Por Diana Manzo
Ixtepec, Oax- Seis menores -cuatro niños y dos niñas- migrantes de origen mam del departamento Quiché en Guatemala abandonaron ayer sábado el refugio el albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, Oaxaca, para cumplir su anhelado sueño “reencontrarse con sus padres” en la frontera norte de México y “acceder a una educación digna” que en su país no pueden tener por la pobreza, violencia y desigualdad que viven.
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El deseo de volver abrazarlos como hace seis años cuando se quedaron solos al cuidado de su abuela en Guatemala, fue posible a través de la asociación pública de San’t Egidio y de gestiones encabezadas por el defensor de los Derechos Humanos, Alejandro Solalinde Guerra, autoridades estatales y federales.
Para “el grupo de los seis primos”, como los llaman en la Casa Migrante, no caben de la emoción y esperan con ansías poder encontrarse con lo que más aman en la vida, sus padres.
Estos menores de entre 6 y 17 años de edad llegaron hace dos meses a Ciudad Ixtepec después de que fueron abandonados por una persona que intentaba llevarlos a la frontera norte y desde entonces el sacerdote Solalinde Guerra comenzó a gestionar el reencuentro.
Solos y con el ahorro de la abuela buscaron cruzar México en cuatro ocasiones pero no pudieron, y será ahora cuando de forma legal, libres y acompañados cuando lo hagan, por eso están muy emocionados.
“Es una ilusión”, aseguran saber que sus raíces -mamá y papá- están vivos y resistieron a lo que será el reencuentro que deseaban desde la primera noche que se fueron de Guatemala.
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No conocen el mar, tampoco se han subido a un avión y será ahora cuando lo hagan, pues los representantes de San’t Egidio, les ofrecieron un paseo previo para cumplirles estos otros sueños antes de abrazar a sus padres.
Jesualdo de 11 años de edad aún no sabe que quiere estudiar, pero lo que no desea es
ver a sus padres y no separarse más de ellos.
Lo mismo dicen Emilio y Gema de 17 y 16 años y tienen el sueño de convertirse en profesionistas, en ingeniero agrónomo y diseñadora de modas.
Para estos menores no ha sido nada fácil vivir sus primeros años de vida sin sus padres, enfrentarse a la violencia en una infancia desigual les ha permitido crecer en pensamiento y convertirse en seres conscientes de que la vida no es fácil, y se requiere sacrificio.
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“Abrazar a mi papá y conversar con él, es lo que más quiero, lo extraño mucho, me quedé solo a los 5 años y mi abuela fue mi refugio, ella nos cuidó mucho, pero ahora ella ya no puede y ahora volveremos a vernos”.
Una historia diferente
La desunión familiar que vivieron estos seis menores es una realidad que viven muchas familias migrantes en Centroamérica, explica el sacerdote Alejandro Solalinde. En muchos de los casos, los padres se van en busca de mejorar la vida y en ese sueño ya no vuelven, pero ahora es “una historia diferente”, estos seis menores cumplirán muy pronto su deseo.
El defensor de los migrantes desde hace 15 años expuso que la migración continúa aún en pandemia y eso se debe porque es un fenómeno mundial y es parte de la vida, pero lo que no es aceptable es que la gente tenga que huir por la violencia, pobreza y falta de oportunidades.
Dijo que este reencuentro es lo ideal que puede darse en los procesos migratorios, y que en esta ocasión fue posible por esfuerzos de la comunidad laica de San Egidio fundada por Andrea Riccardi en 1968.
“Lograr este proceso de unión nos fortalece, es una esperanza de vida y de fe, estos menores se reencontrará con sus padres y eso es maravilloso, no me cabe la alegría saber que los volverán a sentir después de mucho tiempo de estar solos, de vivir una infancia solo y que desafortunadamente ningún menor debe vivirlo”.
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Precisó que para mediados de abril se acerca un nuevo fenómeno, además de los migrantes centroamericanos que de por sí transitan, arribarán a territorio mexicano otros más y de nacionalidades poco vistas como haitianos, cubanos, venezolanos y nicaragüenses, y lo hacen por la presencia de conflictos políticos y sociales.
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