“La trayectoria de la Grecia independiente es una odisea moderna”


Si la Grecia moderna cumple 200 años de su independencia del Imperio otomano y 40 como miembro de la Unión Europea, su presidenta, Katerina Sakelaropulu —la primera en la historia del país— acaba de celebrar su primer año en el cargo. Nacida en Salónica hace 64 años, divorciada, feminista y ecologista, expresidenta del Consejo de Estado (también fue la primera mujer en este puesto, a propuesta del Gobierno de Alexis Tsipras), tiene fama de jueza progresista, aunque no se le conoce filiación política: defendió la supresión de la declaración de la fe religiosa en el carné de identidad a principios de los años 2000, que los niños de padres extranjeros, pero escolarizados en Grecia, pudieran obtener la nacionalidad y ha apoyado a las víctimas de la violencia de género después de que la campeona olímpica Sofía Bekatoru denunciase que fue violada por el vicepresidente de la Federación Griega de Vela con 21 años. Sus atribuciones como presidenta, más allá del liderazgo moral de la nación, incluyen la jefatura de las Fuerzas Armadas, la posibilidad de declarar la guerra o hacer consultas para la formación de Gobierno, entre otras. Sakelaropulu, que alcanzó una rara unanimidad cuando fue votada en el Parlamento en enero, a propuesta del primer ministro conservador Kyriakos Mitsotakis y apoyada por la oposición de izquierdas, responde a EL PAÍS por correo electrónico desde Atenas sobre un año caracterizado por la pandemia, la renovada tensión con Turquía y la crisis de los refugiados.

Pregunta. Grecia cumple 200 años como Estado independiente. ¿Qué piensa cuando echa la vista atrás?

Respuesta. La trayectoria de Grecia como Estado independiente ha ido en paralelo a la de otros Estados modernos europeos. Hace 200 años, la revolución por la independencia griega contra el Imperio otomano estuvo inspirada por las revoluciones nacionales y liberales de su tiempo. Las constituciones liberales de la década de 1820 estuvieron entre las primeras en Europa en establecer el sufragio universal para hombres y mujeres, mientras en el resto del mundo hubo que esperar al siglo XX para alcanzar la igualdad política. El proyecto de una integración nacional dominó la primera centuria del Estado griego independiente y concluyó en 1947, con la incorporación de las islas del Dodecaneso. Grecia se enfrentó valientemente a las fuerzas del Eje durante la Segunda Guerra Mundial y padeció una dolorosa ocupación contrarrestada por heroicos actos de resistencia. Después de la liberación en 1944, siguió una sangrienta guerra civil. A través de crisis, guerras y guerras civiles, Grecia progresó de la ocupación a la liberación, de ser una de las economías de mayor crecimiento en los países en desarrollo en las décadas de la posguerra a una economía europea de clase e ingresos medios; de una democracia incompleta, seguida de siete años de dictadura, a una próspera democracia liberal desde 1974, que expandió los derechos civiles y sociales y cimentó su vocación europea. La trayectoria de la Grecia independiente es una Odisea moderna, una historia de perseverancia y optimismo, guiada por la visión de una próspera democracia liberal y progresista, dentro de una mayor unión de la Unión Europea.

P. ¿Cuáles son los elementos positivos y negativos y cuáles los problemas de la Grecia independiente?

R. Aunque en estos dos siglos Grecia ha alcanzado importantes objetivos, también ha cometido errores dolorosos y ha pagado el precio. Pero en las coyunturas más críticas Grecia siempre ha estado del lado correcto de la historia. Si tuviera que señalar los elementos negativos, es verdad que Grecia ha sufrido muchas veces las consecuencias de las luchas internas. Aún más, durante una gran parte de su historia, las instituciones han sido inestables y débiles a pesar del éxito de la construcción de la nación. Estos factores han acentuado indudablemente una aproximación individualista y una desconfianza hacia el Estado que todavía prevalece en algunos aspectos de la vida social. Como elementos positivos, Grecia tiene una larga y profundamente arraigada tradición democrática que se ha mantenido a pesar de los cambios de régimen y de sus fallos.

P. A partir de 2008, Grecia se enfrentó a la crisis financiera global y actualmente a la situación de los refugiados, la tensión con Turquía y la pandemia….

R. Grecia fue golpeada duramente por las dos mayores crisis europeas de la década anterior: la crisis de la eurozona y la crisis migratoria y de los refugiados. Y hoy la pandemia del coronavirus se está cobrando un alto peaje económico y social. Estas crisis han dejado una pesada herencia en cuanto a la cohesión social, pero también cuentan la historia de resiliencia del pueblo griego y de las instituciones democráticas. A pesar de las privaciones que hemos sufrido, la sociedad griega y el sistema político han permanecido comprometidos con la democracia liberal y con la Unión Europea, rehuyendo a los extremistas y a la tentación iliberal. Y en el caso de los desafíos a la seguridad nacional, Grecia está determinada a resolver sus diferencias con Turquía sobre la base del derecho internacional.

P. ¿Qué tareas quedan?

R. Los cambios a los que se enfrenta la Grecia contemporánea no son diferentes a los del resto de los Estados europeos modernos. Grecia aspira a crear empleo de calidad para los jóvenes, a potenciar inversiones productivas, nuevas tecnologías e innovación con un énfasis particular en el capital humano, la fuga de cerebros que emigraron de Grecia durante los años de la crisis. La vuelta de ese talento está comenzando, el país se ha convertido en un destino atractivo para emprendedores y creadores de todo el mundo. Y queda otra tarea importante: salvaguardar la cohesión de nuestras sociedades contra la pobreza, el paro y la creciente desigualdad. Hay que proteger la esfera pública contra el mundo posfactual de las noticias falsas y el veneno del fanatismo y la intolerancia. Estamos unidos con Europa en enfrentarnos a esos retos. La pandemia ha reafirmado la importancia del servicio público, ofrece oportunidades para restaurar los valores públicos y civiles como el pegamento que une nuestras sociedades.

P. ¿Cuál señalaría usted como fecha clave de estos dos siglos?

R. Este año se cumple el 40 aniversario de la entrada de Grecia en la entonces Comunidad Económica Europea. Fue un hecho fundamental. No porque otros acontecimientos anteriores fueran menos importantes, pero la entrada formal a la familia europea de naciones fue la culminación de esas aspiraciones que dirigieron al país desde sus primeros pasos como nación independiente y a través de su larga y tumultuosa historia. Los griegos que lucharon por la independencia miraban hacia Europa en busca de inspiración, de la misma forma que Europa se inspiró en los valores de la democracia ateniense. Uniéndose a la UE, Grecia volvió a sus raíces filosóficas. Ser miembro de la UE fue crucial para consolidar la democracia griega y fue un catalizador para la modernidad institucional y el progreso social a largo plazo. También cimentó la orientación occidental de Grecia —durante la Guerra Fría fue la única democracia en los Balcanes y todavía hoy es uno de los pocos regímenes democráticos en el Mediterráneo oriental— y como noveno miembro más longevo de la actual Unión Europea, seguimos tan comprometidos como siempre en el proyecto de construir una Europa más fuerte y más unida.


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