Ecuador amaneció este lunes postelectoral sin resaca política. Como cualquier inicio de semana. Sin triunfalismo por el lado de Guillermo Lasso y sin polémica por la derrota en las urnas en el de Andrés Arauz. El candidato apadrinado por Rafael Correa asumió la derrota -aunque prefirió la palabra traspiés-, felicitó a Lasso y le pidió que no hubiera persecución. Atrás quedan esas jornadas electorales maratónicas donde las alusiones al fraude o a la necesidad de hacer un recuento alargan días la proclamación de resultados oficiales. El Consejo Nacional Electoral hará lo propio el jueves, pero entre tanto, los ecuatorianos se han acomodado a la noticia de que el político conservador del Movimiento CREO y el Partido Social Cristiano (PSC) será su próximo gobernante al obtener un 52,48% de los votos frente al 47,52% de Arauz.
Es un síntoma de madurez política y de cierto hartazgo ante la polémica por parte de la sociedad ecuatoriana, según María Paz Jervis, decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Internacional SEK. “Ecuador lleva décadas mirándose en el fracaso, era un hábito terminar unas elecciones con sospecha de fraude. El hecho de que los resultados estuvieran ayer a tiempo ha dado seguridad y confianza”, razona la también integrante de la Red de Politólogas. “Que se conocieran los resultados sin guerras, sin ofensas, dio paz”, reitera. “Y, en todo caso, mal haría el presidente electo en mostrarse triunfalista cuando hay un porcentaje cercano al 50% de los votantes que son afines al correísmo”.
Para esa mitad de la población y para la otra que, con cinco puntos de ventaja, le dio la victoria en las urnas en su tercer intento, Lasso tendrá que gobernar con un escenario económico y social con demandas urgentes y poco margen de maniobra al ser minoría en la Asamblea Nacional. De los bloques mayoritarios, el de CREO es el que tiene menos escaños. Solo 12. Unión por la Esperanza, el grupo de su oponente, tiene 49. Y son tres movimientos políticos los que tienen la llave de la gobernabilidad: Pachakutik, con 27 legisladores; Izquierda Democrática, con 18; y Partido Social Cristiano, con otros 18. “La salud y el empleo son el quid del asunto, pero al no tener mayoría en la Asamblea lo más inmediato es ver los nombres de quienes formarán su gabinete”, apunta Jervis.
Ese listado de ministros y altos cargos, opina, permitirá a los ciudadanos evaluar cuánto ha abierto la mira Guillermo Lasso hacia grupos y sectores de la población ecuatoriana que no fueron escuchados sino hasta la segunda vuelta. Son los que le dieron su apoyo este domingo para frenar el regreso del correísmo, representado por la candidatura de Andrés Arauz. Ya hay curiosidad por saber quiénes integrarán el gabinete ministerial de Guillermo Lasso.
El presidente electo solo ha dicho, este lunes, en su primera comparecencia tras las elecciones, que Iván Correa, su jefe de campaña, y Juan Carlos Holguín, excandidato a la alcaldía de Quito afín, se encargarán de la transición con el Ejecutivo saliente de Lenín Moreno. No ha dado más nombres pero ha abierto la puerta a incluir a personas de otras tiendas políticas, “sin excepción”. Ante la preocupación de Arauz sobre la persecución, Lasso ha dicho que “eso se ha terminado en Ecuador”. De lo poco que ha adelantado sobre sus planes como presidente, ha destacado la necesidad de mejorar la eficiencia en recaudación tributaria. “No puede alguien decir que es empresario y que tenga diez años sin pagar un centavo en impuestos. Todos debemos de contribuir, compartir nuestro éxito con quienes más lo necesitan”, ha advertido.
La crisis económica y fiscal que ya arrastraba Ecuador antes de la pandemia de la covid-19, agudizada por esta, es el marco que condicionará los primeros pasos como mandatario del político conservador. Los índices de pobreza se han disparado en el último año, el empleo se ha deteriorado y precarizado y la economía no muestra síntomas de recuperación ágil. La salud es, además, una de las principales preocupaciones de los ciudadanos que fueron a votar junto con la corrupción, siendo ésta el ingrediente que condiciona la ineficiencia del sistema público de salud. Todas ellas estaban en el programa electoral de Guillermo Lasso. Su promesa de cambio pesará en el estrecho margen de tiempo desde su toma de posesión el próximo 24 de mayo para dar solución a las demandas sociales urgentes.
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