A Fidel, cuyo verdadero nombre es Gilberto, le llaman también “el jefe”. Así figura en las transcripciones de las escuchas policiales desde hace más de un lustro. Sin embargo, no fue hasta hace un año, al ponerse en marcha la llamada Operación Ferro, cuando los agentes de la Policía Nacional expertos en la lucha contra el tráfico de drogas y el crimen organizado empezaron a atar cabos de su larga vida como narcotraficante.
Los policías investigaban, dirigidos por el Juzgado de Instrucción número 3 de Tarragona, una presunta red internacional de narcotráfico con ramificaciones en distintos puntos de España. Pero nada les hacía sospechar que acabarían topándose con la primera narcolancha semisumergible fabricada en España.
La embarcación, una zodiac semirrígida cabinada, se encontraba dentro de un hangar de Monda, un municipio malagueño de 2.500 habitantes en la sierra de Las Nieves. A primera vista, con su color azul celeste y el aspecto de un barquito de cuento, parecía una carroza de carnaval o una atracción de feria. Pero, una vez analizada por los agentes, comprobaron que se trataba de una ingeniosa creación náutica cuyo objetivo principal era “no levantar sospechas” en el mar, mientras transportaba miles de kilos de cocaína.
Su diseñador y fabricante es precisamente Fidel, Gilberto Morales, “el jefe”, un cubano de 55 años que trabajó durante mucho tiempo para José Ramón Prado Bugallo, Sito Miñanco, en Galicia y que ―como otros muchos narcotraficantes― se trasladó al sur en 2010, cuando el negocio del tráfico de drogas se acabó en las costas gallegas con la caída de los grandes capos.
Al “jefe” le detuvieron el pasado mes de febrero en su mansión de Marbella, un enorme y lujoso chalet ubicado en una de las mejores zonas de la ciudad malagueña. Vivía allí “desde hace ya unos cuantos años”, según fuentes de la investigación, con su mujer. “Su hijo no se encontraba allí en el momento de la detención”, señalan las mismas fuentes. No era la primera vez que la policía le ponía las esposas. El “jefe” había estado ya en prisión en España y cuenta con antecedentes penales por tráfico de drogas. Sobre la mesa de su amplio salón, un único libro de tapas rojas en el que podía leerse sobre una silueta negra “Fidel”.
Al mismo tiempo, a unas decenas de metros de esa casa, en un chalet adosado, fue detenido Marcos, de 51 años, también cubano y compinche de Fidel. Bajo sus órdenes, habían culminado entre los dos esa narcolancha semisumergible que estaba a punto de ser botada para comenzar a trabajar en aguas del Estrecho, según fuentes de la investigación.
Dos recortes de periódico hallados en una de las habitaciones del chalet de Marcos, que vivía con su esposa y dos hijos, recordaban el largo periplo como narcotraficantes que unía a estos dos cubanos: “Cae una red gallega de narcos que se trasladó al Estrecho por falta de trabajo. Entre los 18 detenidos figura el cabecilla, un cubano residente en Santiago”, titulaba El Faro de Vigo el 29 de mayo de 2010; y “La Udyco [Unidad de Drogas y Crimen Organizado] implica a Sito Miñanco en una operación de narcotráfico internacional dirigida por una organización de Ribeira”, rezaba el recorte del artículo de La Voz de Galicia del 3 de agosto de 2017.
El cubano “residente en Santiago” era Fidel, que fue también quien presuntamente alquiló en esa misma ciudad, años más tarde, el Seat Toledo en el que fue interceptado Sito Miñanco, el 4 de mayo de 2017 a las cuatro de la madrugada en un control rutinario de la Guardia Civil en Queiruga (Porto do Son).
La policía sospecha que Fidel y Sito fueron colaboradores durante años en Galicia y que los conocimientos náuticos del primero serían aplicados a los grandes negocios del segundo. De hecho, una de las veces que el cubano fue arrestado en Galicia se le incautó precisamente una lancha cabinada que había pertenecido antes a Sito Miñanco, según los investigadores.
Nadie sabe bien cómo ni dónde adquirió Fidel su habilidad para adaptar embarcaciones para el traslado de toneladas de droga. Quizá pudo trabajar en un astillero o en alguna empresa naval, aunque los investigadores se decantan más por que “haya aprendido de los colombianos”, que construyen toda clase de narcoembarcaciones en astilleros clandestinos en la selva, como el narcosubmarino interceptado en costas pontevedresas en noviembre de 2019.
Ahora, la Armada elabora un estudio acerca de su última obra: La primera narcolancha semisumergible ‘made in Spain’. No llegó a botarse nunca al agua, pero los investigadores aseguran que “todo indica que es apta para la navegación”.
Se trata de una embarcación con “nueve metros de eslora, tres de manga y tres de calado”. Sobre la quilla de una lancha semirrígida levantaron un caparazón, “una estructura de cuadernas y refuerzos con paneles de contrachapado y fibra de vidrio importada de Holanda para dotar al conjunto de la necesaria resistencia estructural”. El resultado, más allá de su ingenua apariencia, es “una lancha cabinada, para dos tripulantes, a cuyo interior se accede por una escotilla de la cubierta”, explican los investigadores.
En la popa, un pequeño habitáculo para dos personas con una consola de mandos y una rueda de timón. Al lado, una colchoneta para que un segundo tripulante pueda descansar, mientras el otro gobierna el barco. Ese es el único espacio en el que cabe una persona de pie. El resto, hasta la proa, es un espacio diáfano, preparado para almacenar fardos de droga, hasta 2.000 kilos, según los investigadores.
El artefacto cuenta con dos motores, marca Volvo, de 200 caballos, “es decir, no buscaba velocidad, sino pasar desapercibida”, señalan las mismas fuentes. “La idea es que fuese a ras del agua, por eso tiene ese color, para camuflarse mejor, pero tenía incluso una estructura de palos para poder convertirse en una suerte de velero, en caso de ser necesario”, apuntan.
El ingenio náutico de Fidel “le debió de llevar meses de trabajo y tiene un coste aproximado de un millón de euros”, según han calculado los investigadores. Lo tenían muy oculto, en la parte trasera de una nave industrial del municipio malagueño de Monda, un pueblo muy discreto y con escasa vigilancia policial, señalan.
“La nave, por fuera, parecía un almacén al por mayor de productos de economato: había desde productos de limpieza hasta verduras frescas”, recuerdan los investigadores, que no esperaban toparse con la narcoembarcación cuando realizaron el registro del lugar. “Teníamos ese lugar controlado”, recuerdan, “el día anterior, sacaron en camiones un cargamento de 550 kilos de hachís, y al acceder a la nave para el registro de madrugada, tras un andamio en la parte trasera, nos encontramos con la narcoembarcación: hasta nosotros pensamos que era una carroza”, reconocen.
La banda de Fidel la conformaban cinco personas, una de los cuales hacía de bisagra con otras organizaciones, colombianas, portuguesas y holandesas, con las que colaboraban en el tráfico de drogas. Junto a él y su compinche Marcos, fueron detenidas otras 49 personas en las tres fases de esta macrooperación policial.
El último ingenio naval del Jefe, aún sin estrenar, espera ahora destino en un depósito judicial de San Roque (Cádiz).
Source link