Inmunooncología, el nuevo hito de la historia en el tratamiento del cáncer


Durante el siglo XX se registraron tres grandes avances contra el cáncer, la radioterapia, la quimioterapia y las terapias dirigidas, que abrieron el camino al control de la primera causa de muerte en el mundo.

En el siglo XXI ha irrumpido el cuarto de ellos, la inmunooncología. Emplea una estrategia indirecta que consiste en estimular el sistema inmunitario del paciente para que reconozca las células cancerígenas y detenga su crecimiento o las destruya, a diferencia de las terapias convencionales que actúan directamente sobre el tumor. Muchas de sus posibilidades terapéuticas todavía están en investigación y, según los especialistas, su aplicación médica tiene un largo camino por delante. Javier Puente, oncólogo médico y director del Instituto de Oncología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, la califica como “una revolución terapéutica para una serie de tumores donde existían escasas posibilidades de tratamiento”.

La inmunooncología comenzó a aplicarse en las fases avanzadas del melanoma y el cáncer de pulmón, y después se han ido ampliando sus indicaciones al cáncer de vejiga, riñón, a los tumores de cabeza y cuello y también al cáncer de mama. La terapia ha conseguido que entre un 20% y un 30% de los pacientes con enfermedad avanzada “se beneficien de manera espectacular y sigan vivos hasta cinco años después de haber empezado el tratamiento”, explica Javier Puente.

Las remisiones prolongadas y duraderas son una realidad; el concepto de larga supervivencia en cáncer cobra pleno sentido. Este conjunto de terapias pone también en evidencia la rentabilidad social de la investigación, como apunta Rosario García Campelo, jefa del Servicio de Oncología del Hospital Universitario de A Coruña y responsable del Instituto de Investigación Biomédica de la ciudad gallega: “Todos los avances a los que estamos asistiendo tienen un hilo conductor fundamental, el mejor conocimiento biológico de la enfermedad que tratamos”.

La inmunooncología no desplaza a las terapias clásicas, que siguen siendo imprescindibles y muy eficaces en el tratamiento de muchos cánceres, pero representa una herramienta terapéutica más a disposición de los oncólogos. Es versátil, la usan sola o en combinación con otras terapias, antes y después de la cirugía.

Ofrece también algunas singularidades relacionadas con los efectos adversos que la distinguen de los tratamientos convencionales. En líneas generales, son medicamentos bien tolerados. Sin embargo, entre un 5% y un 10% de los enfermos presentan efectos adversos. Ante esta posibilidad, Rosario García Campelo destaca la importancia de que exista una buena comunicación entre el equipo médico y el paciente para poder identificar y valorar cuanto antes cualquier síntoma que pueda surgir. “La detección precoz es crucial porque puede cambiar el curso de esa complicación”.

En fases avanzadas la inmunooncología ha demostrado ser muy eficaz y la investigación clínica se dirige ahora a comprobar si ese beneficio se puede trasladar a personas con neoplasias en etapas más precoces.

En los tumores de pulmón los resultados son prometedores. El estudio Nadim, del Grupo Español de Cáncer de Pulmón (GECP), publicado en Lancet Oncology el año pasado lo confirma. Un grupo de pacientes con tumores en estadios intermedios recibieron tratamiento con inmunoterapia y quimioterapia previamente a la cirugía. “La supervivencia a los dos años fue de un 90%, y el 73% de los pacientes tuvo una respuesta patológica completa, es decir, el tumor había desaparecido al analizar la pieza quirúrgica. Esto dobla la supervivencia con respecto al abordaje tradicional”, explica Rosario García Campelo. La perspectiva que se abre es muy importante porque, según la especialista del Hospital Universitario de A Coruña, “podríamos estar hablando de convertir potenciales tumores incurables en tumores curables”.

Una de las ventajas de la inmunooncología es que actúa sobre las células malignas sin dañar las sanas. Si esto es así, ¿por qué en ocasiones aparecen efectos adversos? La razón es que en algunos casos el sistema inmunitario, una vez estimulado, no distingue entre atacar al tumor y arremeter contra otras partes del organismo que, equivocadamente, identifica como anómalas. La otra gran ventaja es una cualidad del sistema inmunitario: su memoria. Gracias a ella puede reconocer durante mucho tiempo un tumor como algo extraño al cuerpo y actuar de forma prolongada contra él. Entre los inconvenientes, el más importante es que se trata de una terapia lenta ya que el sistema inmunitario responde progresivamente al estímulo que le proporcionan los medicamentos.

La inmunooncología ha ofrecido una alternativa terapéutica a muchos pacientes, pero también es cierto que no funciona en otros muchos. ¿De qué depende? El interrogante está pendiente de resolver. Según Javier Puente, “el gran caballo de batalla es el desarrollo de biomarcadores y factores predictivos de respuesta a los medicamentos que nos ofrece la inmunooncología”. Un biomarcador es una sustancia que se emplea para detectar enfermedades o la fase en que se encuentran. Los disponibles en la actualidad a veces son eficaces y otras no sirven para nada, apuntan los especialistas. “Tenemos que seguir aprendiendo”, concluye este oncólogo del Hospital Clínico San Carlos.

Pensar que la inmunooncología servirá en el futuro para todos los enfermos de cáncer en cualquier circunstancia es probablemente una utopía. Sin embargo, está en pleno despliegue y no es aventurado decir que sus posibilidades son enormes. Una de las claves de su eficacia está en seleccionar bien qué paciente y en qué momento determinado de su enfermedad necesita estos medicamentos porque “hay tumores que inicialmente pueden responder poco a esta estrategia, pero después de usar otras terapias pueden ser sensibles a ella y resultar eficaces”, explica Javier Puente.

La cuarta pata en el abordaje del cáncer, junto a la quimioterapia, la radioterapia y la cirugía, está todavía en la adolescencia. Le queda mucho para alcanzar la madurez, pero todos los especialistas coinciden en que el tratamiento de la enfermedad ha entrado en una nueva era con la inmunooncología. Para Rosario García Campelo, “la aparición de más medicamentos y el desarrollo de nuevas estrategias y combinaciones con terapias clásicas plantean una perspectiva de desarrollo arrollador para la inmunooncología”.


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