La dimisión de dos ministros abre en plena pandemia la mayor crisis del Gobierno Bolsonaro

Araújo y Bolsonaro, en uno de sus últimos actos como ministro de Exteriores, el pasado viernes en la cumbre del Mercosur.
Araújo y Bolsonaro, en uno de sus últimos actos como ministro de Exteriores, el pasado viernes en la cumbre del Mercosur.MARCOS CORREA / AFP

La semana arranca agitada en Brasil con la dimisión de dos ministros en pocas horas seguida de la mayor crisis del Gobierno Bolsonaro en sus dos años en el poder. Una de las renuncias, esperada; la otra, sorpresa total. Por la mañana, el diplomático Ernesto Araújo ha dimitido como ministro de Exteriores, con Brasil convertido en el epicentro mundial de la pandemia con una media que supera los 2.500 muertos diarios. Las intensas presiones de los últimos días desde las dos Cámaras parlamentarias y de representantes del poder económico han obligado al presidente, Jair Bolsonaro, a ceder y entregarles la cabeza del canciller, que lideraba el ala más ideológica de su Gobierno. Horas después, el titular de Defensa, el general Fernando Azevedo, anunciaba su renuncia en la que no apuntaba ningún motivo concreto. El militar ha sido fulminantemente destituido por Bolsonaro por unas declaraciones de un subordinado a la prensa sobre los beneficios del aislamiento social, la mascarilla y tras pronosticar una tercera ola.

Ante semejante crisis, Bolsonaro ha emprendido una profunda remodelación de su Gobierno. Además de los ministros de Exteriores y de Defensa, han cambiado los titulares de la Casa Civil (una especie de primer ministro), Justicia, la secretaría de Gobierno y la Abogacía del Estado. El nuevo canciller es un embajador, como el saliente; y un general ha tomado el relevo de otro en Defensa. Justicia queda en manos de un comisario de policía y entra una tercera mujer en el Gabinete. Se espera que el baile de carteras continúe este martes.

Araújo, un ferviente anticomunista y trumpista, es considerado el responsable máximo de que el país no haya conseguido comprar en China y otros mercados las suficientes dosis para emprender una vacunación en masa que permita atisbar en el horizonte cierta recuperación económica. En el Gabinete del ultraderechista conviven tres sectores: los más ideológicos, los militares y los tecnócratas. Una cuarta parte de las 21 carteras están en manos de uniformados en activo o retirados.

La gestión de la pandemia empieza a pasar factura política a Bolsonaro más de un año después de los primeros casos. Aunque mantiene el apoyo férreo de un tercio del electorado brasileño, aumentan los que desaprueban su gestión. Y sectores más pragmáticos que le apoyaron en 2018 para evitar como fuera que el Partido de los Trabajadores (PT) regresara al poder están alejándose de él a medida que Brasil suma muertos por coronavirus. Las colas para conseguir una cama en la UCI y la lentitud con la que avanza la vacunación porque Brasil empezó tarde a negociar y rechazó varias ofertas de laboratorios han influido para que en los últimos días arreciaran las críticas y la exigencia de que Bolsonaro dejara caer a Araújo.

El canciller acompañó a Bolsonaro el viernes pasado durante su intervención ante la cumbre virtual del Mercosur. También estaba con ellos, el ministro de Economía, Paulo Guedes, que se mantiene junto al mandatario pese a que sus planes liberalizadores han quedado aparcados por el coronavirus.

El regreso de Lula da Silva al escenario tras ser políticamente rehabilitado por la anulación de las condenas también ha contribuido a acelerar el cuestionamiento del Gobierno Bolsonaro. Las élites económicas están cada vez más descontentas con Bolsonaro, pero sienten aversión a la opción Lula. Una carta abierta firmada por cientos de banqueros y economistas hace poco más de una semana puso negro sobre blanco el descontento con el ultraderechista y su insistencia en el “falso dilema entre salud y economía”. La clase económica teme que sin una amplia vacunación la recuperación económica demorará.

El Gobierno Bolsonaro acumula un buen número de salidas de ministros, pero casi siempre se producen en varios actos. Araújo aún no ha formalizado su petición de salida ante el presidente, con el que tiene previsto reunirse este lunes por la tarde. Pero el jefe de Gabinete del canciller ha comunicado por la mañana a sus subordinados la intención del este de renunciar.

La llegada de Araújo al cargo supuso una ruptura radical con la tradicional diplomacia brasileña, asentada en multilateralismo y el diálogo. Con él, el Brasil de Bolsonaro está más aislado que nunca en la esfera internacional por su negacionismo de la covid y la deforestación de Amazonia. El hasta ahora canciller se encargó de alinearse inmediatamente con el Estados Unidos de Donald Trump, la ultraderecha estadounidense de raíz cristiana y un rechazo abierto a China, primer socio comercial de Brasil. Pero la derrota de Trump y el coronavirus han precipitado la erosión de esa estrategia.

Desde que empezó la pandemia, Bolsonaro ha perdido al que fuera su ministro más popular, el antiguo juez Sergio Moro, que dimitió y ha caído en desgracia por no haber sido imparcial con Lula. También vio salir a cuatro titulares de la cartera de Salud. El último es un médico, Marcelo Queiroga, que llegó hace dos semanas en sustitución de un general, Eduardo Pazuello. El presidente los ha destituido o los ha perdido por su empeño en trivializar la gravedad de la pandemia, en promover curas ineficaces y su rechazo frontal a las medidas más básicas para frenar a expansión de la covid-19.

El constante cambio de titulares de salud es reflejo de la errática gestión de la pandemia. En ningún otro país mata el coronavirus como ahora mismo en Brasil, que suma más de 310.000 muertos y 12 millones de contagios.

Incluso ante esas cifras que baten récords cada semana, Bolsonaro insiste en sabotear los esfuerzos de las autoridades que han decretado confinamientos o ciertas medidas de restricción como el cierre de comercios y restaurantes. Con unas presidenciales y parlamentarias el año próximo, pocos políticos electos quieren asumir el coste político de decretar las medidas que virólogos y médicos exigen para intentar cortar la cadena de transmisión. Las autoridades de São Paulo y Río, por ejemplo, han adelantado varios festivos de este año y del próximo para que la gente deje de ir a trabajar durante diez días. Y las playas han cerrado, pero todavía se producen aglomeraciones y fiestas clandestinas. Unas 6.000 personas esperan una cama en una UCI.

El ministro Araújo estaba bajo presión del Centrão, el gran centro, los partidos sin ideología en los que Bolsonaro se viene apoyando en los últimos meses para protegerse ante las peticiones de impeachmente. Buena parte de la clase política ha convertido al canciller en el gran responsable de que Brasil no haya logrado importar la cantidad de vacunas que requiere para atender a su población (210 millones de habitantes). La semana pasada, más de diez senadores le reclamaron la dimisión en una audiencia parlamentaria. Y el fin de semana, circuló una carta que fue apoyada por 300 diplomáticos que también pedían su salida del cargo.

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