Cuando Alberto Zapater llegó con 23 años al Genoa en 2009, en su primera experiencia fuera de España, alucinó con la sede del club. Un palacete del siglo XVI, decorado con frescos de estilo manierista, que había sido refugio vacacional de la realeza europea. Allí estaba la ciudad deportiva y allí conoció la personalidad y los métodos de un técnico ya entonces singular, Gian Piero Gasperini, que ahora amenaza al Real Madrid con el Atalanta en la Champions (21.00, Movistar Liga de Campeones, 0-1 en la ida) con el mismo catálogo ofensivo y revolucionario que dejó marca en sus casi ocho temporadas en el equipo grifone.
“Yo nunca había jugado así. Veías que tenía súper controlado qué quería, cómo lo quería y lo trasladaba al futbolista. Había una serie de consignas que las debías cumplir a rajatabla. Si no, es un tío que se mosquea mucho. No había lugar a debate, lo que decía iba a misa. Solo su presencia imponía respeto”, afirma el medio zaragocista de 35 años, que fue un habitual en los planes del italiano en el curso que compartió con él en el Luigi Ferraris. “Al principio me preguntaba por qué los veteranos no hacían determinadas cosas en el campo, pero claro, era por la autoridad de Gasperini. Con el tiempo te das cuenta de que me gustaría tener hoy esas experiencias. Me pilló un crío y, además, los jugadores somos unos egoístas que siempre estamos con lo nuestro del día a día. Ahora empiezas a ver todo más transparente”, se sincera el pivote, que se marchó de La Romareda a Italia por 4,5 millones.
A ese Genoa, el piamontés de 63 años lo cogió en la Serie B, lo subió el primer año a la máxima categoría y lo clasificó para la Europa League. Antes había salido del nido de la Juventus, donde se formó como jugador (se retiró en 1993 sin gran recorrido en la élite) y había entrenado a las categorías inferiores, para irse a la otra punta del país, a dirigir a 1.200 kilómetros en la tercera división al Crotone. “Fue el momento más difícil”, reconoció después desde un punto de vista más familiar su esposa Cristina, que confirma el carácter “explosivo” de su marido, aunque matiza que ahora “tiene un poco más de paciencia”.
“Si no seguías sus órdenes, se mosqueaba bastante”
Chico Flores
“Todo lo que está haciendo en el Atalanta no me sorprende”, advierte Zapater. De la batería de dogmas y automatismos de aquel Genoa, uno de los apartados que más le llamó la atención fueron los marcajes al hombre, norma que sigue aplicando en el conjunto bergamasco, al que dirige desde 2016. “En defensa nos adaptábamos al rival. Él te decía: ‘tú no basculas, tú no tapas línea de pase. Ese es tu mediocentro, así que con él’. Eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes, pero tengo un recuerdo muy positivo”, comenta el capitán zaragocista. Y en ataque, el primer día que realizó un cambio de juego al extremo fue llamado al orden. “Su mandato era llegar allí a través del pase por abajo para hacer correr al contrario y para que nosotros también nos moviéramos hacia esa zona y, si perdíamos el balón, ya estábamos colocados”, explica.
Equipos de autor
Pese a su alta participación esa temporada (2.533 minutos, con cuatro goles y cuatro asistencias), el aragonés fue vendido el verano siguiente al Sporting de Portugal en una operación conjunta. A las semanas, por la ciudad deportiva de Villa Rostán apareció otro español, el central Chico Flores, procedente del Almería, a cambio de cinco millones. Hace ya una década de aquello, pero el gaditano de 34 años, retirado tras su paso por el Fuenlabrada, recuerda muy bien dos cosas de Gasperini: su vocación atacante y su carácter. “Si no seguías sus instrucciones, se mosqueaba bastante”, repite de forma casi idéntica a Zapater. “Le gustaba mantener los límites, que nadie estuviera por encima de él. Supongo que algo de eso pasaría con el Papu [traspasado al Sevilla tras un enfrentamiento con el técnico]. Pero nunca perdía los papeles. Yo es que he tenido entrenadores de todo. A Joaquín Caparrós, que era una bellísima persona, le he visto coger a más de un compañero por el cuello”.
Esa campaña 2010/11 fue la última de la primera etapa de Gasperini en el Genoa (volvió de 2013 a 2016). Flores solo lo tuvo 11 partidos antes de dejar el cargo, tiempo suficiente para que le quedaran claras algunas ideas. “Me dijo que me fichó porque tenía buena salida de balón, era rápido y contundente. Aunque luego me puso mucho de carrilero. Y quería que atacásemos todos. A mí también me tocó. Me veía en situaciones bastante adelantadas y eso era una novedad en mi carrera”, relata el andaluz, con experiencia también en el Swansea, Rubin Kazan y Mallorca.
“Cuando se fue a un Inter ganador, pensé: ‘choca con alguno seguro”
Alberto Zapater
“A la larga, su forma de trabajar le ha dado la razón. Hacía buenos a futbolistas que no tenían prácticamente nombre”, valora Chico Flores. Los 20 millones que el Atalanta pagó por Muriel ha sido el mayor desembolso que ha realizado un club dirigido por el italiano. El coste medio de todos los traspasos es de 3,6 millones.
“Construye equipos de autor y los hace crecer. Tiene una idea de juego muy particular y la lleva hasta las últimas consecuencias. Y así debe ser. El futbolista debe ver que el inamovible es el entrenador. Antes se dependía más del talento de los jugadores, pero ahora está todo muy estudiado. Por eso son tan importantes los técnicos”, subraya a conciencia Zapater. Solo un destino se le resistió a Gasperini, el Inter, donde apenas aguantó cinco encuentros de la 2011/12, patinazo que no cogió por sorpresa al zaragocista tras haber convivido con él. “Aquel era un equipo ganador de todo. Pensé que iba a chocar con alguno seguro”, zanja el aragonés.
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