La Bundesliga comenzó a disipar sus incógnitas este sábado. Primero, porque el Dortmund perdió ante el Eintracht (1-2) y dio un paso atrás que parece definitivo en su lucha por reestablecerse en los puestos que aseguran la participación para la próxima temporada en la Champions, un torneo que el club del Ruhr disputa sin interrupción desde la temporada 2016-17. Segundo, porque el Bayern se llevó una victoria de su visita a Leipzig y abrió una brecha de apariencia insalvable con el único rival que amenazaba su liderato. La celebración de los jugadores del Bayern al término del partido en el Red Bull Arena tuvo el punto de desahogo que caracteriza la solución de los momentos culminantes del calendario. El círculo de hombres abrazados en torno al capitán, Manuel Neuer, fue lo más parecido a un alirón. Las cifras lo avalan: el Bayern lidera el campeonato con 64 puntos y el Leipzig se descuelga con 57 a falta de 11 jornadas por disputarse.
Los jugadores del Bayern tuvieron motivos para el alivio. Especialmente Neuer, que asistió durante 90 minutos al control de la situación por parte del adversario. No es frecuente que este portero y sus compañeros vivan situaciones parecidas. Durante largos segmentos del partido el Leipzig acorraló a los visitantes alrededor de su área. Forsberg, Nkunku, Olmo y Sabitzer se aproximaban una y otra vez a las inmediaciones del área, dominantes a base de toque y movilidad. Solo les faltó algo que suele pesar a este equipo: afinar en los últimos metros. Remataron dos veces a puerta. El Bayern, más desposeído del balón y del campo, se aproximó poco, pero lo explotó con su habitual eficacia. No estaba Lewandowski, lesionado, pero aparecieron tres amigos con un gran peso específico en el carácter y el funcionamiento colectivista del vigente campeón de Alemania y Europa.
Entre los tres, resolvieron el entuerto con una vieja fórmula: pase bombeado de Kimmich por encima de la defensa rival, desmarque de Müller, control defectuoso, corrección impetuosa, pase atrás y remate de Goretzka. El 0-1 subió al marcador en el minuto 38. El Leipzig no se recuperó del golpe.
Si la disputa por la cabeza de la clasificación se libró en Alemania oriental a media tarde, la batalla que separa el puesto de Liga Europa del acceso a la Champions se produjo en el otro extremo del país después del mediodía. El viejo Westfalenstadion saludó la llegada de los jugadores con su marcha colorista, pero la alegría de los coros a través del altavoz contrastó con el gesto preocupado de Haaland y Reus, los dos futbolistas que mejor miden la moral del equipo. Si ellos, que son los mejores, no están cómodos, el Dortmund sufre para sumar cada punto. Suele ser la tónica de la temporada. Un verdadero fracaso, considerando una plantilla y un presupuesto que invitaban a situarle inmediatamente en los talones del Bayern.
El pitido inicial hizo patente el desconcierto general del Dortmund, una vez más, mal dirigido por Hummels, Bellingham y Delaney, convertido en un equipo deforme de progresiones tropezadas y poco imaginativas. Entre la lentitud física de sus zagueros y la lentitud mental de sus mediocentros, el equipo nunca logró llevar el balón con claridad a sus jugadores más lúcidos. Haaland, Reus y Guerreiro dieron síntomas de agotamiento. Parecían físicamente exhaustos. Derrotados de antemano ante la idea de jugar contra corriente. El Eintracht se adelantó con un gol en contra de Schulz tras un centro cualquiera. Igualó antes del descanso Hummels, a la salida de un córner, y remontó André Silva a tres minutos del final para inscribir el 1-2 definitivo. Un resultado que deja al Dortmund con 43 puntos en quinta posición, casillero de Liga Europa, por debajo del Eintracht, cuarto clasificado en Champions con 50 puntos.
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