en altura. Esa cercanía es otro de los factores que genera la creciente pasión por esta práctica deportiva en España. “Nunca había habido tantos practicantes de ciclismo”, aseguró José Luis López Carrión, presidente de la Real Federación Española de Ciclismo (RFEC), el pasado mes de febrero tras la presentación del informe ‘El ciclismo, ante su mayor puerto’.
“Es, además, un sector económico en auge que tiene capacidad de generar muchas oportunidades de negocio, sobre todo las dirigidas a dar respuesta a la crisis climática”, subraya Jesús Freire, secretario general de la Asociación de Marcas y Bicicletas de España (AMBE) que augura que el número actual de trabajadores de la industria —unas 22.500 personas, según el informe federativo— crezca a buen ritmo en los próximos años.
Las perspectivas son inmejorables. Según datos del Consejo Superior de Deportes, 7,9 millones de personas se suben a la bicicleta al menos una vez al mes como parte de su rutina de actividad física. Según los datos del Gobierno, más de 20 millones de ciudadanos usan las dos ruedas con frecuencia como medio de transporte. El 90% de los españoles sabe montar en bici y muchos se sientan también frente al televisor para seguir pruebas como La Vuelta o el Tour de Francia: el ciclismo es el sexto deporte más consumido por los telespectadores.
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