El rey de Jordania escenifica la reconciliación con el príncipe Hamzah tras la tensión golpista


El rey Abdalá II y su antiguo heredero, el príncipe Hamzah bin Hussein, escenificaron juntos el domingo el aparente fin de la crisis que ha amenazado con desestabilizar Jordania. Por primera vez desde que se desencadenara hace una semana la tensión, con el desmantelamiento de una presunta trama golpista que se cobró cerca de una veintena de detenciones, ambos asistieron en Amán junto con otros miembros de la familia real a la ceremonia de conmemoración del centenario del reino hachemí. A falta de declaraciones oficiales, su aparición en televisión equivalía a un mensaje de reconciliación familiar.

En la ceremonia pública mostrada con detalle por la cadena estatal jordana, los dos hijos favoritos del rey Hussein, fallecido en 1999, depositaron coronas de flores en el memorial del soldado desconocido y en el mausoleo real del palacio de Raghdan, en la capital de Jordania. Los cerca de diez millones de jordanos contemplaron de nuevo una imagen de rutinaria calma y estabilidad a toda prueba —que la monarquía lleva un siglo intentando garantizar—, que parecía haberse desvanecido en los últimos días.

El decano de la casa real hachemí, el príncipe Hasan bin Talal, tío de los dos miembros de la realeza enfrentados, ha oficiado como mediador para evitar una ruptura dinástica. Copresidió simbólicamente la ceremonia a la derecha del monarca. Después de ejercer como heredero de su hermano, Hussein, durante 34 años, Hassan dio un paso atrás para ceder el trono a Abdalá, hijo de la segunda esposa del rey (la princesa Muna, de origen británico), a cambio de un pacto de familia para que Abdalá designara luego como sucesor a su medio hermano Hamzah, hijo de la cuarta y última esposa de Hussein, la reina Noor, de origen estadounidense.

Abdalá II formuló una declaración oficial en la noche del miércoles para dar por enterrada “la secesión” en la que estuvo involucrado su hermanastro. Pero ni el príncipe Hamzah —que ha jurado lealtad al rey, según un comunicado de la casa real—, ni el monarca hachemí habían sido vistos hasta ahora en público tras el amago de golpe. “No ha sido este el desafío más duro ni peligroso para la estabilidad de la nación, pero sí el más doloroso. Me afecta la turbación, la pena y la ira que siento como hermano, jefe de la dinastía hachemí y líder de este país”, rezaba el mensaje de Abdalá de Jordania, de 59 años, leído por un locutor en la televisión estatal.

Al príncipe Hamzah, de 41 años, se le considera bajo arresto domiciliario en su palacio de Amán. La oficina de la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, advirtió el viernes al Gobierno jordano sobre la falta de transparencia de la situación de “arresto de facto” que rodea al antiguo heredero del trono y sobre las detenciones sin cargos de sospechosos de estar implicados en una trama para desestabilizar al Estado. “Hamzah está bajo mi tutela, en su palacio junto con su familia”, precisó sin dar más detalles el mensaje real televisado el miércoles. “Se ha comprometido ante la dinastía hachemí a permanecer leal”, enfatizaba el comunicado.

Escenificada como trifulca familiar, como conspiración palaciega ocasional, la crisis de Jordania es, sin embargo, sistémica. Tras el telón de papel cuché de la realeza hachemí se esconde una tasa de desempleo del 24% (del 50% entre los menores de 30 años), agravada por la presencia en el país de más de un millón de refugiados sirios y por el desbocado auge de los contagios causados por la pandemia de la covid-19. Hace menos de un mes se produjo una revuelta popular en el país árabe en la que apenas reparó la prensa internacional. Ocho pacientes de covid-19 murieron en un hospital de la capital jordana por falta de suministro de oxígeno. Tras las protestas presentó la dimisión el ministro de Sanidad, el tercer titular de la cartera que renunciaba al cargo en un año.

Línea roja traspasada

Hamzah aprovechó el malestar social para reivindicarse como un defensor de los ciudadanos frente al desgobierno. Salió de su palacio para visitar a los familiares de los pacientes fallecidos, antes incluso que el actual príncipe heredero Hussein, primogénito de Abdalá y de su esposa Rania. En presencia de Hamzah se llegó a criticar con extrema dureza la gestión del rey mientras él mantenía silencio. Para la mujabarat, el servicio de inteligencia y seguridad interna jordano, se había cruzado una línea roja, de acuerdo con una investigación llevada a cabo por la agencia Reuters.

El jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, general Yusef Huneiti, también rompió el tabú de inmunidad que ampara a los miembros de la casa real, el pasado día 3 al visitar en su residencia al príncipe díscolo. Le advirtió tajantemente de que se abstuviese de asistir a reuniones en las que se amenazaba a la monarquía. Hamzah hizo sonar la alarma y llamó inmediatamente la atención internacional en un vídeo en el que afirmaba estar bajo arresto domiciliario por su proximidad a corrientes críticas con el Gobierno jordano. El Ejército se apresuró a negarlo todo. En la grabación, emitida por la BBC, arremetió contra “la incompetencia y la corrupción que han prevalecido en el país durante los últimos 15 años”.

El antiguo heredero del trono siguió subiendo el tono de la disidencia hasta que fue acusado al día siguiente por el Gobierno de formar parte de una conspiración con fuerzas extranjeras. La tensión que había estallado en la habitualmente apacible y estable Jordania desencadenó una redada en la que fue detenido Sharif Hasan bin Zaid, miembro de la realeza. También fue arrestado Bassem Awadallah, que fue jefe de la casa real, asesor de Abdalá II y ministro de Finanzas antes de instalarse en Arabia Saudí, donde atesoró al príncipe heredero, Mohamed Bin Salmán.

“La disputa de familia en la casa real hachemí puede darse por cerrada, pero ahora hay que hacer frente a las causas que la han suscitado como la pobreza y la gestión de la pandemia”, argumenta el antiguo funcionario de la casa real Jawad al Anani, citado por Reuters. La redada preventiva frente al presunto golpe incluyó además a entre 14 y 16 sospechosos no identificados, entre ellos jefes tribales beduinos y antiguos integrantes de las fuerzas de seguridad y el Ejército.

Hamzah parecía mostrarse dispuesto a seguir dando la batalla frente a la corrupción y el desgobierno el lunes por la mañana. Por la tarde, su tío Hassan le hizo cambiar de opinión y por la noche firmó una carta en la que juraba lealtad al rey Abdalá. Este domingo le acompañó, dos pasos por detrás, en segunda fila, ante la tumba del padre común.

Homenaje conjunto a los antepasados

Tocados con la tradicional kufiya roja y blanca jordana, el rey Abdalá y el príncipe Hamzah recitaron juntos la primera sura del Corán en señal de reconciliación y fraternidad. El homenaje a sus antepasados en el centenario del reino cubrió de flores los mausoleos de los tres monarcas que ha tenido el país árabe: Abdalá I, Talal y Hussein.

El actual heredero, príncipe Hussein bin Abdalá, era el único con uniforme militar, en un claro símbolo de su relevancia. La escenificación de que la crisis se da oficialmente por concluida y de que Hamzah vuelve a ocupar el lugar que le corresponde en la familia real no oculta que Jordania celebra su primer siglo en medio de una de sus peores crisis internas.

El 11 de abril de 1921, el jerife Abdalá se convirtió en emir de Transjordania cuando las fuerzas británicas que habían derrotado al Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial dividieron los territorios situados a ambas orillas del río Jordán para crear también el Mandato sobre Palestina (actualmente Israel y Palestina). La tutela británica se mantuvo hasta 1946, cuando, ya como rey, Abdalá I proclamó la independencia del Reino Hachemí de Jordania.

Desde entonces, Jordania, que llegó a anexionarse la actual Cisjordania y Jerusalén oriental, ha sobrevivido a tres guerras con Israel (1948, 1967 y 1973); enfrentamientos internos, como el sangriento Septiembre Negro en 1970, cuando el Ejército aplastó y expulsó a las milicias palestinas que se habían hecho fuertes en el país, y se ha mantenido a flote como un islote de estabilidad en medio de las trágicas convulsiones que han sacudido Irak y Siria. La pandemia ensombrece ahora el inicio de su segundo siglo de existencia.


Source link